Abraham, Isaac y la parcialidad del juicio
El relato bíblico de Abraham y el sacrificio de Isaac ha sido leído durante siglos como una prueba de fe. Sin embargo, puede entenderse también como una metáfora de cómo lo divino confronta al ser humano con sus límites y con la parcialidad de sus juicios. Dios ordena a Abraham algo que parece ir contra el derecho natural más básico: el sacrificio de un hijo por parte de su propio padre. La historia nos muestra a Abraham dispuesto a obedecer, pero también a Dios interviniendo en el último momento para revelar que no desea la injusticia, sino la purificación de la fe.
Si trasladamos esta imagen al presente, podríamos ver en Abraham el destino del pueblo de Israel, y en Isaac, el pueblo de Gaza. El primero, convencido de que cumple un mandato superior; el segundo, puesto en el altar del sufrimiento. Ambos se encuentran atrapados en una dinámica que parece inevitable, marcada por órdenes y decisiones humanas que se presentan como absolutas.
La advertencia divina frente a la política
En la narración bíblica, Dios detiene la mano de Abraham y ofrece un sacrificio alternativo. Es una advertencia: la verdadera voz de Dios no se confunde con la violencia ni con la parcialidad política. Si los pueblos se sacrifican mutuamente, no es porque Dios lo quiera, sino porque los seres humanos justifican su política como si fuera mandato divino.
El Dios moderno del autopilotaje y la parcialidad de los datos
La parcialidad también se expresa en los datos. Imaginemos un coche con autopilotaje. El CEO de una gran compañía de vehículos eléctricos exige a su sistema que asuma tareas para las que aún no está preparado, bajo la promesa de que en el futuro los coches autónomos serán más seguros. Entonces ocurre un accidente fatal. A nivel interno, los datos del siniestro se utilizan para perfeccionar la tecnología; a nivel externo, la información que se entrega a las autoridades culpa al conductor por haber apartado la vista del volante.
Este ejemplo muestra que parece que estamos formando parte de un experimento social a gran escala, en el que la desinformación actúa como el narcótico que se da a la vaca antes de sacrificarla. La falta de respeto a los valores humanos se convierte en un virus que al final nos afecta a todos: tanto a quienes viven en medio de un conflicto armado como a quienes gozan de paz aparente. Porque al final, se cruzan umbrales que erosionan las creencias humanas sobre lo que somos como sociedad e incluso como especie.
El cambio civilizatorio
Toda civilización se apoya en una piedra fundacional que marca las bases de la convivencia. Hoy tal vez estemos asistiendo a un cambio civilizatorio y moral en el que esa piedra se agrieta. La realpolitik ya no repara en dilemas éticos, solo en resultados prácticos. La masacre de Gaza puede verse como metáfora de un nuevo orden mundial en el que prevalece la ley del más fuerte, donde la legitimidad se mide por la violencia política y militar, y donde la lucha debe repetirse cada día para no perecer.
¿No sería mejor apelar a los valores universales antes de que ese mundo sin lugar para la piedad nos conduzca a todos a un futuro de colapso compartido?
Hermanos divididos por la política
Al recordar que tanto israelíes como palestinos son pueblos semitas, descubrimos que son hermanos, hijos de la misma historia y de la misma tierra. Lo que los separa no es la fe —pues ambos son monoteístas— sino la parcialidad de la política, que convierte las diferencias en muros y el miedo en destino.
Vale recordar que en sus orígenes, Mahoma pudo haber sido reconocido como un profeta dentro del judaísmo o del cristianismo. Sin embargo, las circunstancias históricas y, una vez más, la política, desviaron ese posible reconocimiento. La parcialidad humana levantó fronteras donde Dios había sembrado una raíz común.
Más allá de los juicios humanos
Dios es universal, está más allá de nuestras divisiones y de nuestros juicios parciales. El relato de Abraham e Isaac nos recuerda que no debemos confundir la voz de Dios con las exigencias de la política o de la violencia. El desafío es escuchar lo que está por encima de nuestros límites: el llamado a reconocer al hermano en el otro, incluso cuando la historia y la política intentan negarlo.
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.






