Cuando Luis Buñuel lanza en 1929 su primer film, París se extasía ante las bellezas vanguardistas que llenan las páginas de las revistas literarias, los salones de exposiciones, las pantallas del «Studio des Ursulines» «La Lanterne Magique». Ya Clair había realizado estrenado su «Entr’acte», Gremillon su «Tour au Large» Epstein, su obra maestra «La caída de la casa Usher». De repente, de manera inesperada, Buñuel se revela al público parisién con una obra extraña, desconcertante aún para los mismos cultivadores de los ismos al uso el «Studio 28», en su octavo programa, incluía entre un viejo film cómico de Harold Lloyd un melodrama policíaco de Donald CrispCrisp «Los caballeros de la noche», una realización de dos poetas españoles -poetas en la más amplia acepción de la palabra-, Luis Buñuel Salvador Dalí, apenas aún conocidos en Francia.

«Un Chien Andalou», agrio, molesto, antiarrítmico en muchas de sus partes, provocó los mayores entusiasmos, los más furibundos ataques, sencillamente porque significaba un algo entre las bobadas surrealistas al uso. Prescindiendo ahora de nuestras opiniones acerca de este movimiento todavía tan discutido, hemos de reconocer que la primera obra de Buñuel nos revelaba un hombre que conocía bien el cine, sus problemas, cosa que supo confirmarnos al lanzar un año después «L’Age d’Or», presentada como una superación de «Un perro andaluz», que, sin embargo, sin significar un retroceso, no logró serlo. «L’Age d’Or», realizada sobre un escenario de pintor, Dalí pretende nada menos que presentar la línea, recta pura de «conducta» dc un ser que persigue clamor a través de los innobles ideales humanitarios, patrióticos, otros miserables mecanismos de la realidad, es, claramente dicho, toda una diatriba contra la religión una burla del amor espiritual, pero los ataques eran un poco burdos, mal dirigidos sinceramente creemos que con mayor agudeza intención se pueden descubrir mejor las mentiras de las religiones oficiales destacar la avaricia, la amoralidad, la impudicia de los que viven cultivándolas.

Tras «L’Auge d’Or» viene un largo silencio. Alguien podría creer que arrepentido Buñuel de sus audacias había entrado en un convento para purgar pasados errores: nada de eso. De repente el inventor del conde de Blangis nos sorprende sabiéndole en España, camino de Las Hurdes, arrebatando en su cániara el secreto de su miseria.

Por ello, ya que su última obra parece que ha de seguir siendo desconocida de los españoles, hemos querido hacer su realizador unas preguntas acerca del film, de sus proyectos, también de sus ideas sobre el cinematógrafo. Aquí están las preguntas, las respuestas, sin un comentario que pudiera desvirtuarlas.

Entrevista a Luis Buñuel (Las Hurdes)

– ¿Cómo juzga usted la situación del cinema comercial? ¿Se lanza hacia el fracaso o marca una superación?

– Con el film comercial ocurre lo que con otras manifestaciones artísticas de nuestra época, que corre velozmente la decrepitud, como la misma sociedad que lo produce.

– ¿Qué films comerciales considera usted como modelos? ¿Qué films de entre esos hubiese usted deseado realizar?

– «La parada de los monstruos», «El acorazado Potemkin», «La femme aux corbeaux», «Sombras blancas en los mares del sur», «Soy un fugitivo», son modelos para mí, sin que esto quiera indicar que yo hubiera deseado realizar alguno de ellos. Cada hombre tiene una manera diferente de ver las cosas. En el «Potemkin», por ejemplo, me estorba la personalidad del realizador, imbuido de los tópicos artístico-técnicos de ciertos «inetteur en scene» francés, como Epstein o Dulac. Eisenstein tiene el temperamento de un viejo profesor de arte, que yo no comparto, Lo admirable de su obra consiste en haber sido inspirada, animada por todo un pueblo ya liberado de sus enemigos de clase.

– En la situación actual del mundo, ¿es justo cultivar el arte puro, es decir, el arte por el arte?

– Todo arte, aun el más abstracto, entraña siempre una ideología, contiene un sistema completo de ideas morales. Fatalmente, estará situado en un otro polo de la moralidad. Para casi todo el futurismo, el dadaísmo eran en 1918 dos formas de «arte por el arte». El tiempo ha demostrado que en la primera latía yo, el embrión de un arte fascista, mientras que el dadaísmo tenía marcada su evolución hacia el materialismo dialéctico.

– ¿Qué influencias, qué innovaciones, ha aportado la vanguardia al cinema comercial?

– La vanguardia cinematográfica no ha aportado ninguna, innovación al cinema comercial, sino que, por el contrario, casi todas las «innovaciones» de los films vanguardistas eran plagio de ciertos momentos de films americanos o alemanes comerciales. Aprovecho la ocasión que aquí se me ofrece, para afirmar una vez más, que nunca juzgué vanguardistas a mis films. No tuvieron de común con la llamada vanguardia, ni la forma ni el fondo.

– ¿Cree usted qué de alguna manera podría interesarse en España la creación de un cinema esencialmente popular? Y en caso de juzgarlo posible, ¿cómo cree que debería enfocarse la cuestión?

– No creo posible dentro del marco actual de nuestra sociedad la creación de un cine realmente popular. La existencia de la censura, entre otras cosas, se encarga de impedirlo.

– ¿Qué ha querido decir con su nuevo film? ¿Está satisfecho del resultado obtenido?

– En mi nuevo film -nuevo hace dos años- quise mostrar objetivamente un aspecto general de la vida humana en un país miserable, ateniéndome las limitaciones impuestas por el metraje del film, la falta de material sonoro.

– ¿Las Hurdes significa en usted una rectificación o una evolución?

Dicho film no significa sino la continuación de mi carrera.

– Siguiendo el ejemplo de otros realizadores de vanguardia: Clair, Chomette, L’Herbier, Germaine, Dulac, Epstein, ¿intentaría usted dirigir películas francamente comerciales?

– Si al decir francamente comerciales se sobreentiende una concesión más consuetudinaria, y un nuevo intento de embrutecimiento colectivo, me opongo resueltamente dirigir tales producciones, como me he opuesto prácticamente cuando la ocasión se ha presentado. Pero realizar un film comercial, es decir, un film que ha de ser contemplado por millones de ojos y cuya línea moral sea prolongación de la que rige mi propia vida, es empresa que consideraré como una suerte el emprender.

Ya lo saben, por consiguiente, los flamantes capitalistas españoles: Buñuel, un director, es decir, algo distinto de un Perojo O un Roldán, les espera para constituir un film también diferente de lo que es un «Yo canto para ti» una falsa «Crisis mundial».

*Entrevista a Luis Buñuel publicada por José Castellón Díaz en la revista Nuestro Cinema el 15 de febrero de 1935.

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