En un acto cargado de simbolismo, la Fundació Arrels y una veintena de entidades sociales han rendido homenaje esta tarde en la Plaça Nova, frente a la Catedral de Barcelona, a las 69 personas sin hogar que han fallecido en la ciudad durante los últimos 12 meses. El evento, que coincide con el homenaje anual que realiza la fundación, ha servido para lanzar un dato alarmante: vivir en la calle acorta la vida de manera drástica, reduciendo la esperanza de vida media en 25 años en comparación con el resto de la población. Casas de cartón dispuestas en la plaza han representado los hogares que estas personas nunca tuvieron, un gesto visual que ha conmovido a los asistentes y ha subrayado la urgencia de actuar contra el sinhogarismo en una ciudad que, pese a su prosperidad, sigue fallando a sus ciudadanos más vulnerables.
El acto, celebrado a las 18:30 horas, ha reunido a voluntarios, familiares, representantes de entidades y ciudadanos anónimos en un espacio histórico de la ciudad. Según datos recopilados por Arrels Fundació, desde noviembre de 2024 hasta octubre de 2025, se han registrado al menos 69 defunciones entre personas que vivían o habían vivido en la calle. Esta cifra equivale a una muerte cada cinco días, un ritmo que evidencia la gravedad de la crisis. De las víctimas, 59 eran hombres (85%) y 10 mujeres (14,7%), con una edad media al fallecer de 58 años. El 34% de ellas aún residían en la calle al momento de su muerte, mientras que el 72,5% sucumbió a enfermedades y problemas de salud agravados por las condiciones precarias de vida. Entre las causas destacan agresiones, sobredosis y suicidios, como los casos de Iulius y Carlos, asesinados mientras dormían, o Konstantine y Ali, que optaron por quitarse la vida ante la desesperación.
La directora de Arrels Fundació, Beatriz Fernández, ha enfatizado durante el acto que «vivir en la calle no es normal, y estas muertes prematuras son un recordatorio de que la ciudad debe cuidar a todos sus habitantes». En un manifiesto leído al final del evento, titulado «Carta a la ciudad de Barcelona», se ha apelado a la memoria colectiva: «Cuando recuerdas, cuidas. Y cuando cuidas, construyes ciudad». El texto denuncia la normalización de la soledad y el frío, y exige políticas valientes para transformar las casas de cartón simbólicas en techos reales. «No podemos permitir que una persona muera cada cinco días sin que la sociedad reaccione», ha agregado Fernández, citando datos que muestran que, desde 2016, más de 600 personas sin hogar han perdido la vida en Barcelona.
Este homenaje no es un evento aislado, sino parte de una tradición que Arrels mantiene desde hace ocho años. En ediciones anteriores, se han utilizado elementos simbólicos como pares de zapatos o placas conmemorativas para honrar a los fallecidos. Este año, las casas de cartón han dominado la escena, colocadas en el suelo de la plaza para evocar la fragilidad de la vida en la intemperie. La música en directo del Conservatori del Liceu y el coro de gospel de El Lloc de la Dona han acompañado la lectura de nombres e historias personales, humanizando las estadísticas. Entre las narradas, la de Maria, de solo 19 años, quien murió en la calle; o José Antonio, de 84, en una residencia. Otros relatos, como el de Walter, un malabarista que encontró refugio temporal en un piso de Arrels, o Juan Carlos, estigmatizado por problemas de salud mental, ilustran la diversidad de perfiles afectados: desde jóvenes migrantes hasta veteranos de la calle.
Las entidades participantes, entre las que se incluyen Àmbit Prevenció, ABD (Cas Baluard i UTE Primer la Llar), Càritas, Dit i Fet, Heura, Hospital de Campanya Santa Anna, Metzineres, Serveis Socials Sant Joan de Déu y muchas más, han unido fuerzas para amplificar el mensaje. Estas organizaciones, que acompañan diariamente a personas en situación de vulnerabilidad, han destacado la necesidad de una distribución más equitativa de recursos en la ciudad. Según un informe reciente de Arrels, en Barcelona hay casi 5.000 personas sin hogar, una cifra que se actualiza periódicamente desde 2008 y que refleja un aumento del 83% en los últimos 11 años. El tiempo medio de vida en la calle es de 4 años y 4 meses, un período que acelera el deterioro físico y mental, llevando a tasas de suicidio del 5,7% entre este colectivo.
Expertos en salud pública y exclusión social coinciden en que el sinhogarismo es un determinante social de la salud que multiplica riesgos. Un estudio publicado en la revista Atención Primaria analiza la carga de enfermedad entre perfiles de personas sin hogar en Barcelona, revelando una prevalencia mayor de problemas crónicos como drogodependencias y trastornos mentales en centros como Baluard y Arrels. La esperanza de vida reducida en 25 años no es una anomalía: se alinea con datos globales de la Unión Europea, donde la falta de criterios comunes para contabilizar el sinhogarismo complica las intervenciones. En Cataluña, 5.423 personas carecen de vivienda estable, viviendo en alojamientos temporales o directamente en la calle, según el último censo de Arrels.
El contexto socioeconómico de Barcelona agrava esta realidad. A pesar de ser una de las ciudades más prósperas de España, con un PIB per cápita superior a la media nacional, la capital catalana enfrenta una crisis habitacional crónica. El encarecimiento de los alquileres, impulsado por el turismo masivo y la especulación inmobiliaria, ha expulsado a miles de residentes a la periferia o directamente a la calle. Datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) para 2024 indican que la ocupación en centros para personas sin hogar alcanzó el 85,5%, con un aumento del 17% en el número de centros respecto a 2022. A nivel nacional, 33.758 personas se alojaron diariamente en estos recursos, un 55,7% más que dos años antes. En Barcelona, el 87% de las personas en la calle son hombres, el 9% mujeres, y hay una creciente presencia de género no binario y trans, lo que añade capas de discriminación.
Desde una perspectiva experta, el sinhogarismo no es solo un problema de vivienda, sino un fallo sistémico que intersecciona con migración, salud mental y adicciones. Beatriz Fernández, en declaraciones previas a medios como El País, ha advertido que muchas personas llevan décadas en la calle, y que la exclusión grave requiere enfoques integrales como el modelo Housing First, que prioriza el acceso a vivienda estable antes que otras intervenciones. Organizaciones como la Federación de Asociaciones Catalanas Amigas del Pueblo Saharaui o Médicos del Mundo, aunque no directamente involucradas en este acto, comparten la visión de que la prevención debe incluir políticas de inclusión social y sanitaria. Un análisis de ScienceDirect resalta que las personas sin hogar presentan un estado de salud peor, con mayor morbilidad y mortalidad prematura, agravada por la falta de acceso a servicios básicos.
En el ámbito local, el Ayuntamiento de Barcelona ha incrementado recursos, pero las entidades critican la insuficiencia. El censo de Arrels muestra que el 58% de las personas sin hogar en España son extranjeras, y la mitad tiene entre 30 y 54 años, lo que apunta a fallos en la integración migratoria. En 2025, con la economía pospandemia aun recuperándose, el aumento de desalojos y la inflación han exacerbado el problema. Expertos como los de la Fundació Grífols subrayan la importancia de acompañar a estas personas hasta el final, respetando sus decisiones, como hace Arrels.
El acto de hoy no solo honra a los fallecidos, sino que interpela a la sociedad. Placas conmemorativas instaladas en más de 600 puntos de la ciudad recuerdan que estas vidas importan. Como reza el manifiesto: «Escucha, mira sin prejuicios, no pongas condiciones imposibles». Para erradicar el sinhogarismo, se necesitan inversiones en vivienda asequible, servicios de salud mental y redes de apoyo comunitario. Barcelona, como ciudad avanzada, no puede permitirse más muertes invisibles. El homenaje de Arrels es un grito de alerta: es hora de transformar el recuerdo en acción concreta.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





