La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, siguió un día después el camino trazado por sus antecesores en el cargo, Javier Arenas y Francisco Álvarez-Cascos, en su declaración como testigo en el “caso Bárcenas”, la contabilidad secreta del extesorero del PP.

Como Arenas y Cascos, Cospedal negó, faltaría más, la existencia de una doble contabilidad en el partido, que recibiera sobresueldos -llamados por el partido, complementos para gastos de representación-, y que tuviese ninguna responsabilidad en la financiación del PP, una función que, explicó ante el juez, correspondía al tesorero. Una explicación que se contradice con los mismos estatutos del partido que indican que la secretaría general dirige “todos los servicios” del partido. Cospedal también dijo que nunca vio los “papeles de Bárcenas” hasta verlos publicados en la prensa.

Cascos y Arenas dijeron lo mismo. Ellos no sabían nada. El responsable es Luis Bárcenas, que gozaba de plena autonomía de gestión, y si acaso, Álvaro Lapuerta, incapacitado, tras dos accidentes sufridos en la puerta de su casa, de declarar ante el juez. De los secretarios generales de los últimos 20 años sólo faltaban Ángel Acebes,  que tampoco hubiese sabido nada, como nada ha sabido de lo que pasaba en Caja Madrid o Bankia, y el propio Mariano Rajoy, que lo fue tan breve tiempo, que se olvida hasta en su propio partido.

Arenas y Cascos admitieron ante el juez Ruz su falta de control en las donaciones, pese a los muchos millones recibidos. Más o menos,  unos 990 millones de euros de subvenciones públicas entre 1995 y 2011. A ese dinero para destinado al funcionamiento del partido y de sus grupos parlamentarios, habría que sumar otros 67 millones en donativos, la mayor parte anónimos. Los tres citados, encargados de controlar las cuestiones organizativas de la formación de ultraderecha moderada vinieron a decir que no conseguían saber de dónde venía esa riada de dineros que el tesorero repartía, de modo que su mano izquierda no supiese lo que hacia la derecha.

Cascos y Arenas se escudaron en uno de los principios ideológicos del posfranquismo, la amnesia. “No me consta” y “no recuerdo” fueron las bases de sus defensas, mientras planea sobre ellos una posible acusación de cohecho, que se desprende de los donativos realizados por empresarios beneficiados con contratos públicos en administraciones e instituciones gobernadas por el PP. La defensa de Cospedal, consistió en cargar sobre Rajoy y Arenas la responsabilidad de los beneficios que se le concedieron a Bárcenas por medio de una “indemnización en diferido en forma de simulación”. ¿Un error más de Cospedal o cálculo político ante un probable otoño caliente?

Estrategias en el Caso Bárcenas

La estrategia común de los tres citados se basó en admitir el descontrol sobre el partido lo que les deja como unos ineptos elevados al poder por las mismas y arcanas razones que Bárcenas llegó a la tesorería. Un desconocimiento que planea sobre cuestiones tales cómo que el tesorero de un partido pueda amasar y ocultar a la Hacienda pública una fortuna escondida en paraísos fiscales sin que nadie se entere. O que se intenté comprar su silencio, y el de otros miembros del partido, con sueldos enormes e indemnizaciones generosas. Pero Arenas y Cascos ya no dirigen el partido, de hecho Cascos ya tiene el suyo propio, con el que comparte siglas -FAC- y todo, y Cospedal, sí.

Cada una de las apariciones ante los medios de comunicación de la secretaria general ha deteriorado aún más las lineas de defensa del PP, ya maltrechas por los Florianos, González Pons y Hernandos de turno, y ha dejado en posiciones casi indefendibles a la ejecutiva del partido y a ella misma. Forzando a una renovación que dejará al partido listo para seguir defendiendo la Constitución, el Tratado de la Unión Europea y la unidad de España, con nuevos nombres -de viejos y fieles linajes azules- como Gallardón, Saénz de Santamaría o Pastor.

caso bárcenas

Siete años después del inicio del “caso Gürtel, que encendió las luces sobre las cuentas del PP, parece ya fuera de toda duda razonable la autenticidad de los papeles de Bárcenas, negada durante meses con énfasis por los portavoces del partido. Esta contabilidad paralela, se ve confirmada, según el juez Ruz, por la declaración del propio extesorero, por las pruebas periciales de su caligrafía y, por el reconocimiento de varios miembros del PP de haber recibido las distintas cantidades indicadas en dichos papeles.

Corrupción y donantes

Pero ¿y los donantes? Cascos reconoció durante su declaración la existencia en el PP de una comisión de infraestructuras dedicada a asesorar sobre las obras públicas que se iban a incorporar a los programas electorales. Una comisión que no guardaba actas de sus reuniones y cuya existencia desveló en mayo un militante del PP y empresario de la construcción. Un ejemplo de cómo entiende el crecimiento económico la derecha populista. Ladrillos, billetes de 500 euros y sobres marrones. La contabilidad b solamente desvela una aspecto más en una lucha constante dentro del partido por conseguir cargos y acumular así, poder y más dinero.

En un caso, donde la mayoría de las implicaciones penales, caso que las hubiera, han prescrito, quedan las políticas. En un país, donde dimitir es una expresión carente de significado y que forma parte de la neolengua liberal, la asunción de responsabilidades quedará en unas palabras pronunciadas hoy y negadas mañana y que se dirimirá realmente en los órganos del partido.

Los señalados dejaran escaños y salones a una nueva generación, una generación que demostró ante la Audiencia Nacional su sensibilidad ante los problemas de la ciudadanía riéndose de un anciano que había perdido sus ahorros en la estafa de las preferentes. Una imagen que es sólo una muestra, y ya se pueden montar secuencias completas, de hacia dónde se dirige un estado regulado y vigilado por los mercados, y dirigido nominalmente por una casta acostumbrada a mantener sus privilegios.

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