En una maniobra diplomática que reafirma la influencia estadounidense en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el presidente Donald Trump ha impulsado la adopción de una resolución que privilegia el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental, marginando de facto las aspiraciones independentistas del pueblo saharaui. La resolución 2797 (2025), aprobada el 31 de octubre con 11 votos a favor, tres abstenciones (China, Pakistán y Rusia) y la no participación de Argelia, extiende por un año el mandato de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), pero introduce un lenguaje que consolida las tesis marroquíes, describiendo su propuesta de autonomía como la «base» para negociaciones futuras. Este texto, aunque suavizado en su redacción final respecto a borradores iniciales más agresivos, representa una nueva traición al pueblo saharaui, cuyo derecho a la autodeterminación –consagrado en resoluciones previas de la ONU– parece cada vez más diluido en el laberinto de la geopolítica global.
Desde 1991, el Consejo de Seguridad renueva rutinariamente el mandato de la MINURSO, establecida por la resolución 690, para supervisar un referéndum de autodeterminación que nunca se ha materializado. El territorio del Sáhara Occidental, una antigua colonia española abandonada en 1975, ha sido escenario de un conflicto prolongado entre Marruecos, que ocupa cerca del 80% del área, y el Frente Polisario, movimiento independentista respaldado por Argelia que controla el restante 20% y administra campos de refugiados en Tinduf. La guerra abierta entre 1975 y 1991 dejó miles de víctimas y desplazados, culminando en un alto el fuego mediado por la ONU y la Organización de la Unidad Africana (hoy Unión Africana). Sin embargo, el referéndum prometido –que permitiría a los saharauis elegir entre integración con Marruecos o independencia– ha sido obstaculizado por disputas sobre el censo electoral y la intransigencia de Rabat, que rechaza cualquier opción que cuestione su soberanía.
La resolución 2797 marca un punto de inflexión. Redactada por Estados Unidos bajo la dirección del embajador Mike Waltz, el texto expresa «pleno apoyo» al Enviado Personal del Secretario General, Staffan de Mistura, para facilitar negociaciones «tomando como base la Propuesta de Autonomía de Marruecos» de 2007. Esta propuesta prevé un gobierno local electo con competencias legislativas, ejecutivas y judiciales, pero reserva a Marruecos el control sobre defensa, asuntos exteriores y religión. El Consejo reconoce que una «autonomía genuina podría representar el resultado más factible» y urge a las partes a someter ideas «constructivas» en respuesta a esta propuesta, sin mencionar explícitamente alternativas como la independencia. Además, solicita al Secretario General Antonio Guterres una revisión estratégica de la MINURSO en seis meses, considerando el progreso de las conversaciones.
El tono inicial del borrador estadounidense era más contundente, proponiendo una renovación de solo seis meses para presionar por un acuerdo rápido y calificando la autonomía marroquí como la «única solución realista». Sin embargo, tras intensas negociaciones –que incluyeron concesiones a miembros como Rusia y China–, el texto final se moderó, extendiendo el mandato a un año y eliminando referencias que prejuzgaban el resultado. A pesar de esta dilución, el documento refuerza las tesis de Marruecos al posicionar su plan como el eje central, ignorando en gran medida la propuesta ampliada del Polisario presentada el 20 de octubre de 2025, que insiste en un referéndum con opción independentista.
La mano de Trump es evidente en esta victoria diplomática para Rabat. En julio de 2025, el presidente reafirmó el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, una política inaugurada en diciembre de 2020 durante su primer mandato como parte de los Acuerdos de Abraham, que normalizaron relaciones entre Marruecos e Israel a cambio de este gesto. «Creemos que la paz regional es posible este año», declaró el embajador Waltz en su explicación de voto, enfatizando el compromiso de Trump con una solución «justa y duradera» basada en la autonomía marroquí. Esta postura no es aislada: forma parte de esfuerzos más amplios de la administración Trump para mediar un «acuerdo de paz» entre Marruecos y Argelia, con el enviado especial Steve Witkoff liderando negociaciones que buscan resolver tensiones regionales, incluyendo el cierre de fronteras desde 1994. Analistas ven en esto un «poderío estadounidense» que impone agendas nacionales en el Consejo, como criticó el representante ruso, quien abstuvo su voto por considerar el texto «desequilibrado».
Para Marruecos, la resolución es un «capítulo victorioso» que consolida su «marroquinidad del Sáhara». El rey Mohamed VI la celebró como una solución «ganar-ganar» que ofrece una «salida honorable» a todas las partes, urgiendo a los refugiados saharauis en Tinduf a respaldar la autonomía. Miles de marroquíes salieron a las calles en ciudades como Laayún y Rabat, ondeando banderas y coreando eslóganes patrióticos, en un despliegue de euforia orquestado por el gobierno. Francia, aliada clave de Marruecos, aplaudió el texto, afirmando que el futuro del Sáhara «cae dentro del marco de la soberanía marroquí». Otros países como Reino Unido y España –esta última, potencia administradora histórica– han respaldado gradualmente la autonomía, con Madrid cambiando su posición en 2022 bajo presiones diplomáticas y de inteligencia.
En contraste, el Frente Polisario denunció la resolución como una «peligrosa desviación» de la doctrina de descolonización de la ONU, que viola el estatus internacional del Sáhara como territorio no autónomo. Sidi Omar, representante del Polisario, afirmó que el texto «no implica reconocimiento de la soberanía marroquí» y rechazó participar en cualquier proceso que legitime la «ocupación militar ilegal». El movimiento reafirma su compromiso con el derecho «inalienable e imprescriptible» de los saharauis a la autodeterminación, advirtiendo que enfoques unilaterales solo exacerbarán el conflicto y amenazarán la estabilidad regional. Argelia, por su parte, lamentó que la resolución ignore las propuestas del Polisario y limite la creatividad para un acuerdo, citando a Woodrow Wilson para recordar que la autodeterminación no es una «frase mera» sino un «principio imperativo». El embajador argelino, Amar Bendjama expresó pesar por qué la iniciativa de Trump para la paz regional no haya recibido apoyo pleno, prediciendo su fracaso sin condiciones equitativas.
Esta resolución representa una traición más al pueblo saharaui, cuya lucha por la independencia ha sido sistemáticamente erosionada por intereses geopolíticos. Desde la ruptura del alto el fuego en 2020 –tras incursiones marroquíes en la zona tampón de Guerguerat–, el conflicto ha escalado con enfrentamientos esporádicos y un bloqueo humanitario que afecta a 173.000 refugiados. La MINURSO, criticada por su ineficacia en monitorear derechos humanos, se ve ahora relegada a un rol subsidiario en un proceso que prioriza la autonomía sobre el referéndum. Expertos como el International Crisis Group advierten que esta imposición estadounidense podría «congelar» el conflicto, fomentando expectativas no cumplidas y posibles escaladas, especialmente si Argelia responde con medidas retaliatorias como el cierre de gasoductos o apoyo militar aumentado al Polisario.
En el contexto más amplio, la acción de Trump refleja un patrón de diplomacia transaccional: el reconocimiento de 2020 fue moneda de cambio por la normalización marroquí-israelí, y ahora busca un «acuerdo del siglo» en el Magreb para contrarrestar influencias rusas y chinas en África. Sin embargo, ignora precedentes como la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, que manda la descolonización sin imposiciones. Para los saharauis, este es otro capítulo de abandono: España traicionó en 1975 con los Acuerdos de Madrid, la ONU ha fallado en implementar el referéndum, y ahora Estados Unidos entierra su sueño independentista bajo el peso de la realpolitik.
El futuro es incierto. Si las negociaciones avanzan bajo el paraguas de De Mistura, podrían abrirse rondas de diálogo en Ginebra, pero sin concesiones mutuas –como un censo electoral inclusivo o monitoreo de derechos humanos–, el estancamiento persistirá. Marruecos gana tiempo para consolidar su control económico, explotando recursos como fosfatos y pesquerías, mientras el Polisario apela a la Unión Africana y cortes internacionales, como el Tribunal de Justicia de la UE que ha invalidado acuerdos comerciales con Rabat. En última instancia, la resolución 2797 no resuelve el conflicto; lo reformula a favor de los fuertes, perpetuando una injusticia que clama por una solución genuina y equitativa.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.




