11 de marzo del 2020. La OMS declara el Coronavirus como pandemia mundial; países de todo el mundo empiezan a cerrar fronteras como medida de prevención para evitar la propagación del virus. El cierre de aeropuertos, transportes y la cancelación de billetes provoca que muchos extranjeros que se encontraban de vacaciones o viajando, queden atrapados en diferentes partes del mundo.

Este es el caso de Klara Martin, española original de Barcelona, quien se encontraba en Varanasi, la India, cuando se declaró la pandemia de la Covid-19. También es el caso de 503 españoles registrados en la Embajada española desde el 23 de marzo hasta el 24 de abril, concentrados principalmente en los estados de Rajastán, Uttarakhand, Delhi, Goa y Tamil Nadu.

20 de marzo. La situación empieza a complicarse en el país, aunque todavía no se ha hecho ningún comunicado público oficial. Klara Martin recibe un correo del hotel cancelando una reserva que tenía pagada “desafortunadamente no podemos alojar a más huéspedes”.  También le cancelan el billete a España para el 30 de marzo, perdiendo el 30% del dinero de la reserva.

La desconfianza hacia los extranjeros se incrementa por el aumento de los casos de infectados en Italia, España, Estados Unidos y China. Los hoteles empiezan a exigir a estas nacionalidades un papel médico que acredite que no tienen el virus, como condición para seguir alojándoles. Según argumentan, la policía les obliga a presentar esta documentación. También obligan a los extranjeros a presentar este papel como condición por salir a la calle.

Sin embargo, conseguir estos papeles no es tan sencillo. En el Hospital de Varanasi, dos americanos – Jennifer Morgan y su novio – y un ruso que se alojan en el mismo hotel que Klara Martin, les niegan los chequeos médicos porque ninguno tiene síntomas evidentes de haber contraído el virus. “Sin síntomas, no hay prueba. Y sin prueba, no tenemos alojamiento.” Ante el estrés por la evidente presión policial, les improvisan un papel conforme “no tenemos síntomas” para salir del paso con los del hotel, pero no tienen sello, con lo que no saben la validez que tendrá este documento en los días posteriores.

24 de marzo. Narendra Modi, el primer ministro de la India, declara el cierre completo del país por 21 días. Para aquél entonces la situación ya es un auténtico caos. A las pocas horas todos los estados cerrarían fronteras, todos los aeropuertos, transportes, restaurantes y tiendas quedan oficialmente cerrados.

Klara Martin consigue comprar el último vuelo hacia Delhi, antes de que cierren el aeropuerto de Varanasi. Encontrar a alguien que quiera llevarla hasta allí por un precio razonable es difícil, la mayoría piden el doble del precio normal. Al final, la lleva el hijo del jefe del hotel  en Varanasi por un precio normal de 800 rupias. Y mientras coge el avión con Indigo, una amiga tailandesa le reserva habitación en Datspot Hostel Delhi, el único hostal donde alojan extranjeros en Delhi. “Me ha costado mucho encontrar la habitación”, le comenta por WhatsApp.

Al día siguiente los controles policiales se incrementan por las calles. Persona que sale es multada o castigada. El cierre de negocios hace que los locales empiecen a quedarse sin trabajo y sin ingresos para subsistir al día, lo cual provoca grandes oleadas de gente a pié volviendo a sus aldeas. Se incrementa la urgencia por conseguir suministros.

Las consecuencias para los extranjeros son inmediatas. La pérdida de dinero en billetes de avión, la odisea por conseguir comida, los gastos extra en alojamiento, el sufrimiento por la discriminación local, el abandono por parte de algunas embajadas. Toda esta incertidumbre incrementa la sensación de inseguridad y de miedo. Daniel Bonilla, 23 años, de Cantabria, es uno de los españoles atrapados en Goa, y explica cómo vive la situación allí; las dificultades para encontrar comida y el sentimiento de inseguridad que crece cada día.

¿Qué pasaría si el número de infectados por Coronavirus crece en un país con más de 1300 millones de personas, 78 millones de las cuales viven en la pobreza? ¿Qué pasaría si los hospitales quedan colapsados? ¿Qué pasaría si estabas infectado por el virus en un país con escasos recursos sanitarios? ¿Cómo sería el trato en aquellos hospitales? ¿Qué pasaría si empezaba a escasear más comida y la tensión social se incrementaba?

28 de marzo. El instituto Cervantes abre sus puertas en Nueva Delhi, para los españoles atrapados en la India. Alrededor de 100 personas se alojan los días siguientes. Desde el 25 de marzo y hasta el 1 de abril,  la embajada española solo atiende al teléfono para dar información. Algunas veces informa sobre vuelos hacia otros países europeos, pero la gran mayoría son inaccesibles por los precios, las horas de vuelo y el número de conexiones.  Además, nadie garantiza las escalas, así como tampoco garantizan que el vuelo sea cancelado a último momento. Rosa M. Martinez, 39 años, de Jaén, ha sido una de las españolas que ha desembolsado casi 1000€ en uno de esos vuelos eternos de tres escalas.

Durante el confinamiento en el hostal de Delhi, Klara Martin convive con más de 20 extranjeros de diferentes nacionalidades. Británicos, americanos, europeos, asiáticos, latinos, africanos y también indios. Todos están en la misma situación, esperando respuesta de sus embajadas.Los más afortunados logran ser evacuados por sus respectivos países, y el resto debe lidiar con los silencios, la espera y la incertidumbre.

Reina, una chica filipina que compartía su misma habitación, le contó que los suizos se estaban repatriando con los alemanes. Y al no tener información de ningún vuelo de repatriación español, Klara Martin empieza a participar muy activamente en grupos de WhatsApp nacionales e internacionales con el objetivo de repatriarse con algún vuelo europeo.  En el hostal también había otro chico español, Guillermo Otero, quien además tenía dos operaciones en los pulmones y asma crónica. “Cuando le vi las dos cicatrices en las costillas, me quedé helada”, explica Klara. Su novia americana también estaba en el hostal, lamentando que en algún momento tendrían que separarse. Klara y Guillermo pensaron que debían exponer el problema a la embajada, ya que era una persona de alto riesgo.

Los franceses del hostal informan que el 30 de marzo salía un vuelo de repatración francés. “Enseguida vimos la oportunidad y llamamos a la embajada francesa. Por sorpresa nuestra nos respondieron muy positivamente, pero el proceso burocrático de embajada a embajada fue lo que nos tiró el propósito por el suelo. No sabemos cómo funcionan las comunicaciones entre ellos”.

Finalmente, de un grupo de WhatsApp  español salió el contacto de una manager de KLM – Airfrance que colocaba billetes de los vuelos de evacuación franceses por un precio razonable (566€). Al principio nadie sabía si este contacto era un timo o era verdad, ya que circulaban rumores de estafas relacionadas con la venta de billetes falsos. Pero finalmente “Nos arriesgamos y acertamos. El 30 de marzo hicimos la reserva de dos billetes por teléfono y nos fuimos al aeropuerto de Delhi siete horas antes para comprar los billetes.” “No teníamos claro si nos iríamos o no, pero allí estábamos esperando en la cola, con los ojos brillantes de la emoción”.

Guillermo y Klara cogieron el vuelo de repatriación francés el 31 de marzo a las 1.05am y llegaron 8 horas más tarde al aeropuerto Charles Gaulle de Paris. Desde el aeropuerto de Orly operaban algunas compañías hacia España – pero el 31 de marzo era el último día que abría sus puertas -, así que se apresuraron en comprar los billetes hacia Madrid y Barcelona. Allí conocieron a JM Comalada, 29 años, de Barcelona, quien también había conseguido por su cuenta el billete.

Desde el 24 de marzo hasta el 24 de abril, alrededor de 300 españoles lograron salir en vuelos de evacuación europeos, incluyendo los 195 que se fueron con el vuelo de repatriación español el pasado 4 de abril, desde las ciudades de Goa y Delhi. Daniel Bonilla fue uno de los repatriados por la embajada española. Alrededor de 230 de españoles todavía están atrapados en el país. Y alrededor de 60 han expresado su voluntad de volver a casa.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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