Barcelona afronta una crisis de sinhogarismo mucho más profunda de lo que reflejan las cifras oficiales. Así lo sostiene Peio Sánchez, rector de la parroquia de Santa Anna, uno de los principales puntos de acogida para personas sin hogar en el centro de la ciudad, que advierte de que el número real de personas que viven en la calle podría rondar el doble del último recuento difundido por Arrels Fundació. “No estamos hablando de unas 2.000 personas, sino de muchas más. Lo que se contabiliza es solo la punta del iceberg”, afirma.
Las cifras publicadas recientemente por Arrels sitúan en 1.982 el número de personas que duermen al raso en Barcelona, el máximo histórico registrado por la entidad. Sin embargo, desde el llamado Hospital de Campaña instalado en la parroquia de Santa Anna, la percepción es bien distinta. Cada día, unas 400 personas cruzan las puertas del templo en busca de comida, acompañamiento y un espacio donde sentirse mínimamente protegidas. Muchas de ellas no aparecen en los recuentos nocturnos porque alternan la calle con recursos precarios, comedores sociales o dispositivos temporales de emergencia.
Para Sánchez, esa realidad invisible distorsiona el diagnóstico y, en consecuencia, las respuestas públicas. “Si solo miramos quién duerme literalmente en la calle una noche concreta, dejamos fuera a una parte enorme de personas que viven en una situación de extrema vulnerabilidad y que, en la práctica, no tienen hogar”, subraya. A su juicio, Barcelona se enfrenta a un fenómeno de sinhogarismo cronificado, que ya no afecta únicamente a perfiles tradicionales, sino también a personas que hasta hace poco tenían una vida relativamente estable y han sido empujadas a la exclusión por la precariedad laboral, el encarecimiento de la vivienda y la fragilidad de las redes de apoyo.
Un sistema desbordado
La parroquia de Santa Anna se ha convertido en los últimos años en un termómetro social de la ciudad. Situada en pleno centro, a pocos metros de la plaza Catalunya, su Hospital de Campaña funciona como un dispositivo de emergencia que ofrece comida, atención básica y escucha a quienes viven en la calle. El volumen de personas atendidas —unas 400 al día— ilustra, según su rector, el grado de saturación del sistema de acogida.
“Las personas vienen aquí porque no tienen otro lugar al que ir. Y lo más grave es que, después de pasar por todos los circuitos, sigue siendo prácticamente imposible encontrar una plaza en un albergue municipal”, denuncia Sánchez. Según explica, las listas de espera pueden alargarse hasta siete meses, un plazo incompatible con la urgencia de quien duerme al raso y se enfrenta a riesgos constantes para su salud y su integridad.
Esta falta de respuesta estructural, sostiene, genera un círculo vicioso: las personas permanecen durante largos periodos en la calle, su situación se deteriora y, con el tiempo, resulta aún más difícil su reinserción social. “No estamos ante un problema puntual o coyuntural, sino ante una emergencia social que se ha normalizado”, advierte.
Críticas a la gestión institucional
El rector de Santa Anna no oculta su dureza al valorar la actuación de las administraciones públicas. En declaraciones recogidas por Betevé, califica de “desastrosa e insuficiente” la intervención institucional frente al aumento del sinhogarismo en Barcelona. A su entender, las políticas desplegadas hasta ahora no han estado a la altura de la magnitud del problema ni han sabido anticiparse a su crecimiento.
Una de las principales críticas apunta a la falta de coordinación entre administraciones. “Cada institución va por su lado y, en muchos casos, lo único que se hace es mover a las personas de un espacio a otro”, lamenta. Esta dinámica, asegura, no solo no resuelve el problema, sino que lo agrava, al generar una sensación constante de persecución y desarraigo entre quienes ya viven en una situación de extrema vulnerabilidad.
Sánchez insiste en que las respuestas basadas exclusivamente en el control del espacio público o en medidas de seguridad no pueden sustituir a políticas de vivienda y acompañamiento social. “Sin alternativas reales, lo único que se consigue es invisibilizar a las personas sin hogar, no ofrecerles una salida”, afirma.
El cierre de “salidas de emergencia”
En este contexto, el rector critica de forma explícita las restricciones que impiden el acceso a los aeropuertos a quienes no disponen de tarjeta de embarque. Durante años, el aeropuerto había funcionado de facto como una “salida de emergencia” para algunas personas sin hogar, que encontraban allí un espacio cubierto y relativamente seguro frente a la intemperie.
Sánchez reconoce que recurrir al aeropuerto no era una solución adecuada ni digna a largo plazo. “Evidentemente, no es el lugar donde una persona debería pasar la noche”, admite. Sin embargo, considera inaceptable que se haya cerrado esa posibilidad sin habilitar, de forma simultánea, alternativas reales para quienes no tienen techo. “No se puede clausurar una puerta sin abrir otra. Eso es condenar a la gente a dormir en la calle”, sostiene.
Esta decisión, en su opinión, evidencia una lógica de gestión centrada más en retirar el problema de la vista que en abordarlo de raíz. “Cuando se cierran espacios sin ofrecer recursos, lo único que cambia es el lugar donde duerme la persona, no su situación”, resume.
Un fenómeno en expansión
Más allá de las cifras, Sánchez alerta de un cambio cualitativo en el perfil de las personas atendidas. En Santa Anna conviven personas con décadas de vida en la calle con otras que han llegado recientemente al sinhogarismo tras perder el empleo, no poder asumir un alquiler o romperse sus redes familiares. “Cada vez vemos más diversidad de historias, más gente que nunca pensó que acabaría así”, explica.
Este ensanchamiento del fenómeno refuerza la idea de que el sinhogarismo ya no es una realidad marginal, sino una consecuencia directa de fallos estructurales del sistema. “Cuando el acceso a la vivienda se convierte en un privilegio y no en un derecho, el riesgo de exclusión se dispara”, afirma el rector, que insiste en la necesidad de situar el derecho a un hogar digno en el centro de las políticas públicas.
El papel de la Iglesia y la sociedad civil
El Hospital de Campaña de Santa Anna es un ejemplo del papel que desempeñan entidades sociales y religiosas para paliar las carencias del sistema. Sin embargo, Sánchez subraya que estos recursos no pueden ni deben sustituir la responsabilidad de las administraciones. “Nosotros acompañamos, acogemos y escuchamos, pero no podemos resolver solos un problema de esta magnitud”, señala.
El propio nombre del dispositivo —Hospital de Campaña— refleja, según explica, su carácter provisional y de emergencia. “Un hospital de campaña se monta cuando hay una crisis grave. El problema es que aquí la emergencia se ha vuelto permanente”, lamenta.
Una oportunidad para el diálogo
En este escenario, Sánchez valora positivamente la cumbre convocada por la síndica de greuges de Barcelona para abordar de forma conjunta la crisis del sinhogarismo. Considera que este espacio de diálogo puede ser una oportunidad para reconocer la dimensión real del problema y avanzar hacia respuestas coordinadas y sostenibles.
“Es imprescindible sentar en la misma mesa a todas las partes implicadas y escuchar también a quienes viven en la calle”, defiende. Para el rector, cualquier estrategia que no cuente con la voz de las personas afectadas está condenada al fracaso.
Más allá del recuento
La advertencia de Peio Sánchez apunta, en última instancia, a una cuestión de fondo: la necesidad de mirar más allá de los números. “Las cifras son importantes, pero no pueden convertirse en una coartada para minimizar la realidad”, sostiene. Detrás de cada persona contabilizada —y de muchas otras que no aparecen en los recuentos— hay historias de ruptura, sufrimiento y resistencia cotidiana.
Barcelona, concluye, se enfrenta a una disyuntiva clara: seguir gestionando el sinhogarismo como un problema de orden público o asumirlo como una emergencia social que exige políticas valientes, inversión sostenida y un cambio de mirada. “Mientras no se garantice una alternativa real para quien duerme en la calle, seguiremos fallando como sociedad”, sentencia.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





