altSúmate es una asociación inédita dentro del panorama político y social catalán, en tanto que integrada por catalanes de origen foráneo o hijos de tales, que no reniegan de sus raíces españolas ni renuncian al uso de su idioma materno

 

 

 

Súmate es una asociación inédita dentro del panorama político y social catalán, en tanto que integrada por catalanes de origen foráneo o hijos de tales, que no reniegan de sus raíces españolas ni renuncian al uso de su idioma materno, el castellano, pero aceptan la singularidad nacional de Catalunya y se adhieren, como bien indica su nombre, al proceso soberanista catalán.

 

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La asociación Súmate surgió a principios de 2013 con la finalidad de “trabajar por una mayoría social a favor de la consulta soberanista”. En la actualidad cuenta con catorce grupos territoriales en toda Catalunya.

 

Catalanes y españoles, y viceversa

 

Coque García (Hospitalet de Llobregat, 1984), diseñador gráfico de profesión, es uno de los responsables de comunicación de Súmate. Para empezar, define su asociación como “apartidista”, y a continuación aborda la peculiaridad esencial de la misma: “Todos nosotros compartimos un origen común: o hemos nacido fuera de Catalunya o nuestras familias vinieron desde otras regiones de España. Reivindicamos nuestras raíces y no tenemos ningún problema de identidad, pero estamos perfectamente integrados en la sociedad catalana; nos sentimos catalanes y españoles”. Por eso puede leerse en la página web de la organización: “No importa el origen, sino el destino”.

 

Súmate constata la “pluralidad y transversalidad” de la sociedad catalana, y por su composición participa de ambas condiciones: “Nuestra asociación reúne desde catedráticos de universidad hasta trabajadoras de la limpieza, pasando por empleados de banca, obreros fabriles, etc.; jubilados, estudiantes, gente activa o en paro. No es reflejo de una clase social ni tampoco de una procedencia regional concreta (somos aragoneses, extremeños, andaluces, gallegos…”.

 

Una escisión sin ruptura

 

La cuestión principal –o una de ellas– estriba en si Súmate defiende simplemente el derecho a decidir o si, además, se inclina en la consulta por la respuesta del doble “Sí” (es decir, por la creación de un Estado catalán independiente). García opta por la opción independentista, pero no sin una perífrasis previa, relativa a la coyuntura política actual, que para ciertos oídos puede sonar a descargo: “Desde el momento mismo en que el Estado se opone al derecho a decidir, se demuestra que la independencia es la única posibilidad de hacer valer una soberanía popular real sobre las grandes cuestiones que preocupan a la ciudadanía. En el actual marco político, el Estado español no permite a sus ciudadanos esa capacidad de decisión”. En conclusión: “A nosotros [Súmate], al Sí + Sí nos aboca el Estado español; no somos en origen independentistas, pero nos hacen independentistas”.

 

Sin embargo, el portavoz de Súmate insiste en que la toma de partido por la escisión del Estado no implica la ruptura de los vínculos familiares, sentimentales y culturales con España: “No renegamos de esos vínculos. No nos queremos desentender de España, simplemente anunciamos que aquí nos hemos puesto en marcha para decidir nuestro futuro, y deseamos que en España también se concrete un proyecto político transformador, que más adelante permita una buena relación con Catalunya desde el respeto y la igualdad, sin las fricciones que existen ahora mismo, debidas a la imposición del Estado central. No estamos hablando de renunciar a una identidad, sino de que nos dejen votar para ver cómo pensamos solucionar los problemas concretos que tenemos en Catalunya”.

 

“La solución a las actuales fricciones entre Catalunya y España–prosigue el García– pasa por construir dos países que puedan colaborar provechosamente”, y a Súmate le gusta, como ejemplo de buena entente, una organización supranacional al estilo del Consejo Nórdico, que agrupa a delegaciones de los parlamentos de Islandia, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. Este foro “trabaja desde el respeto y la igualdad en beneficio de todos los ciudadanos de sus estados miembros, y no desde un plano de sumisión o inferioridad como el existente entre la administración central española y la comunidad autónoma catalana, que tiene unas aspiraciones distintas a las de otros pueblos de España”.

 

¿Existen las mayorías silenciosas?

 

El atributo de pluralidad reconocible en la sociedad catalana también es usado con asiduidad por quienes están no ya en contra de la independencia, sino del propio proceso de autodeterminación, al considerarlo cicatero y socialmente disgregador. García niega esos epítetos y alerta contra la confusión entre un derecho ciudadano, el de la soberanía, y una opción ideológica, la del unionismo: “Las diferentes posturas dadas en el seno de una sociedad democrática se someten a las urnas sin que el veredicto de las mismas, favorable a una u otra opción, suponga una ruptura social, puesto que la democracia se creó para lo contrario, la resolución pacífica de las disputas políticas. Al impedir el voto, muchos se arrogan la representación de mayorías silenciosas, de cuya existencia no hay constatación alguna. Súmate propone: dejen que los ciudadanos se pronuncien libremente en las urnas sobre esta cuestión concreta y veamos cuáles son las mayorías reales”.

 

 

 

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Una sociedad bilingüe y bien cohesionada

 

“En Catalunya no ha habido una fractura entre dos comunidades”. El entrevistado constata la convicción general de los ciudadanos catalanes, a pesar de las campañas de prensa orquestadas por ciertos doctores en las Ciencias de la Enconación (Forges dixit).

 

No faltan ni han faltado en las filas y aparatos de los partidos catalanes, incluidas las fuerzas nacionalistas, personas de origen foráneo… aunque el apego catalanista de estas gentes tenía siempre como límite –o así lo parecía– el nexo político con el Estado, es decir, la permanencia en el seno de España. Apunta García que, sin detrimento de lo anterior, sí se ha dado en Catalunya una bipolarización entre dos esferas políticas, la una nacionalista catalana, la otra nacionalista española. “Súmate se ve como bisagra entre ambas perspectivas. Queremos ofrecer una opción de unidad entre todos los ciudadanos catalanes”. No obstante, y sin citar nombres, se duele de que “hay gente a la que sí interesa una fractura social, y trabaja para provocarla”.

 

La sociedad catalana ha dado sobradas pruebas de tolerancia lingüística y mestizaje cultural, y Súmate no teme que esta situación pueda revertirse en un Estado catalán independiente. “Hasta ahora, esa convivencia solo ha sido amenazada desde el Estado español, que ha utilizado políticamente la lengua”. Tampoco le caben dudas al portavoz de Súmate sobre la inmersión lingüística: “Hay que mantener el modelo actual, con tres lenguas oficiales [el catalán, el castellano y, en el valle de Arán, el aranés, dialecto del gascón] y una de ellas, el catalán, debe ser vehicular en la enseñanza; es un modelo de consenso en el que están respetados los derechos de todos. Hay que garantizar que todos conozcan el catalán y el castellano, para que todos tengan la libertad de usarlos indistintamente. El problema de Catalunya no es la diversidad lingüística, sino que el Estado no quiere reconocer que el catalán debe ser la lengua prioritaria en la escuela, porque, de otro modo, no sería enseñada en ningún otro lugar”.

 

Transversal… ¿aunque de izquierdas?

 

A pesar de la pluralidad y transversalidad de sus integrantes, y pese a las resistencias de la asociación a considerarse nacionalista, resulta evidente al leer el Manifiesto de Súmate que su denuncia del desequilibrio fiscal, del menosprecio del Estado a las “justas reivindicaciones” de la sociedad catalana y de la destrucción del Estado del Bienestar podría estar firmada por una fuerza de izquierda nacionalista, “lo cual es simple reflejo de la orientación política de la sociedad catalana, que en su mayoría es progresista y de izquierdas; que aspira a mayores niveles de participación y es partidaria de la salvaguarda de los derechos laborales y sociales”.Sin embargo, García insiste en que también hay miembros y simpatizantes de Súmate procedentes de opciones políticas de centroderecha.

 

Se entiende que ese sesgo izquierdista no se contentará con el mero hecho de lograr la independencia, sino que la asociación trabajará, dado el caso, por dotar al nuevo Estado de contenidos acordes a tales declaraciones. Y efectivamente, admite el entrevistado, “no se trata de hacer un simple cambio de bandera, porque así no se gana nada. Tras la consulta queremos seguir teniendo un papel constructivo de cara a un posible proceso constituyente, para expresar nuestras inquietudes y colaborar en la construcción del nuevo Estado con nuestras reflexiones. Pero siempre desde nuestro apartidismo original”.

 

“Las banderas no deben tapar las vergüenzas de nadie”

 

La actualidad obliga y surge el caso Pujol. ¿La confesión del expresidente de la Generalitat ha debilitado el prestigio y fortaleza del proceso soberanista? García se muestra radical en su juicio, a la vez que no deja de expresar cierta chispa de alegría en sus gestos: “Hay un gran deseo por parte del españolismo de que ello sea así, pero no creo que el caso redunde en un perjuicio real. Si queremos regenerar la vida política catalana, ojalá que toda la porquería salga a flote; lo que nosotros queremos es precisamente eso, acabar con un sistema que favorece y oculta la corrupción. El Estado se va a aplicar en el caso Pujol; pues bien, que lo haga, estarán haciendo un favor a la causa soberanista… Pero también me gustaría, por supuesto, que el gobierno dedicara los mismos esfuerzos contra Bárcenas, Blesa o la Infanta Cristina. Las banderas no pueden servir para tapar las vergüenzas de nadie”.

Una vez mencionada la Infanta Cristina, el hilo de la charla conduce a la monarquía, “encarnación de un sistema político inviable” según García. “¿Dónde está la soberanía del pueblo español? ¿Solo en la letra de la Constitución, pero no en los hechos? La imposibilidad de que los españoles puedan decidir sobre la jefatura de su Estado, así como la legislación de aforamiento preparada con urgencia para blindar jurídicamente al rey anterior, también son razones para creer en la necesidad de una nueva organización política, en la que esa soberanía quede plenamente recuperada”.

 

El reflejo de un amplio sector social no representado por los actuales partidos

 

Súmate es reflejo de un grupo significativo en el espectro sociopolítico de Catalunya: el de los ciudadanos que no se reconocen como nacionalistas, ni de un lado ni de otro, y cuya voz –nada insignificante en número– queda ahogada por las proclamas de unos partidos sí posicionados con respecto a la polarización del sentimiento identitario. La voz de un amplio colectivo no-nacionalista que puede optar racionalmente por el independentismo desde un punto de vista estratégico, como vía de solución a una serie de déficits políticos y sociales. García confirma la hipótesis con su caso particular: “No me considero nacionalista, ni español ni catalán; en todo caso sería iberista, lo cual no es incompatible con la existencia de más de tres estados en la península Ibérica, que cooperasen provechosamente entre ellos”. Y constata que dentro del bando independentista hay “personas con ideas y objetivos muy diferentes, pero que comparten la voluntad de discutir sus proyectos en un nuevo marco de igualdad jurídica”.

 

Pero, ¿y si en España triunfara democráticamente una fuerza política drásticamente renovadora? La posibilidad le parece muy endeble al entrevistado: “Las reformas constitucionales exigen el respaldo mínimo de dos tercios del Congreso, por lo que un partido renovador, aun ganando las elecciones, debería pactar con PP y PSOE, que no están por la labor. No vemos solución posible a través de España, creemos más en las posibilidades que se abrirían en el proceso constituyente de una nueva organización estatal”.

 

Ladran, luego cabalgamos

 

La singularidad de Súmate ha valido a sus activistas numerosos piropos, como los de “tontos útiles”, “estómagos agradecidos”, “traidores” o “subvencionados”. El primero es una expresión de uso común entre la izquierda oficial española; en cuanto al último, “es el que más gracia me hace: ¡que me digan dónde hay que ir a buscarlas!”, bromea García. Y prosigue: “Me asombra que desde posiciones nacionalistas españolas se nos llame xarnegos, un término despectivo que en Catalunya está en desuso desde hace muchas décadas: los unionistas recurren a tus orígenes con un discurso casposo y clasista, para tildarte de traidor”. Acusaciones que, al fin y al cabo, son signo de un protagonismo social molesto para ciertos intereses partidistas. Como reza la frase incorrectamente atribuida a Don Quijote: “ladran, Sancho, luego cabalgamos”.

 

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