Una convocatoria que sacude el sector audiovisual. Los sindicatos CCOO y UGT han alzado la voz con una contundente medida: diez días de huelga en Mediapro, una de las productoras audiovisuales más relevantes de España. El motivo no es menor: el «riesgo de despidos masivos» que amenaza a entre 800 y 900 trabajadores de seis empresas del grupo. Este anuncio, cargado de urgencia y preocupación, pone en el foco una situación laboral crítica en una compañía que, durante años, fue sinónimo de innovación y éxito en la producción de contenidos deportivos y audiovisuales. Sin embargo, hoy, los empleados de Mediapro enfrentan un futuro incierto, atrapados entre la pérdida de contratos millonarios y una reestructuración que parece ignorar su esfuerzo y dedicación. Este texto destapa la realidad detrás de esta crisis, desde la situación laboral actual hasta los entresijos de la empresa, sus propietarios y su historia, mientras defiende con firmeza a los trabajadores que ahora luchan por sus derechos.
La tormenta laboral en Mediapro
La situación laboral en Mediapro es, sin exagerar, alarmante. Los sindicatos han denunciado que la empresa planea una reestructuración que podría dejar en la calle a cientos de trabajadores, una medida que consideran desproporcionada e injusta. Este temor no surge de la nada: Mediapro ha perdido recientemente el contrato de producción audiovisual de LaLiga, un pilar clave de sus ingresos, adjudicado a la empresa suiza HBS por más de 400 millones de euros para los próximos cinco años. Este golpe, que la compañía ha calificado como «arbitrario» y que promete impugnar, ha desencadenado una crisis interna que pone en jaque la estabilidad de la plantilla.
Los trabajadores, que han sido el corazón de Mediapro durante décadas, temen ser los sacrificados en un ajuste económico que responde a decisiones estratégicas fallidas de la dirección. CCOO y UGT exigen garantías de empleo y el respeto a los derechos laborales, subrayando que la empresa debe asumir su responsabilidad y no trasladar el peso de sus problemas financieros a quienes menos culpa tienen. La huelga, que paralizará a seis empresas del grupo, es un grito desesperado pero necesario para exigir justicia y protección en un momento de máxima vulnerabilidad.
Propietarios e ingresos: un gigante con pies de barro
Mediapro no es una empresa cualquiera. Su estructura de propiedad y sus finanzas reflejan tanto su ambición como su fragilidad. Desde 2021, el grupo está bajo el dominio de Orient Hontai Capital (OHC), un fondo chino que adquirió el 80% de la compañía por 620 millones de euros. En 2022, OHC incrementó su participación al 85,6% mediante una ampliación de capital destinada a refinanciar una deuda que, tras la pandemia, superaba los 1.100 millones de euros. Este control extranjero ha reducido drásticamente la influencia de los fundadores originales, Jaume Roures y Tatxo Benet, quienes ahora son figuras secundarias en una empresa que ellos mismos construyeron.
En términos financieros, Mediapro ha mostrado altibajos preocupantes. En 2023, la empresa reportó un resultado neto positivo de 12 millones de euros, una cifra que podría parecer alentadora si no fuera por su extrema dependencia de los derechos deportivos. Según la agencia Fitch, el 40% de su EBITDA provenía de los contratos con LaLiga, una vulnerabilidad que quedó al descubierto con la pérdida de este acuerdo. Este revés no solo ha mermado los ingresos, sino que ha puesto en evidencia una gestión que, lejos de diversificar, apostó todo a una sola carta. Ahora, con menos recursos y una deuda abrumadora, Mediapro parece dispuesta a equilibrar sus cuentas a costa de sus trabajadores, una decisión que clama por ser cuestionada.
Una historia de audacia y controversias
Mediapro no siempre estuvo al borde del precipicio. Fundada en 1994 en Barcelona por Jaume Roures y Gerard Romy, la empresa nació como una pequeña productora con grandes sueños. Su gran salto llegó con una apuesta arriesgada pero visionaria: adquirir y comercializar derechos deportivos en un mercado que apenas comenzaba a explorarse. Este modelo la catapultó al éxito, convirtiéndola en un referente en la retransmisión de eventos como LaLiga, la Champions League y competiciones internacionales. Su crecimiento fue exponencial, y Mediapro se posicionó como un gigante del sector audiovisual, capaz de competir con los mayores actores globales.
Sin embargo, su historia también está salpicada de polémicas. La empresa ha sido acusada de ejercer presión sobre clubes de fútbol y el gobierno español para mantener su dominio. Un ejemplo claro es su rol en la centralización de los derechos televisivos de LaLiga en 2015, donde, bajo el liderazgo de Roures, negoció con mano firme para asegurar su posición como productora principal. Además, Mediapro ha estado en el ojo del huracán por casos como el «escándalo Negreira», vinculado al FC Barcelona y a pagos al vicepresidente de los árbitros, lo que levantó sospechas sobre la gestión del VAR y las repeticiones de jugadas. Estas controversias pintan a una empresa que, si bien innovadora, no ha dudado en jugar al límite para proteger sus intereses.
El despido de Roures y las tensiones con Benet
Un capítulo clave en esta crisis es el despido de Jaume Roures en octubre de 2023. Roures, una figura carismática y controvertida, fue el alma de Mediapro durante 30 años. Con una ideología marxista y una estrecha relación con el FC Barcelona, lideró la expansión de la empresa y su incursión en los derechos deportivos. Sin embargo, su salida, orquestada por Southwind Media (parte de OHC), marcó un antes y un después. El fondo chino buscaba reestructurar la compañía y reducir su dependencia de contratos como el de LaLiga, pero la pérdida de este acuerdo poco después puso en duda la eficacia de esta estrategia.
Las tensiones entre Roures y Tatxo Benet, el otro fundador y actual presidente, también han sido un factor determinante. Aunque ambos compartieron la visión inicial de Mediapro, sus diferencias se acentuaron con el tiempo. Tras el despido de Roures, Benet asumió el liderazgo, pero su gestión ha sido criticada por la pérdida de LaLiga y la incapacidad de estabilizar la empresa. Fuentes internas sugieren que Benet podría ser el próximo en caer si no logra revertir la situación, mientras que la llegada de Gerard Romy como asesor ha añadido más incertidumbre a un equipo directivo en crisis. Este juego de poder interno solo agrava la inseguridad de los trabajadores, que ven cómo las luchas en la cúpula amenazan sus empleos.
Presión sobre clubes y gobierno: un juego de influencia
Mediapro no ha llegado donde está por casualidad. Su capacidad para influir en clubes de fútbol y el gobierno ha sido una constante en su trayectoria. Durante años, la empresa negoció contratos estratégicos con LaLiga y otros actores del fútbol español, asegurando su papel como productora clave. En 2015, Roures lideró las negociaciones para la venta centralizada de derechos televisivos, un movimiento que benefició a Mediapro pero que también generó críticas por su agresiva estrategia de presión. Asimismo, su relación con el gobierno ha sido objeto de escrutinio, especialmente en momentos clave como la gestión de contratos públicos o la resolución de disputas legales.
Esta influencia, aunque efectiva para el crecimiento de la empresa, ahora se vuelve en su contra. La pérdida de LaLiga demuestra que incluso los gigantes pueden caer cuando su poder de negociación flaquea. Sin embargo, en lugar de asumir las consecuencias, Mediapro parece dispuesta a descargar su frustración sobre los trabajadores, una decisión que no solo es injusta, sino moralmente indefendible.
En defensa de los trabajadores: un llamado a la acción
Los trabajadores de Mediapro no merecen este trato. Han sido ellos quienes, con su talento y esfuerzo, han sostenido a la empresa en sus mejores y peores momentos. Durante la pandemia, cuando la deuda se disparó, fueron ellos quienes mantuvieron a flote la producción. Ahora, enfrentan el riesgo de ser descartados como si fueran meros números en un balance. La huelga convocada por CCOO y UGT no es solo una protesta; es un acto de resistencia contra la avaricia y la insensibilidad de una dirección que ha perdido el rumbo.
Es hora de que Mediapro, con Tatxo Benet a la cabeza y el respaldo de OHC, escuche a su plantilla. Los empleados no son un lujo prescindible; son la esencia de la empresa. Reducir costes a costa de despidos masivos es una solución cobarde que ignora el valor humano detrás de cada puesto de trabajo. Los sindicatos han dejado claro que no se rendirán, y tienen razón: los trabajadores merecen estabilidad, respeto y un futuro digno. Las autoridades también deben intervenir, asegurándose de que Mediapro cumpla con sus obligaciones sociales y no deje a cientos de familias en la incertidumbre.
Este no es solo un conflicto laboral; es una lucha por la justicia. Mediapro debe recapacitar y buscar alternativas que no pasen por sacrificar a quienes la hicieron grande. La huelga es un recordatorio de que los trabajadores no se quedarán callados, y su voz debe ser escuchada. Porque, al final, una empresa sin su gente no es nada.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.