En el panteón de las leyendas del ciclismo, pocos nombres despiertan tanta admiración, asombro y desconcierto como José Manuel Fuente, conocido universalmente como «El Tarangu». Hombre de contradicciones, Fuente fue un ciclista que desafió las normas de su deporte: atacaba cuando otros conservaban fuerzas, fumaba cuando otros entrenaban y ganaba cuando otros desfallecían. Su carrera, aunque breve, fue un destello de gloria que dejó una huella imborrable en el mundo del ciclismo, especialmente en las montañas, donde reinaba como soberano absoluto. Esta es la historia de un hombre cuya fuerza, carácter y locura lo convirtieron en un mito.
Los Orígenes de una Leyenda
José Manuel Fuente Lavandera nació el 30 de septiembre de 1945 en Limanes, un pequeño pueblo asturiano en España. Su apodo, «El Tarangu», lo heredó de su padre y su abuelo, un término en el dialecto asturiano que describe a un hombre de inmensa fuerza y carácter inquebrantable. Criado en una familia humilde, la infancia de Fuente estuvo marcada por el trabajo duro y las escasas oportunidades. A los 14 años, ya trabajaba jornadas largas para ayudar a su familia, pero su pasión por el ciclismo, inspirada por ídolos como Jacques Anquetil y Federico Bahamontes, ardía con intensidad. A pesar de la desaprobación inicial de sus padres, Fuente persiguió su sueño y, en 1970, debutó como profesional con el equipo Karpy, ganando apenas 4.000 pesetas al mes.
Una Carrera de Triunfos y Tormentas
La carrera profesional de Fuente fue tan meteórica como efímera. En 1971, se unió al poderoso equipo KAS, donde pronto se consolidó como una fuerza imparable. Su momento estelar llegó en la Vuelta a España de 1972, cuando desafió las órdenes del equipo y lanzó un ataque en solitario en la etapa de Formigal. Escapándose durante más de 100 kilómetros, ganó siete minutos al pelotón, se apoderó del maillot de líder y finalmente conquistó la carrera. Esta victoria fue un testimonio de su audacia y habilidad en la montaña, pero también reveló su naturaleza rebelde: ignoró las súplicas del director de la carrera, Bergareche, quien temía que un desconocido como Fuente «arruinara» el evento.
La rivalidad de Fuente con los grandes de su época, especialmente Eddy Merckx y Luis Ocaña, definió su trayectoria. En el Giro de Italia de 1972, libró una batalla épica con Merckx, arrebatándole la maglia rosa en las primeras etapas y llevándolo al límite. Aunque Merckx recuperó el liderato, los ataques implacables de Fuente en las montañas le valieron el título de Rey de la Montaña cuatro veces consecutivas entre 1971 y 1974. Su capacidad para dejar atrás a Merckx en las subidas era legendaria, y el propio belga confesó años después: «José Manuel Fuente fue el mejor escalador que he conocido».
Sin embargo, su carrera también tuvo tropiezos. Su naturaleza impulsiva a menudo lo llevaba a errores tácticos, como en el Giro de 1974, donde dominó las montañas, pero perdió la carrera tras un colapso desastroso en la etapa de San Remo. Tras liderar durante 12 días, cedió ocho minutos a Merckx en una sola jornada. Aun así, no se rindió: ganó etapas en Monte Generoso y las Tre Cime di Lavaredo, terminando quinto en la general. Su resistencia ante la derrota solo aumentó su aura.
El Lunático sobre Dos Ruedas
La personalidad de Fuente era tan impredecible como su estilo de carrera. Sus contemporáneos lo describían como «lunático» por sus decisiones impulsivas y su desprecio por las tácticas convencionales. En un incidente célebre de la Vuelta de 1972, tras tomar el liderato, dio media vuelta en una subida para ayudar a dos compañeros a reintegrarse al pelotón, una maniobra que dejó atónitos a comentaristas y aficionados. Sus actos eran a menudo vistos como temerarios, pero lo hicieron querido por un público que admiraba su valentía y autenticidad.
Su hábito de fumar alimentó aún más su reputación de enigma. En una era donde los deportistas seguían regímenes estrictos, Fuente fumaba abiertamente, incluso durante las carreras. «Anfetaminas y esas cosas usábamos todos, vaya, pero yo nunca pasé la hepatitis por pincharme con las agujas de mis compañeros, como les ocurrió a otros», comentó una vez, reconociendo las sombras del deporte mientras se distanciaba de sus peores excesos. Fumar no era solo un vicio, sino un símbolo de su desafío al establishment.
Su relación con la autoridad también era conflictiva. Chocaba frecuentemente con directores de equipo y organizadores, viéndose como víctima de maquinaciones burocráticas. «Yo contra Franco nunca tuve nada, pero los políticos y la burocracia siempre me perjudicaron», afirmó, reflejando su frustración con el sistema. Esta rebeldía, combinada con su estilo de carrera intrépido, lo convirtió en un héroe para los aficionados que lo veían como un hombre del pueblo, indomable ante las jerarquías del deporte.
El Legado del Tarangu
La carrera de Fuente se truncó en 1975 por una grave enfermedad renal, un final trágico para una trayectoria brillante pero turbulenta. Se retiró a los 30 años, dejando un legado que iba más allá de sus logros. Ganó dos Vueltas a España, cuatro títulos de Rey de la Montaña en el Giro y etapas en el Tour de Francia, pero fue su espíritu lo que dejó una impresión más profunda. Su excompañero Antonio Menéndez recordaba: «El ‘Tarangu’ necesitaba alegría para ganar», subrayando cómo su estado emocional dictaba sus actuaciones.
Tras retirarse, Fuente permaneció vinculado al ciclismo, abriendo una tienda de bicicletas en Oviedo y luego dirigiendo al equipo CLAS-Cajastur. Falleció en 1996 a los 50 años, pero su memoria perdura en los corazones de los aficionados, especialmente en Asturias e Italia, donde era venerado. En 2020, en lo que habría sido su 75 cumpleaños, los tributos no se hicieron esperar; un mensaje en X lo describió como «un hombre y un corredor entrañable, que murió demasiado joven».
Una Figura Inigualable
José Manuel Fuente fue más que un ciclista; fue un símbolo de desafío, un hombre que corría no solo para ganar, sino para expresar su espíritu indomable. Su apodo, «El Tarangu», encapsulaba su esencia: un hombre de fuerza, carácter y un toque de locura. Como escribió el periodista Marcos Pereda, «Del Tarangu les hablo. De sus locuras y sus miserias. De su grandeza. De todo.»
En los anales de la historia del ciclismo, pocos han igualado su talento para lo dramático o su capacidad para inspirar. Fue un lunático sobre dos ruedas, un fumador que conquistó montañas y un campeón que corrió bajo sus propias reglas. Por eso, siempre será recordado como una de las figuras más inolvidables del ciclismo.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.