En Norte América desarrolló una brillante carrera siendo una de las pioneras en introducir la Historia de las Mujeres en la universidad (Lerner, 1979; Lerner, 2002). La Creación de la conciencia feminista, de la Edad Media a 1870, se publicó en 1993 y constituye la segunda parte de una obra más amplia que Gerda Lerner tituló Women and History. Veamos a continuación el contexto de producción de la obra.

En el marco amplio de cuestionamiento de las relaciones sociales, políticas o culturales propiciadas por el capitalismo y de la razón instrumental de la modernidad a lo largo de los años 60 del siglo pasado, una de las corrientes críticas más importantes fue el llamado “feminismo radical” que desarrolló una gran actividad tanto intelectual como política. En 1966 surgió en los EEUU el famoso movimiento de mujeres, National Organization for Women, NOW, o en 1967 el New York Radical Women, cuyas performances llegarían a tener una gran repercusión. Por otro lado, la conquista de la ciudadanía, derechos políticos y acceso a la educación en el siglo XX por parte de los movimientos feministas en occidente hicieron posible la construcción de un corpus teórico imprescindible que tendrá una gran repercusión social. En ese contexto de efervescencia, Lerner formó parte de los debates relativos a las perspectivas que habría que conjugar para abordar el conocimiento de la experiencia histórica femenina como referente inexcusable para el proceso de emancipación de las mujeres en el capitalismo del siglo XX. Una vez más, tomar conciencia de la situación impulsó tanto la recuperación sistemática de la memoria de las mujeres como la conveniencia de asumir independencia intelectual y política para orientar unas reivindicaciones consideradas propias. Así, desde el marxismo, el psicoanálisis, el anticolonialismo, la teoría crítica o el feminismo, nuevos colectivos reclamaron espacio y capacidad para producir significaciones, interpretar la realidad e intentar modificarla.

El surgimiento de la historia de las mujeres habría que insertarlo en ese escenario en paralelo con el desarrollo de movimientos feministas y los presupuestos teórico-prácticos que venían analizando y experimentando, esto es, que la subordinación de la mujer iba más allá de desigualdades políticas o institucionales: era sistémica y se basaba en estructuras profundas que hundían sus raíces en dinámicas sociales y culturales capaces de permear la cotidianidad; de tal forma que las relaciones de poder se evidenciaban no sólo en la esfera pública sino también en los (supuestos) espacios privados y personales, es decir, “lo personal era político”. La creación de la conciencia feminista es, a nuestro entender, deudora de este marco, aun cuando viera la luz con posterioridadcon el “nuevo espíritu del capitalismo” ya en marcha y con el abandono de una parte del feminismo de sus lazos con la economía política y la teoría crítica social—  al aunar compromiso intelectual y transformación social en un momento en el que las mujeres se reclaman sujeto histórico y objeto de investigación.

Conocimiento histórico: el lugar de las mujeres

Lerner entiende la historia como proyecto transformador de forma que el diálogo con el pasado lo concibe como condición necesaria para explicarnos como sujetos y colectivos desde las preguntas que nos interpelan en el presente. En este sentido, la memoria y su recuperación se convierte en factor clave de emancipación. El hecho de que el relato histórico convencional no se haya hecho eco de los saberes y las vidas de las mujeres es no sólo una deficiencia cognitiva: significa además, apunta la autora, que las mujeres hayamos permanecidos enajenadas de nuestra experiencia colectiva, base necesaria de reflexión y acción, hasta hace apenas unas décadas. Una situación, que dista de estar resuelta actualmente y que no deja de tener implicaciones políticas, sociales y educativas:

La Historia que mayoritariamente se escribe, enseña e investiga, sigue siendo una Historia en la que las mujeres aparecen accidentalmente y sólo en los casos precisos. Es decir, que todavía las mujeres no han sido reconocidas como sujeto social y, por tanto, como sujeto histórico de forma mayoritaria (Segura Graíño, 2015, p. 270).

Porque, si bien es verdad que algunas mujeres figuran en los anales, a menudo, como “excepciones”, las perspectivas de pensadores famosos sobre las mujeres, los sexos, la sexualidad, la familia, etc., no deja de ser considerada desde ópticas feministas, una historia de hombres. Así, la historia de las mujeres que comienza a emerger en los años 70 del siglo XX va a implicar cambios profundos que afectan al propio concepto de Historia que se manejaba hasta ese momento ¿Cuáles eran los presupuestos teóricos y metodológicos en el campo disciplinar y qué cambios se afrontaron? Las historiadoras fueron conscientes de que se necesitaban incluir, en primer lugar, marcos interpretativos y conceptuales adecuados a sus objetivos e intereses. El relato histórico, eminentemente androcéntrico, no disponía de herramientas epistemológicas o metodológicas para tal fin pues se había basado en una única mirada, pretendidamente universalsobre la realidad.

Conciencia feminista e historia de las mujeres

Conceptos como identidad feminista (Amorós, de Miguel, 2018) o conciencia feminista (Lerner 2019) han sido necesarios a la hora de recuperar la historia y los movimientos de emancipación de las mujeres desde la idea que defiende la equiparación de derechos entre varones y mujeres y que cuestiona, por tanto, las estructuras que sostienen las diversas formas en que la desigualdad se despliega. Así, el desarrollo de la conciencia feminista exigiría una praxis cognitiva en la que conocimiento y acción se retroalimentan mutuamente. De modo que, en ese proceso de toma de conciencia, se hace imprescindible la decodificación de los paradigmas dominantes que configuran y materializan las relaciones sociales de injusticia para poder resignificarlas y, paralelamente, la acción colectiva que impulse cambios sociales. En este sentido, podría pensarse en un feminismo avant la lettreen épocas históricas en las que se articularon críticas al discurso de la inferioridad femenina desde diferentes perspectivas. Desde este posicionamiento, Lerner entiende que ha habido una conciencia de subordinación a lo largo de la historia que ha generado reflexiones, análisis y resistencias y cuya datación histórica sería anterior a la lucha por el logro de derechos sociales y políticos (Lerner, 2017). En esta línea se inscribe el trabajo de nuestra autora a la hora de rescatar la historia de las mujeres como agente histórico (tanto en las tareas de reproducción como en el ámbito productivo), y cuando se trata de cartografiar el surgimiento de la conciencia de subalternidad y las formas de cuestionarla, presentes a lo largo de los siglos de forma discontinua – una tarea de Penélope- pero recurrente, constante (hecho que permite comprender históricamente que figuras célebres, como M. Wollstonecraft, forman parte de una cadena).

A tal efecto, Lerner acometió un ambicioso estudio interdisciplinar sobre la genealogía de las estructuras de dominio sexual (La creación del patriarcado,1986). Los análisis sobre esta cuestión fueron esclarecedores pues ponían de manifiesto las raíces antropológicas e históricas del sistema patriarcal y permitían deslegitimar las relaciones jerárquicas entre varones y mujeres, supuestamente naturales. El patriarcado (o sistema de “género-sexo”), otro concepto esencial del feminismo radical (Hartmann, 1976), se evidenciaba así como una estructura de dominio basada en el sexo que se había adaptado a diferentes contextos históricos y que implicaba toda una trama institucional, normativa o discursiva que derivaba en una desigual distribución y acceso a recursos materiales y simbólicos entre hombres y mujeres. Para Lerner este estudio previo fue crucial pues le permitió cartografiar la construcción de un mundo a la medida del hombre e interpretar que la subordinación de la mujer dentro del mismo grupo tuvo una gran trascendencia pues precedió históricamente y funcionó como modelo para establecer y legitimar otras jerarquizaciones, como la relación amo-esclavo (Lerner, 2017, p. 133)Una disimetría que sigue siendo nuclear para construir relaciones significantes de poder en la sociedad.

Concluida la primera parte de Women and History, la investigadora pudo dedicarse en La creación de la conciencia feminista... a rastrear los patrones históricos de surgimiento de la conciencia feminista así como las circunstancias históricas bajo las cuales tuvieron lugar, centrando su estudio en Europa Occidental (principalmente, Alemania, Francia, Inglaterra e Italia) y los EEUU. Su objetivo era documentar e incluir la actividad crítica de mujeres que reflexionaron sobre su situación como colectivo y que por tanto contribuyeron a fomentar esa auto-conciencia; pero también incorporar otras voces que, aun careciendo de esa finalidad, incidieron en el proceso de agrietamiento del sistema de dominación del patriarcado.

*El artículo completo se publicó en Con-Ciencia Social (segunda época), 4, 125-138.

Fuente: https://tribunafeminista.org

Universidad de Zaragoza. Dra. de la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación. Dra. en Ciencias de la Información y Documentación.

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