La violencia de género es un fenómeno que afecta a millones de personas en todo el mundo, y sus repercusiones son especialmente devastadoras en las víctimas más jóvenes. Los niños, niñas y adolescentes que son testigos o víctimas de esta violencia no solo sufren en el momento, sino que las secuelas pueden perdurar a lo largo de sus vidas, afectando su desarrollo social y psicológico.

Los niños, niñas y adolescentes que crecen en entornos donde la violencia de género es prevalente pueden experimentar una serie de efectos negativos. A nivel social, pueden desarrollar dificultades en sus relaciones interpersonales, problemas de confianza y una percepción distorsionada de las relaciones amorosas. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los/as niños/as que son testigos de violencia en el hogar tienen un 50% más de probabilidades de convertirse en agresores o víctimas en el futuro.

Psicológicamente, estos menores pueden sufrir trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático. La Asociación Internacional de Psicología señala que el 70% de los niños que han sido expuestos a la violencia de género presentan síntomas de angustia emocional. Esto puede manifestarse en problemas de comportamiento, bajo rendimiento escolar y dificultades para establecer vínculos afectivos saludables.

Existen diversos recursos a disposición para estas situaciones, sin embargo, aún parecen ser muy desconocidos. Es crucial que estos recursos sean accesibles y conocidos por los menores y sus familias.

La comunicación efectiva es clave para reducir el número de víctimas de violencia de género, especialmente entre las personas menores. Es fundamental que se fomente un ambiente donde los niños, niñas y adolescentes se sientan seguros para hablar sobre sus experiencias y preocupaciones. Esto implica:

  1. Educación en las escuelas: Implementar programas educativos que aborden la violencia de género, enseñando a los y las jóvenes sobre relaciones saludables, respeto y consentimiento. La educación temprana puede ayudar a prevenir la normalización de la violencia.
  2. Sensibilización de la comunidad: Involucrar a padres/madres, educadores/as y miembros de la comunidad en campañas de sensibilización que promuevan la igualdad de género y el respeto mutuo. La comunidad debe ser un espacio seguro donde se escuchen y validen las voces de las personas menores de edad.
  3. Acceso a recursos: Asegurar que los niños, niñas y adolescentes conozcan los recursos disponibles para ellos/as, como líneas de ayuda, servicios de apoyo psicológico y grupos de jóvenes. La información debe ser accesible y presentada, de manera que los y las jóvenes se sientan cómodos/as al buscar ayuda.
  4. Fomentar la empatía y el apoyo: Crear espacios donde los/as jóvenes puedan compartir sus experiencias y recibir apoyo emocional de sus iguales. Esto puede ayudar a romper el ciclo de silencio y aislamiento que a menudo enfrentan las víctimas.

En definitiva, la violencia de género tiene un impacto profundo y duradero en los niños, niñas y adolescentes, afectando a su bienestar social y psicológico. Es esencial que la sociedad en su conjunto trabaje para crear un entorno donde los/as jóvenes se sientan seguros y apoyados. A través de la educación, la sensibilización y el acceso a recursos, podemos contribuir a la reducción de la violencia de género y, en última instancia, salvar vidas. La comunicación abierta y efectiva es una herramienta poderosa en esta lucha, y todos tenemos un papel que desempeñar en la creación de un futuro más seguro para nuestros niños, niñas y adolescentes.

Sara del Peso Ramírez es trabajadora social.

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