En un artículo publicado en la revista internacional Equator, Lilith Verstrynge, exsecretaria de Organización de Podemos y una de las figuras más prometedoras de la izquierda española, ha ofrecido por primera vez una explicación detallada de su abrupta salida del partido hace casi dos años. Bajo el título «Adiós a Podemos, mi despedida de la política con 31 años», Verstrynge describe un proceso de desencanto progresivo que la llevó a renunciar a su escaño en el Congreso y a todos sus cargos orgánicos en enero de 2024. Sus palabras, cargadas de autocrítica y análisis incisivo, pintan un retrato de una formación política que, según ella, se desconectó de la realidad social, sumiéndose en la «paranoia interna» y en una obsesiva «búsqueda de enemigos». «Dejamos de hablarle a la gente, hablábamos a fantasmas», resume Verstrynge, una frase que encapsula su diagnóstico sobre la pérdida de conexión con el electorado y la transformación de Podemos en un ente ensimismado.
Esta revelación llega en un momento delicado para la izquierda alternativa en España. Podemos, nacido del movimiento 15M en 2014 como un soplo de aire fresco contra el bipartidismo del PP y el PSOE, ha experimentado un declive electoral notable. De los 69 escaños obtenidos en las elecciones generales de 2015, pasó a solo cinco en 2023, integrados inicialmente en la coalición Sumar liderada por Yolanda Díaz. La ruptura posterior con Sumar y el paso al Grupo Mixto en el Congreso marcaron un punto de inflexión, exacerbando tensiones internas que Verstrynge ahora expone con crudeza. Su testimonio no solo ilumina las dinámicas internas del partido, sino que también invita a una reflexión más amplia sobre los desafíos de los partidos de izquierda en Europa, como Syriza en Grecia o La France Insoumise en Francia, que han enfrentado similares crisis de identidad y liderazgo.
El ascenso meteórico de Verstrynge en Podemos
Lilith Verstrynge irrumpió en la escena política española con apenas 20 años, impulsada por el fervor del 15M. Tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid y en la Sorbona de París, se unió a Podemos en sus inicios, trabajando como asesora en el Parlamento Europeo desde 2014. Su trayectoria la llevó a convertirse en una colaboradora cercana de Pablo Iglesias, fundador del partido, quien la elogió públicamente por su inteligencia y compromiso. En 2021, tras la dimisión de Iglesias como vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Ione Belarra asumió la secretaría general y designó a Verstrynge como secretaria de Organización, convirtiéndola en la «número tres» del partido.
Durante su mandato, Verstrynge jugó un papel clave en la negociación de alianzas electorales, incluyendo el acuerdo con Sumar para las generales de 2023. Este pacto permitió a Podemos obtener cinco escaños, uno de los cuales ocupó ella misma. Sin embargo, las tensiones surgieron rápidamente. Tras el fracaso en las negociaciones para entrar en el Gobierno de coalición con el PSOE, la dirección de Podemos decidió romper con Sumar y pasar al Grupo Mixto, una decisión que Verstrynge ahora critica como un error estratégico que aceleró la desconexión con los votantes. «En lugar de demostrar a los votantes que Podemos podía seguir haciendo política, decidimos votar en contra, o amenazar con votar en contra, de cualquier cosa que el Gobierno de Sánchez proponía», escribe en su artículo, refiriéndose incluso a medidas progresistas como la reforma del subsidio de desempleo.
Su salida en enero de 2024 fue anunciada con un mensaje escueto en redes sociales: «Las despedidas son difíciles y tristes. Dejo mis responsabilidades políticas y también el acta de diputada. Mil gracias a la militancia de Podemos y a las personas que habéis confiado en mí estos años». En aquel momento, líderes como Belarra y Montero aludieron veladamente a problemas de salud, enfatizando la necesidad de «cuidarse». Sin embargo, Verstrynge aclara ahora que su decisión no se debió a cuestiones personales, sino a un profundo desencanto político. «Me sentía mucho más mayor que mis amigos y eso que era la única que todavía no se había casado ni tenía hijos. Aunque había aprendido mucho en una organización que había ayudado a redefinir Europa después de la crisis financiera, también me había vuelto más dura y cínica», reflexiona.
Críticas a la estructura orgánica y la «paranoia interna»
Uno de los ejes centrales de las declaraciones de Verstrynge es la crítica a la debilidad estructural de Podemos. Como secretaria de Organización, se enfrentó a un partido sin raíces territoriales sólidas, dependiente en exceso de figuras nacionales y redes sociales. «Poco después de estrenarme en el puesto, un dirigente del partido me sugirió que lo que deberíamos hacer es cerrar cada delegación territorial y convertir Podemos en un partido con 10 líderes nacionales fuertes», relata. Esta propuesta, que rechazó por inviable, ilustra para ella un desinterés por el «tedioso trabajo de levantar cuadros locales, entrenar dirigentes, mantener encuentros regulares y mantener una infraestructura que mantuviese vivo al partido entre ciclos electorales».
Verstrynge argumenta que Podemos se convirtió en un «partido online» que heredó vicios del viejo sistema político sin innovar en organización. Esta falta de base contribuyó a una deriva ideológica: a partir de 2020, el debate político interno menguó, sustituido por una «creciente paranoia». «La fuerza inicial de Podemos fue que sacó a cientos de miles de personas de la apatía, pero en 2020 la principal experiencia de trabajar en Podemos era el menguante debate político y la creciente paranoia interna», escribe. Esta paranoia transformó la política en un «ejercicio de lealtad ciega», con una constante «búsqueda de enemigos internos» y teorías conspirativas que culpaban a periodistas y medios de todos los males. «La conspiración estaba por todas partes y culpábamos indiscriminadamente a los periodistas y a los medios, hasta el punto de afirmar que era mejor tener votantes que no leyeran ninguna noticia. Los medios ya no eran una herramienta, sino un enemigo», denuncia.
La figura de Pablo Iglesias emerge como un factor agravante. Aunque ya fuera de la dirección, Iglesias mantenía influencia a través de chats internos y su programa de televisión, a veces anticipando posiciones oficiales del partido. Verstrynge recuerda un episodio en el que Iglesias propuso un acto masivo contra la alianza de Yolanda Díaz: «Era imposible. En aquel momento quizás podríamos haber juntado a 2.000 si el tiempo acompañaba. ¿Cómo no era capaz de comprender que Podemos ya no era un partido capaz de reunir 40.000 personas en ningún evento?». Esta desconexión con la realidad, sumada a la victimización ante campañas mediáticas adversas, creó una «zona de confort» basada en el victimismo, alejando al partido de sus votantes originales.
Reacciones y el eco en la esfera pública
Las declaraciones de Verstrynge han generado un revuelo inmediato en el ecosistema político español. Desde Podemos, el secretario de Organización y portavoz, Pablo Fernández, ha respondido que el partido «no comparte las opiniones» de su antecesora, defendiendo la gestión actual y recordando logros como la ley de vivienda o la reforma laboral. Fernández ha enfatizado que Podemos sigue siendo un «espacio de debate democrático» y ha valorado el trabajo de Verstrynge durante su etapa, pero ha criticado que sus palabras ignoren el contexto de «ataques constantes» desde la derecha y los medios. Ione Belarra, en un tono más conciliador, ha reiterado en redes sociales que «Podemos siempre será tu casa», aunque sin abordar directamente las críticas.
En el espectro más amplio de la izquierda, figuras como Yolanda Díaz han evitado comentarios directos, pero analistas como el politólogo Ignacio Jurado, en un artículo para El País, interpretan las palabras de Verstrynge como un síntoma de la «fatiga populista» en Europa, donde partidos como Podemos luchan por transitar de la insurgencia a la institucionalización.
Implicaciones para la izquierda española y lecciones globales
El testimonio de Verstrynge no es solo un ajuste de cuentas personal; refleja crisis estructurales en la izquierda alternativa. Podemos irrumpió rompiendo el bipartidismo, pero su dependencia de líderes carismáticos como Iglesias y su fracaso en construir una base orgánica sólida lo han dejado vulnerable. Según datos del CIS, el apoyo a Podemos ha caído del 21% en 2015 al 3% en 2025, con votantes migrando a Sumar o absteniéndose. Verstrynge advierte que sin «democracia interna» y diálogo constante con los seguidores, estos proyectos están condenados: «Si no construyen una organización con democracia interna, no veo mucho futuro en ellas. Y nunca deben dejar de hablar a sus seguidores. Cuando la gente siente que su participación deja de importar, se van a otro lado».
En un contexto europeo donde formaciones similares enfrentan divisiones –como el Labour post-Corbyn en Reino Unido–, las palabras de Verstrynge invitan a repensar el equilibrio entre ideología y pragmatismo. Actualmente, Verstrynge se dedica a la docencia universitaria y colaboraciones mediáticas, sin planes de retorno: «Para hacerlo necesitaría estar segura de que he aprendido lo suficiente para hacer las cosas mejor y de que pueda volver a confiar lo suficiente en un proyecto como para creer en él. Ninguna de las condiciones se da en estos momentos».
Esta revelación podría marcar un punto de no retorno para Podemos, obligando a una introspección que determine si el partido puede reinventarse o si, como sugiere Verstrynge, ha perdido irremediablemente el pulso con la sociedad. En última instancia, su adiós no es solo personal, sino un espejo incómodo para una izquierda que debe elegir entre la pureza ideológica y la relevancia electoral.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





