En las profundidades del Caribe, donde las aguas turquesas ocultan secretos milenarios, un descubrimiento ha sacudido los cimientos de la biología marina. Pescadores locales en las costas de Costa Rica capturaron accidentalmente un tiburón nodriza (Ginglymostoma cirratum) de un color naranja brillante, un tono que evoca más a una fruta tropical que a un depredador oceánico. Este ejemplar, documentado por primera vez en la historia, representa el caso inicial de xantismo en esta especie y en el Mar Caribe, una anomalía genética que genera un exceso de pigmentos amarillos y la ausencia de pigmentos rojos en la piel del animal. La comunidad científica mundial, desde laboratorios en Estados Unidos hasta centros de investigación en América Latina, ha reaccionado con una mezcla de asombro y urgencia, reconociendo que este hallazgo no solo amplía nuestro entendimiento de la diversidad genética en los elasmobranquios, sino que también plantea interrogantes sobre el impacto ambiental en la evolución de las especies marinas.

El descubrimiento ocurrió a principios de agosto de 2025, cuando un grupo de pescadores artesanales en las aguas protegidas del Parque Nacional Marino de Costa Rica avistaron algo inusual en sus redes. Inicialmente, pensaron que se trataba de un objeto flotante o incluso de un pez exótico introducido ilegalmente. Pero al acercarlo, se reveló un tiburón nodriza de aproximadamente 1.5 metros de longitud, con una piel resplandeciente en tonos naranjas intensos y ojos blancos fantasmales, un contraste que lo hacía parecer salido de una novela de ciencia ficción. Alertados por las autoridades locales, científicos del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) de la Universidad de Costa Rica se movilizaron rápidamente para examinar el espécimen. «Fue como encontrar una aguja en un pajar, pero una aguja pintada de naranja», comentó el Dr. Mario Espinoza, biólogo marino y coautor del estudio publicado en la revista *Marine Biology*, en una entrevista exclusiva para esta revista.

El xantismo, también conocido como xanthismo, es una condición genética rara que altera la producción de melanina y otros pigmentos en los organismos. En términos simples, implica un exceso de xantóforos —células responsables de los pigmentos amarillos— y una deficiencia en los eritróforos, que producen los tonos rojos. Como resultado, el animal adquiere una coloración amarilla o naranja dominante, en lugar de los tonos grises o marrones típicos de su especie. Esta anomalía no es exclusiva de los tiburones; se ha observado en aves, reptiles y mamíferos, como en los famosos caimanes naranjas de Florida o en loros amarillos en Australia. Sin embargo, en el reino marino, especialmente entre los cartilaginosos como los tiburones, es extremadamente infrecuente. Según datos recopilados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), menos del 0.1% de los especímenes reportados en los últimos 50 años presentan variaciones pigmentarias similares.

Lo que hace único a este tiburón naranja es su combinación con posibles rasgos albinos parciales, evidentes en sus ojos blancos. Los expertos especulan que podría tratarse de una mutación compuesta: xantismo combinado con leucismo o albinismo ocular. «Esta no es solo una curiosidad estética; es una ventana a la genética evolutiva», explica la Dra. Elena Ramírez, genetista marina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha colaborado en el análisis genómico preliminar. «En un ecosistema como el Caribe, donde la presión antropogénica es alta debido a la pesca excesiva y el cambio climático, mutaciones como esta podrían indicar adaptaciones o, por el contrario, vulnerabilidades genéticas».

Para comprender el impacto, retrocedamos al contexto biológico del tiburón nodriza. Esta especie, común en arrecifes tropicales y subtropicales, es conocida por su comportamiento dócil y su rol ecológico como controlador de poblaciones de invertebrados bentónicos. Su coloración normal —un marrón grisáceo moteado— le proporciona camuflaje perfecto contra el fondo marino, permitiéndole acechar presas sin ser detectado. Un tiburón naranja, en cambio, destaca como un faro en la oscuridad oceánica, lo que podría aumentar su riesgo de depredación o dificultar su caza. «Imagina un león albino en la sabana africana; es hermoso, pero su supervivencia es precaria», detalla el Dr. Espinoza. De hecho, estudios previos en otros animales con pigmentación anómala muestran tasas de supervivencia un 30-50% inferiores a las de sus contrapartes normales, debido a la mayor visibilidad ante predadores y la posible sensibilidad a la radiación UV.

El análisis genético inicial, realizado en laboratorios de Costa Rica y con colaboración internacional, ha revelado mutaciones en genes como el SLC45A2 y el TYRP1, involucrados en la síntesis de melanina. Estos genes, conservados en muchos vertebrados, podrían haber mutado debido a factores ambientales, como la exposición a contaminantes químicos o cambios en la dieta. En el Caribe costarricense, donde el tiburón fue hallado, se han reportado altos niveles de plásticos microscópicos y metales pesados provenientes de la agricultura y el turismo. «No descartamos que el estrés ambiental haya desencadenado esta expresión genética», señala la Dra. Ramírez. «Es como si el océano nos estuviera enviando una señal de alerta sobre su salud».

La reacción de la comunidad científica ha sido inmediata y global. En foros como la Conferencia Internacional de Biología Marina celebrada en Miami a finales de agosto, el caso del tiburón naranja fue el tema estrella. Expertos de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU.) y del Instituto Smithsonian han solicitado muestras de tejido para estudios comparativos con otras especies anómalas. «Este descubrimiento nos obliga a repensar la diversidad genética en poblaciones supuestamente estables», afirmó el Dr. Samuel Gruber, pionero en estudios de tiburones, en una ponencia virtual. «Podría ser el primero de muchos, o un caso aislado que resalte la fragilidad de los ecosistemas marinos».

Más allá de la genética, el hallazgo tiene implicaciones conservacionistas profundas. El tiburón nodriza está clasificado como «vulnerable» por la UICN, con poblaciones en declive debido a la sobrepesca y la degradación de hábitats. Un ejemplar con xantismo podría servir como ícono para campañas de conservación, similar a cómo los pandas albinos han impulsado esfuerzos en China. Organizaciones como WWF y Ocean Conservancy ya han expresado interés en monitorear la zona de captura, proponiendo la creación de un santuario marino ampliado. «Este tiburón no es solo un freak de la naturaleza; es un embajador de la biodiversidad amenazada», dice Ana López, directora de WWF Costa Rica.

Sin embargo, no todo es optimismo. Algunos científicos advierten sobre los riesgos éticos de publicitar tales descubrimientos. «La fama podría atraer a coleccionistas ilegales o turistas irresponsables, poniendo en peligro a la especie», alerta el Dr. Espinoza. De hecho, tras el anuncio, redes sociales como X (anteriormente Twitter) se inundaron de imágenes virales del tiburón, generando un debate sobre la divulgación científica responsable.

En términos evolutivos, el xantismo plantea preguntas fascinantes. ¿Es esta mutación adaptativa en un océano cambiante? Con el calentamiento global elevando las temperaturas del agua, los tiburones podrían enfrentar presiones selectivas que favorezcan variaciones pigmentarias para mejor termorregulación o camuflaje en arrecifes blanqueados. Investigaciones futuras, incluyendo secuenciación genómica completa y modelado ecológico, serán cruciales. «Necesitamos más datos para discernir si esto es una anomalía aislada o el inicio de una tendencia», enfatiza la Dra. Ramírez.

Mientras tanto, el tiburón naranja ha sido liberado de vuelta al mar tras exámenes no invasivos, equipado con un transmisor satelital para rastrear sus movimientos. Este seguimiento podría revelar si sobrevive y reproduce, potencialmente pasando la mutación a descendientes. «Es un experimento natural en tiempo real», concluye el Dr. Gruber.

En resumen, el hallazgo del primer tiburón naranja no es solo un capricho de la genética; es un recordatorio de la complejidad y vulnerabilidad de la vida marina. Mientras la comunidad científica se une para desentrañar sus misterios, este descubrimiento nos invita a reflexionar sobre nuestro rol en la preservación de los océanos. ¿Será este el catalizador para acciones más agresivas contra el cambio climático y la contaminación? Solo el tiempo, y quizás más tiburones naranjas, lo dirán.

Redacción en  | Web |  Otros artículos del autor

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

Comparte: