La carretera que atraviesa la provincia de Azerbaiyán oriental en Irán serpentea entre riscos montañosos de formas caprichosas. Es un paisaje soberbio, con el omnipresente monte Sahand de más de 3.700 metros de altura a lo lejos. De tanto en tanto, surgen pequeñas aldeas a ambos lados de la autovía. Son aldeas sencillas, muy humildes.

Los tonos marrones y rojizos de los montes contrastan con el ocre de las casas de adobe. Más allá, donde la vista se pierde en el horizonte, se encuentra Tabriz, capital de la provincia y principal centro industrial del noroeste del país.

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La provincia de Azerbaiyán oriental es un punto y a parte dentro de la República Islámica de Irán. Con una población de unos tres millones y medio de habitantes, la influencia turca es aquí muy clara. Basta con echar un vistazo a la fisonomía de sus habitantes –con un tono de piel más oscuro- o a su vestimenta para darse uno cuenta enseguida de que estamos en una zona muy distinta a la del resto del país. Y esto es evidente, sobre todo, en el medio rural. Aquí el negro del chador ha quedado desterrado en favor de colores vistosos, llamativos, y las mujeres utilizan un simple pañuelo para cubrirse la cabeza tal como manda la ley islámica del país y no el chador, la tela que cubre de pies a cabeza. Además, tienen costumbres propias e, incluso, hablan un idioma propio que deriva del turco y no el farsi, la lengua oficial de Irán

La zona de Azerbaiyán oriental, fronteriza con las ex repúblicas soviéticas de Azerbaiyán y Armenia, es una de las treinta provincias de Irán. Tradicionalmente, sus gentes se han dedicado a la agricultura y a la producción de alfombras, artesanía con la que se han hecho mundialmente famosos. Cada vez más, sin embargo, la región se está convirtiendo en un importante centro industrial al encontrarse en la ruta que enlaza Asia con Europa. La industria alimenticia y la fabricación de maquinaria agrícola se están convirtiendo en el motor económico de Azerbaiyan. Y Tabriz, su capital, es el epicentro de toda esa transformación.

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo ni quién fundó Tabriz, aunque ya se tiene constancia de la ciudad en el siglo XIII, cuando era capital de Azerbaiyán. Después, por un breve periodo de tiempo, fue la residencia oficial de los reyes del imperio persa. Después, cayó en el olvido y perdió buena parte de su esplendor.

En la actualidad, con unos dos millones de habitantes, es la cuarta ciudad del país, un importante centro comercial e industrial y un nudo de transportes vital para la economía de Irán.

Testimonio de su esplendor en el pasado es el bazar, uno de los más interesantes del país, construido en el siglo XVIII y la mezquita azul, del siglo XV, prácticamente destruida por un terremoto aunque todavía conserva parte de la cerámica y de los azulejos que la hicieron famosa en la Edad media. Pasear por el bazar de Tabriz es trasladarse a otra época y a un lugar en el que los aromas y los colores transforman todos nuestros sentidos. Los puestos de alfombras se mezclan con los colores de los tejidos, los olores de las especias, o de la carne…..todo ello arropado con el bullicio propio de un bazar.

Cerca de Tabriz se encuentra Kandovan, un pueblo con una fisonomía singular que nos recuerda a la Capadoccia turca. Desde tiempos inmemoriales, sus habitantes viven en casas trogloditas excavadas en rocas de formas cónicas. Son decenas de casas-cueva que trepan por las paredes rocosas y a las que se accede a través de empinadas cuestas. Viviendas pensadas para soportar las inclemencias metereológicas de la región: inviernos rigurosos en los que las temperaturas pueden descender hasta los veinte grados bajo cero y veranos de calor extremo.

También aquí, como en otros puntos de la provincia de Azerbaiyán, se percibe la diferencia de este pueblo.

Periodista.

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