Dentro de las reformas político-jurídicas sobre Malversación que pretende la actual Coalición, ha surgido una nueva propuesta relativa al enriquecimiento ilícito como figura penal.

Ambos términos arriba citados, y la proximidad de sus significados, no justifica en nuestra opinión la presentación de una Enmienda “A MEDIDA”, y que pudiera dar lugar que su propuesta, pudiera significar intromisiones legislativas, igual que antecedentes anteriores recientemente conocidos, y condujeran, a nuevos enfoques destinados a crear posibles confusionismos llegados el momento.

¿Se esperaría a momentos de conveniencia política futura con ambigüedades para los objetivos en cartera?

Nuestra Jurisprudencia, docta en sabiduría, precisa cuando es de menester, mostrando tanto a la Administración como a ciudadanos, el procedimiento adecuado a seguir dentro de los Principios Generales del Derecho.

No vamos a aburrir a nuestros lectores, reflejando Sentencias del Tribunal Supremo. Únicamente citaremos sus fechas (12.09.2005) y (06.02.2006), reiterando ambas, fundamentos basados en Principios y Requisitos de una trayectoria histórica de antigua y de rancia resonancia hasta la legislación actual.

…se produce un resultado por virtud del cual una persona se enriquece a expensas de otra que, correlativamente, empobrece, careciendo de justificación o de causa que lo legitime, de tal manera que surge una obligación cuya prestación tiende a eliminar el beneficio del enriquecimiento indebido.

Su sentido técnico-jurídico es correcto y preciso dentro del contexto de la sociedad, y no justifica ningún tipo de cambio que pudiera dar lugar a otras soluciones interesadas, ya que el valor, doctrinal expuesto, se encuentra basado en que dichos ciudadanos observan, con frecuencia, distintas contingencias cercanas más a un tráfico de supervivencias políticas que al interés general qué debe dispensar un Gobierno.

El autor ha contribuido con su modesta Tesis Doctoral a la lucha contra la corrupción en sus mil y una formas, manifestando que también existe un amplio número para combatirla, sin que suelan prodigarse como muestra de regeneración política suficiente.

A este paso, en que a diario lloramos a nuestros habituales muertos, llegará también el momento en «que probablemente acabemos llorando cuando los hombres nazcan y no cuando mueren.» (Montesquieu, lettres persanes, XL), sobre todo en lo que aún falta de tiempo para continuar por la senda de los desatinos.

Doctor en Derecho por la U.C.M. (Cum Laude). Licenciado en Derecho. Licenciado en Ciencias Políticas. Caballero de Mérito de la Real Orden (Noruega).

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