altDe la sensación de frialdad del turista, entre esquimales en octubre, bajo la luz de contrainvierno, a la frondosidad arropadora del bosque. Sin irse por las ramas, yendo a la sabia savia, a la esencia, recuperando la brújula y el norte. Éste ha sido el viaje de Blaumut

 

 

 

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De la sensación de frialdad del turista, entre esquimales en octubre, bajo la luz de contrainvierno, a la frondosidad arropadora del bosque. Sin irse por las ramas, yendo a la sabia savia, a la esencia, recuperando la brújula y el norte. Éste ha sido el viaje de Blaumut, que este jueves estrenó en L’Auditori de Barcelona la gira de presentación de su segundo disco, “El primer arbre del bosc”, en el ciclo “Amplificats”. O sea, el álbum de la confirmación, el que pone a prueba si una banda puede/sabe ir más allá de la ilusión del debut y tiene garantías de continuidad más allá de un single afortunado. El trabajo, autoeditado y autoproducido, ha llegado el número 1 en iTunes España.

 

Reforzados por el guitarrista Carlos Montfort y el pianista Dani Espasa, -que acompañó al cantante Xavi de la Iglesia en un concurso de cantautores en el programa “Les mil i una” de Jordi González allá por 1999-, el quinteto volvió a hacer bandera de su hecho diferencial: la fusión del pop (y menos folk) con instrumentos de música clásica: violín, violoncello y contrabajo. Como resultado, paisajes de elegancia y belleza imposibles de traducir en palabras. Más que inescrutables, inescritables

 

Los divertidos monólogos de Vassil Lambrinov entre canción y canción, -cada vez más breves debido al aumento del repertorio-,  amenizaron un espectáculo de casi dos horas iniciado con la canción que da título al disco. El grupo se centró en los nuevos temas, por lo que apenas intercaló joyas de “El turista”. La instrumental “El pont de l’Accademia” sirvió para homenajear las víctimas de la reciente tragedia aérea y “Previsions d’acostament”, no editada en ningún CD, fue la única sorpresa del guión

 

En el segundo intento, y cantada en un tono más bajo, “Bicicletas” provocó el primer estallido del público (variado, con muchos niños), alzado ante la rigidez ceremoniosa de un recinto tan majestuoso y formal. Lambrinov dedicó una canción a sus excompañeros de colegio y “Piano” inició una tanda de tres bises. Como colofón, las dos canciones del silbido unidas, “Pa amb oli i sal” y “Tornarem a casa”, con un “pa-pa-pa” del público adiestrado para la ocasión.

 

Se echaron en falta temas como “Massa tard”, “I beg your pardon”, -la fantástica adaptación de Espriu que en 2013 recibió el Premi Cerverí a la mejor letra-, y la épica “Les 7 i quart”, segundo single del primer disco y cuya ausencia resultó especialmente dolorosa e injustificable.

 

Ya desaparecidos los geniales Antònia Font, -grupo clave entre el mal llamado rock catalán y la riqueza de la escena actual-, y bajado el soufflé mediático de Manel, Blaumut se reivindica como la formación más consistente del panorama musical catalán. Además, son cercanos, simpáticos y nada divos, se les adivina la autenticidad y espontaneidad propias de la buena gente. La voz distintiva de su cantante y el cóctel natural entre el pop y los matices y recursos emotivos de los instrumentos clásicos les hacen destacar. No son una banda más del montón ni les ha sonado la flauta. Lo suyo es el silbido y cuadrar el círculo en la ruta esférica del tiempo.

 

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