El 12 de abril de 1985, Madrid se estremeció con una explosión que marcó un antes y un después en su historia de lucha contra el terrorismo. Aquella noche, una bomba colocada en el restaurante El Descanso, situado en el kilómetro 14 de la carretera N-II cerca de Torrejón de Ardoz, redujo el edificio a escombros, dejando un saldo devastador: 18 muertos y 82 heridos. Este atentado, que en su momento fue el más letal en suelo español, sigue envuelto en un manto de misterio 40 años después. Aunque diversas hipótesis han intentado señalar a los culpables, la autoría yihadista emerge como la más plausible, una teoría que exige una revisión urgente del caso para dar justicia a las víctimas olvidadas.
La noche que cambió todo
El Descanso era un lugar popular entre los militares estadounidenses de la Base Aérea de Torrejón, un punto estratégico en plena Guerra Fría. Sin embargo, todas las víctimas mortales fueron españolas, ciudadanos comunes que disfrutaban de una cena en un viernes cualquiera. La bomba, estimada entre 5 y 15 kilos de explosivos y escondida en una bolsa bajo la barra, provocó el colapso de las tres plantas del edificio. Los servicios de emergencia trabajaron incansablemente entre los restos, mientras el país, aún en transición democrática, buscaba respuestas.
El contexto político añadía capas de complejidad: España estaba a semanas de un referéndum sobre su permanencia en la OTAN y a punto de recibir al presidente estadounidense Ronald Reagan. Este trasfondo llevó a las autoridades a sospechar inicialmente de grupos locales contrarios a la alianza atlántica, pero las pistas pronto apuntaron en otra dirección.
Las hipótesis iniciales: un rompecabezas de reivindicaciones
Tras el ataque, el ministro del Interior, José Barrionuevo, señaló a ETA como posible responsable, sugiriendo una colaboración con grupos euroterroristas de extrema izquierda. «No descartamos que haya una conexión internacional», afirmó en una rueda de prensa días después del atentado. ETA y el GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) reivindicaron el ataque, pero ambos se retractaron poco después, generando confusión.
Paralelamente, desde Beirut, dos organizaciones islamistas, Waad (Promesa) y la Yihad Islámica, también se atribuyeron la autoría. La Yihad Islámica, conocida por su actividad violenta en los años 80, destacó como la más creíble de las reclamaciones. Su mensaje, enviado a medios internacionales, detallaba el ataque como una represalia contra la presencia militar estadounidense en Europa. Aunque las autoridades españolas dudaron al principio, esta hipótesis ganó fuerza con el tiempo.
Otras teorías apuntaron a grupos como las Células Comunistas Combatientes o el Frente Popular de Liberación de Palestina, pero ninguna prosperó por falta de evidencias. La investigación se topó con un muro: discrepancias entre la Policía Nacional y la Guardia Civil, y un entramado de conexiones entre terroristas europeos y de Oriente Próximo que dificultaban identificar a los autores.
El peso de la autoría yihadista
La Yihad Islámica no era un nombre desconocido en 1985. Este grupo, activo en el Líbano y vinculado a atentados como el ataque al cuartel de los marines estadounidenses en Beirut en 1983, tenía la capacidad y el motivo para golpear en Madrid. El restaurante El Descanso, frecuentado por militares de una base de la OTAN, encajaba como objetivo simbólico en su lucha contra Occidente. Además, el uso de una bomba de gran potencia, sin previo aviso, coincidía con su modus operandi.
En 1987, el juez instructor archivó provisionalmente el caso por falta de autores identificados, mencionando únicamente la reivindicación de la Yihad Islámica como pista relevante. «No hemos encontrado pruebas materiales que nos lleven a los responsables», señaló un portavoz policial en aquel entonces. Sin embargo, la ausencia de detenidos no invalidó la teoría yihadista, sino que reflejó las limitaciones de la época en inteligencia y cooperación internacional.
Una pista renovada: Mustafá Setmarian Nasar
El caso resurgió en los años 90, cuando investigaciones sobre terrorismo islamista en Europa lo reabrieron brevemente, sin resultados. No fue hasta los atentados del 11-M en 2004 cuando un nuevo nombre apareció en escena: Mustafá Setmarian Nasar, un español de origen sirio y figura clave en Al-Qaeda. Un testigo protegido lo identificó en una fotografía como posible cerebro del ataque de El Descanso, vinculándolo también a la red del 11-M.
Setmarian, conocido por su radicalización en los años 80 y su papel en la formación de células yihadistas, vivía en España durante el periodo del atentado. Aunque nunca se probaron cargos concretos en este caso, su perfil reforzó la hipótesis de una autoría islamista. En 2005, el juez Ismael Moreno ordenó reabrir la investigación, pero la pista se enfrió: Setmarian desapareció, posiblemente capturado en una operación secreta o muerto en combate.
Las víctimas: un dolor silenciado
Para las víctimas y sus familias, la falta de respuestas es una herida abierta. Cristina Salado, quien perdió a su esposo en el ataque, recuerda: «Nos han dejado solos. Éramos una familia normal y nos arrancaron todo». En una entrevista reciente, insistió en que «El Descanso es el gran olvidado del terrorismo en España». Similarmente, Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, ha abogado por reabrir el caso, calificándolo como «una deuda histórica con las víctimas».
En 2025, coincidiendo con el 40 aniversario, la Fundación Víctimas del Terrorismo organizó un homenaje en Madrid. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, presente en el acto, afirmó: «Este atentado fue un aviso de lo que vendría después. No podemos ignorar su significado». Las palabras oficiales, aunque sentidas, no han traducido en avances concretos.
Por qué la autoría yihadista importa
Entre las hipótesis, la Yihad Islámica sobresale por su consistencia. Su reivindicación, el contexto geopolítico y la posible conexión con Setmarian forman un cuadro que no puede descartarse. Comparado con las retractaciones de ETA y GRAPO, o las teorías sin sustento sobre otros grupos, el rastro yihadista ofrece una narrativa coherente. Más aún, este atentado podría haber sido el primer golpe del terrorismo islamista en España, un precursor del 11-M que pasó desapercibido.
La evolución de la tecnología forense y la colaboración internacional contra el terrorismo ofrecen hoy herramientas que no existían en 1985. Reabrir el caso no solo es posible, sino necesario, para esclarecer si la Yihad Islámica —y Setmarian— estuvieron detrás de esta tragedia.
Un llamado a la acción
Han pasado 40 años desde aquella noche en El Descanso, y las 18 vidas perdidas aún claman justicia. Las víctimas no merecen ser una nota al pie en la historia del terrorismo español; merecen verdad y reparación. Este atentado, olvidado por muchos, nos recuerda que la lucha contra el terror no comenzó en 2004, sino mucho antes, con un estallido que cambió para siempre a Torrejón de Ardoz.
Es hora de que España mire atrás y enfrente este enigma sin resolver. Las familias de las víctimas, los heridos y la sociedad entera tienen derecho a saber quiénes fueron los responsables y por qué. Con cada año que pasa, la deuda crece. La autoría yihadista, respaldada por las pruebas disponibles, debe ser el punto de partida para una investigación renovada. Porque olvidar El Descanso es olvidar una parte de nosotros mismos.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.