La Ciudad Condal vivió ayer una jornada intensa de movilizaciones en solidaridad con Palestina, que culminó con disturbios en el centro urbano. Los Mossos d’Esquadra detuvieron a un total de 11 personas: una durante la manifestación matutina por un delito de daños, y diez más en la tarde por desórdenes públicos, daños y atentado contra agentes de la autoridad. Además, 19 agentes tuvieron que ser atendidos por heridas leves, según el balance oficial del Sistema de Emergencias Médicas (SEM). Esta oleada de protestas se enmarca en el contexto de las mayores manifestaciones en España desde el inicio del conflicto en Gaza, agravado recientemente por el asalto israelí a la Flotilla Global Sumud, que transportaba ayuda humanitaria.
La mañana comenzó con un tono pacífico y masivo. Más de 70.000 personas, según estimaciones de los organizadores, se congregaron en el centro de Barcelona para marchar en apoyo a Palestina y contra la escalada de violencia en Gaza y Líbano. Convocada por más de 600 entidades, sindicatos y organizaciones civiles, la protesta formaba parte de una serie de acciones a nivel nacional e internacional para denunciar lo que los manifestantes califican como «genocidio» en la Franja de Gaza. Entre los participantes destacaban figuras públicas como la activista climática Greta Thunberg y la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quienes fueron detenidas temporalmente en un acto relacionado con la flotilla, aunque no directamente en esta manifestación. La marcha matutina transcurrió sin incidentes mayores, salvo el arresto de una persona acusada de causar daños materiales, posiblemente en pintadas o destrozos menores en locales comerciales.
Sin embargo, la atmósfera cambió drásticamente por la tarde. Alrededor de las 17:00 horas, un grupo minoritario de manifestantes, estimado en unas pocas centenas, inició una «cercavila» por el centro de la ciudad, enfocada en denunciar la complicidad de empresas internacionales con el gobierno israelí. Según testigos y fuentes policiales, este colectivo realizó pintadas, rompió vidrios y causó destrozos en establecimientos de marcas como Starbucks, McDonald’s y otras cadenas acusadas de apoyar económicamente a Israel o de tener vínculos con el conflicto. Los Mossos d’Esquadra intervinieron para dispersar al grupo, utilizando gases lacrimógenos y cargas policiales en áreas como la Plaza de Cataluña y Las Ramblas.
Uno de los momentos más tensos se produjo en la Plaza de Cataluña, donde los agentes formaron un cordón para impedir el avance de los manifestantes. Videos circulando en redes sociales muestran escenas de confrontación: lanzamientos de objetos por parte de algunos protestantes y respuestas con porras y proyectiles de foam por los antidisturbios. «Fue un caos absoluto», relata María López, una vecina del barrio Gótico que presenció los hechos. «La mayoría venía en paz, pero un grupo radicalizado empezó a romper todo. Los Mossos tuvieron que actuar, pero quizás con exceso de fuerza». López, como muchos barceloneses, expresa preocupación por el impacto en el turismo y el comercio local, ya de por sí afectado por la crisis económica post-pandemia.
El balance oficial de los Mossos confirma diez detenciones en la tarde, con cargos que incluyen desórdenes públicos –por alterar el orden en vías públicas–, daños materiales –valorados en miles de euros en locales afectados– y atentado contra la autoridad –debido a agresiones directas a agentes–. Fuentes policiales indican que varios de los detenidos tienen antecedentes por acciones similares en protestas pasadas, aunque no se han revelado identidades por respeto a la presunción de inocencia. Paralelamente, el SEM reportó que 19 mossos recibieron atención médica por contusiones leves, esguinces y exposición a gases. Ninguno requirió hospitalización prolongada, pero el sindicato de policías ha calificado el incidente como «un ataque deliberado» y exige mayor protección para sus efectivos.
Este episodio no es aislado. Barcelona ha sido escenario recurrente de protestas propalestinas desde el estallido del conflicto en octubre de 2023, tras el ataque de Hamás a Israel y la subsiguiente ofensiva israelí en Gaza, que ha causado decenas de miles de muertes civiles, según organizaciones internacionales como la ONU y Amnistía Internacional. En los últimos dos años, la ciudad ha visto movilizaciones masivas, a menudo pacíficas, pero salpicadas de incidentes violentos. El asalto reciente a la Flotilla Global Sumud –una iniciativa humanitaria con participación española– ha reavivado la indignación. La flotilla, que partió de varios puertos europeos con suministros médicos y alimentos, fue interceptada por fuerzas israelíes en aguas internacionales, resultando en detenciones masivas, incluyendo a activistas catalanes.
Organizaciones como la Plataforma per Palestina, una de las convocantes, han condenado los disturbios pero defienden el derecho a la protesta. «La violencia de un grupo no representa al movimiento entero», afirma Jordi Soler, portavoz de la entidad. «Estamos aquí para denunciar la complicidad de gobiernos y empresas en un genocidio que dura ya dos años. España debe romper relaciones comerciales con Israel y presionar por un alto el fuego inmediato». Soler critica la respuesta policial, alegando que las cargas fueron «desproporcionadas» y que varios manifestantes resultaron heridos, aunque no hay cifras oficiales al respecto.
Desde el ámbito político, las reacciones no se han hecho esperar. El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (PSC), ha expresado su «preocupación» por los daños al patrimonio urbano y ha llamado a la «responsabilidad» en las manifestaciones. «Barcelona es una ciudad de paz y diálogo, pero no toleraremos vandalismo», declaró en una rueda de prensa improvisada anoche. Por su parte, partidos independentistas como ERC y Junts han apoyado las protestas, vinculándolas a la lucha por los derechos humanos, mientras que Vox y PP han exigido mano dura contra los «radicales» y han acusado al gobierno central de laxitud en materia de seguridad.
El impacto económico de los disturbios es otro ángulo preocupante. Comercios del centro reportan pérdidas por cristales rotos, mercancía dañada y cierre forzoso durante horas pico. La Asociación de Comerciantes de Las Ramblas estima daños en al menos 50.000 euros, sumados a la pérdida de ingresos por el éxodo de turistas. «Es frustrante», dice Ana Ruiz, propietaria de una tienda afectada. «Apoyamos causas justas, pero esto solo genera más división y perjuicios para todos».
En un contexto más amplio, estas protestas reflejan una creciente polarización en Europa respecto al conflicto palestino-israelí. En ciudades como Madrid, París y Londres, manifestaciones similares han reunido a cientos de miles, pero también han derivado en choques con la policía. En España, el gobierno de coalición PSOE-Sumar ha condenado la violencia en Gaza y ha impulsado medidas como el reconocimiento del Estado palestino, pero críticos argumentan que no es suficiente, especialmente con exportaciones de armas a Israel que superan los 100 millones de euros anuales, según datos de ONG como Greenpeace.
Expertos en seguridad urbana, como el profesor de Criminología de la UB, Marc Ferrer, analizan estos eventos como síntoma de frustración acumulada. «Las protestas pacíficas son esenciales para la democracia, pero cuando un sector radicaliza, pone en riesgo el mensaje principal. Los Mossos han mejorado su protocolo desde el 1-O, pero aún hay margen para desescalar mejor», opina Ferrer.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





