En las afueras de Ferrara, una ciudad italiana conocida por su patrimonio renacentista y sus murallas medievales, se erige una estructura que parece sacada de una distopía industrial: la Torre Oculus. Este imponente cilindro de hormigón armado, con su ojo vidriado en la cima que da nombre a la torre –»oculus» en latín, refiriéndose al gran tragaluz circular–, domina un paisaje de ruinas fabriles. Construida en la era fascista y abandonada desde 2007, la torre no es solo un testimonio de la arquitectura racionalista italiana, sino también un símbolo de la decadencia de la industria azucarera y alcoholera en el país. En este reportaje, exploramos su historia, su diseño innovador y su potencial como patrimonio industrial, en un momento en que el urbanismo contemporáneo busca redimir espacios olvidados.
Ferrara, en la región de Emilia-Romaña, no es ajena a la grandeza arquitectónica. Su centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, alberga castillos y palacios que evocan el esplendor de los Este, la dinastía que gobernó la ciudad en el Renacimiento. Sin embargo, a pocos kilómetros al oeste, en la zona industrial de Pontelagoscuro junto al río Po, la Torre Oculus representa un capítulo más oscuro y moderno de la historia local. Parte del complejo de la antigua destilería Eridania, esta estructura circular de siete pisos se eleva como un coloso moderno, recordando al Coliseo romano pero reinterpretado en clave industrial. Su silueta, visible desde lejos, ha atraído a exploradores urbanos (urbex) de todo el mundo, quienes la describen como «amenazante» y «funky», un lugar donde el tiempo se ha detenido en medio de la vegetación invasora y el hormigón agrietado.
Orígenes en la Era Industrial Fascista
La historia de la Torre Oculus se remonta a la década de 1930, un período de intensa industrialización en Italia bajo el régimen de Benito Mussolini. En 1935, la compañía Distillerie Italiane obtuvo permiso del gobierno para establecer una planta química cerca de su destilería existente en Pontelagoscuro. Al año siguiente, en 1936, se creó una zona industrial especial en el oeste de Ferrara, equipada con carreteras, ferrocarriles, canales y muelles para atraer industrias químicas y agroquímicas. Este desarrollo fue parte de la política autárquica fascista, que buscaba la autosuficiencia económica mediante la explotación de recursos locales como la remolacha azucarera, abundante en la llanura del Po.
La construcción de la destilería propiamente dicha comenzó en 1939-1940, coincidiendo con la instalación de la primera fábrica de caucho sintético en Italia. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial interrumpió el progreso: en 1944, bombardeos aliados destruyeron parcialmente el sitio. Tras la guerra, la fábrica de caucho no se reanudó, pero la destilería de alcohol sí. Para 1953, se había convertido en la mayor destilería de alcohol de Italia, produciendo más del 30% del total nacional mediante la fermentación de etanol a partir de melaza de remolacha azucarera. Además de alcohol, generaba subproductos como hielo seco, levadura, glicerina y azúcar recuperada.
En 1967, la compañía Eridania adquirió Distillerie Italiane, elevando su capacidad al 37% de la producción nacional de etanol, con 23 millones de litros anuales, más 18.000 toneladas de levadura y 5.500 toneladas de dióxido de carbono. La planta creció rápidamente: en 1976, producía 100.000 litros diarios, y para 1990, 220.000 litros. Sus productos –espíritus crudos, rectificados y desnaturalizados– abastecían sectores alimentarios (como licores para Martini), industriales (perfumería, cosméticos) y farmacéuticos. La destilería era famosa por producir «el mejor alcohol de Italia», gracias a la calidad de la melaza local.
El complejo ocupaba casi 120.000 metros cuadrados, con edificios auxiliares como almacenes, laboratorios, oficinas y una central eléctrica con turbinas. Pero el corazón del sitio era la Torre Oculus, diseñada para albergar el equipo de destilación en un vacío central de altura completa. Un puente grúa instalado en 1951 facilitaba el movimiento de maquinaria pesada.
Arquitectura Racionalista: Funcionalidad y Estética Industrial
La Torre Oculus es un ejemplar paradigmático de la arquitectura racionalista italiana, un movimiento que surgió en los años 1920 con el Gruppo 7 (incluyendo a figuras como Giuseppe Terragni y Adalberto Libera) y que enfatizaba la funcionalidad, la simplicidad geométrica y el uso de materiales modernos como el hormigón armado. Influenciado por el racionalismo europeo de Le Corbusier y el Bauhaus, pero adaptado al contexto fascista, este estilo promovía edificios que simbolizaran el progreso industrial y la eficiencia estatal.
La torre, de forma cilíndrica y con siete pisos, mide aproximadamente 30-40 metros de altura (estimaciones basadas en descripciones de exploradores, ya que no hay datos oficiales precisos disponibles). Su estructura principal consiste en pilares de hormigón armado que alternan con pares de ventanas, creando un ritmo visual repetitivo que evoca la serialidad industrial. En el interior, logias perimetrales rodean un vacío central, donde se ubicaban las columnas de destilación. Este diseño no solo optimizaba el flujo de producción –permitiendo la circulación vertical de vapores y líquidos– sino que también maximizaba la iluminación natural a través del gran oculus en el techo, un tragaluz de vidrio que inundaba el espacio con luz diurna, reduciendo la necesidad de iluminación artificial.

Comparada por algunos con un «Coliseo moderno», la torre combina robustez brutalista con elegancia racionalista. El hormigón expuesto, ahora agrietado por el tiempo, resalta su carácter monumental. El puente grúa, aún presente en exploraciones de 2014, añade un elemento mecánico que subraya su función original. Arquitectónicamente, la Torre Oculus representa la transición de la Italia agraria a la industrial: un monumento al ingenio humano en la transformación de la remolacha en alcohol, pero también un recordatorio de la vulnerabilidad de tales estructuras ante cambios económicos.
En comparación con otras obras racionalistas, como la Casa del Fascio de Terragni en Como o la estación de tren de Florencia de Giovanni Michelucci, la Torre Oculus es más utilitaria y menos ideológica. Sin embargo, su escala y forma la convierten en un hito del patrimonio industrial, similar a las minas abandonadas de Zollverein en Alemania o las fábricas textiles de Manchester en Inglaterra. En un contexto italiano, se alinea con el racionalismo aplicado a infraestructuras, como las centrales hidroeléctricas de los Alpes o los silos de grano en Puglia.
La Decadencia y el Abandono: Víctima de Políticas Europeas
La caída de la Torre Oculus comenzó en los primeros años del siglo XXI, cuando la industria azucarera italiana entró en crisis. La destilería dependía totalmente de la melaza, un subproducto de las refinerías de azúcar locales. En 2006, la directiva de la Unión Europea EC 320/2006 impuso cuotas estrictas de producción, reduciendo drásticamente el número de refinerías en Italia de 19 a 4. Esto cortó el suministro de materia prima, haciendo inviable la operación.
En 2005, hubo planes para convertir la planta en una productora de bioetanol, un combustible renovable, pero el proyecto nunca se materializó. Tras múltiples cambios de propiedad, la destilería cerró en 2007, dejando el sitio abandonado. Desde entonces, ha sufrido vandalismo, saqueos y el avance de la naturaleza: vegetación invade los edificios, y el hormigón se desmorona en algunos puntos.
Para 2014, exploradores urbanos como los de Loreph documentaron un complejo accesible pero deteriorado, con laboratorios llenos de papeles y químicos, y una central eléctrica despojada de cables de cobre. En exploraciones de 2019, como las reportadas en foros como 28DaysLater, el sitio seguía vacío, sin seguridad activa, aunque con rumores de perros guardianes. Hoy, gran parte del complejo ha sido demolida; solo la torre permanece, vigilando el paisaje como un centinela olvidado.
El urbex ha popularizado la torre: videos en YouTube muestran ascensos arriesgados a su cima, revelando vistas panorámicas del Po. Sin embargo, esto plantea riesgos: el hormigón crumbling y la falta de mantenimiento hacen que sea peligrosa. Arquitectos y preservacionistas argumentan que tales sitios merecen protección, no demolición, como ejemplos de arqueología industrial.
Perspectivas de Futuro: ¿Revitalización o Olvido?
En los últimos años, han surgido propuestas para revitalizar el área. Un proyecto de tesis en el Politécnico de Milán, por ejemplo, imagina la reconversión del complejo Alc.Este (otro nombre para Eridania) en un espacio urbano mixto, con viviendas, parques y centros culturales. Similar al «Agorà» en un ex-zuccherificio Eridania en otra parte de Ferrara, reimaginado en los 1980s por el arquitecto Stefano Marini como un centro comunitario.
La Torre Oculus podría convertirse en un museo de la industria alcoholera, un mirador público o incluso un hotel boutique, preservando su oculus como elemento icónico. En una era de sostenibilidad, su historia ligada al bioetanol resuena con transiciones energéticas actuales. Sin embargo, la propiedad privada y la falta de fondos estatales retrasan estos planes. Ferrara, con su enfoque en el turismo cultural, podría integrar este sitio industrial en rutas patrimoniales, uniendo el Renacimiento con la modernidad.
Un Legado de Hormigón y Memoria
La Torre Oculus no es solo una ruina; es un puente entre el pasado industrial de Italia y su futuro urbano. Su arquitectura racionalista, funcional y monumental, captura el espíritu de una época en que la industria era sinónimo de progreso. Abandonada por políticas económicas, hoy invita a reflexionar sobre la preservación del patrimonio industrial en un mundo post-industrial. Para Ferrara, redimir la torre podría significar no solo rescatar un edificio, sino revitalizar una comunidad. En las palabras de un explorador: «Es un lugar funky, digno de ser visitado… y salvado».
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





