Una bolsa de canicas (Un sac de billes), dirigida por el cineasta canadiense Christian Duguay y estrenada en 2017, es una adaptación de la novela autobiográfica homónima de Joseph Joffo, publicada en 1973. Esta obra, que narra las vivencias de dos hermanos judíos, Joseph y Maurice, durante la ocupación nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial, es la segunda adaptación cinematográfica del libro tras la versión de Jacques Doillon en 1975. La película, protagonizada por los jóvenes actores Dorian Le Clech y Batyste Fleurial, junto a un reparto de apoyo que incluye a Patrick Bruel y Elsa Zylberstein, se presenta como un drama histórico que combina una perspectiva infantil con un trasfondo de supervivencia y humanidad. A lo largo de sus 110 minutos, Una bolsa de canicas ofrece un relato conmovedor, aunque no exento de críticas, sobre la resiliencia, el amor familiar y el impacto de la guerra en la infancia.

Contexto y sinopsis

La película se ambienta en la Francia ocupada por los nazis, un período de gran agitación histórica donde la persecución de los judíos marcó una de las tragedias más oscuras del siglo XX. La historia sigue a Maurice (Dorian Le Clech) y Joseph (Batyste Fleurial), dos hermanos judíos de 12 y 10 años, respectivamente, que viven en París con su familia. Cuando la ocupación nazi intensifica la persecución, sus padres, interpretados por Patrick Bruel y Elsa Zylberstein, deciden enviarlos a la zona libre del sur de Francia, bajo control italiano, para protegerlos de la deportación. Armados con poco más que su ingenio, coraje y una bolsa de canicas, los hermanos emprenden un viaje lleno de peligros, encuentros con aliados inesperados y momentos de tensión, mientras intentan reunirse con su familia.

La narrativa se basa en los recuerdos reales de Joseph Joffo, quien escribió la novela como un testimonio de su infancia truncada por la guerra. La película, fiel al espíritu del libro, utiliza la perspectiva de los niños para explorar temas como el racismo, la pérdida de la inocencia y la solidaridad humana, ofreciendo una visión que, aunque no innovadora, resulta profundamente emotiva.

Dirección y estilo visual

Christian Duguay, conocido por trabajos como Hitler: El reinado del mal (2003), aporta a Una bolsa de canicas una dirección pulida y narrativa que prioriza la accesibilidad emocional sobre la experimentación estilística. Su enfoque es convencional, con una puesta en escena que busca la claridad y la empatía del espectador. La fotografía de Christophe Graillot destaca por su elegancia, capturando tanto la belleza de los paisajes franceses como la opresión de los entornos urbanos bajo la ocupación nazi. Los colores cálidos y la iluminación suave en las escenas familiares contrastan con los tonos más fríos y sombríos de los momentos de peligro, creando un equilibrio visual que refuerza el tono emocional de la historia.

Sin embargo, el estilo de Duguay ha recibido críticas por su tendencia al melodrama. La película, en su afán por conmover, recurre a veces a recursos excesivamente sentimentales, como primeros planos de los rostros angustiados de los niños o una banda sonora que subraya demasiado los momentos de tensión. Aunque estas decisiones aseguran un impacto emocional inmediato, pueden restar sutileza al relato, haciendo que algunas escenas se sientan manipuladoras. Comparada con la versión de 1975 de Jacques Doillon, que adoptaba un enfoque más neorrealista y crudo, la adaptación de Duguay se inclina hacia una estética más preciosista, lo que algunos críticos han señalado como una «edulcoración» del conflicto.

Actuaciones

Uno de los puntos fuertes de Una bolsa de canicas es el trabajo actoral, especialmente de los jóvenes protagonistas. Dorian Le Clech y Batyste Fleurial entregan interpretaciones naturales y conmovedoras como Maurice y Joseph. Su química en pantalla refleja la complicidad y el afecto fraternal que sostiene la narrativa, haciendo creíble la evolución de sus personajes desde niños inocentes hasta jóvenes obligados a madurar prematuramente. Le Clech, como el hermano mayor, aporta una mezcla de valentía y vulnerabilidad, mientras que Fleurial, como Joseph, captura la ingenuidad y el instinto de supervivencia de un niño enfrentado a circunstancias extremas. Los críticos han elogiado su capacidad para «crecer y madurar» junto a sus personajes, lo que añade autenticidad al relato.

El reparto de apoyo, liderado por Patrick Bruel como el padre de los niños, también destaca. Bruel ofrece una actuación contenida pero poderosa, transmitiendo el dolor de un hombre que debe separarse de sus hijos para salvarlos. Su presencia, aunque limitada, es uno de los anclajes emocionales de la película, especialmente en las escenas que exploran el sacrificio parental. Elsa Zylberstein, como la madre, y actores como Christian Clavier y Bernard Campan, en roles secundarios, complementan la narrativa con interpretaciones sólidas, aunque sus personajes están menos desarrollados.

Temas y mensaje

Una bolsa de canicas aborda temas universales como la familia, la supervivencia y la pérdida de la inocencia, enmarcados en el contexto del Holocausto. La película utiliza la perspectiva infantil para suavizar el horror de la guerra, pero no lo ignora. A través de los ojos de Maurice y Joseph, el espectador es testigo de la crueldad del antisemitismo, desde el acoso escolar por llevar la estrella de David hasta los constantes peligros de ser descubiertos por los nazis. Sin embargo, Duguay opta por no mostrar la violencia de manera explícita, enfocándose en la resistencia emocional y la astucia de los hermanos.

El título de la película tiene un significado metafórico: las canicas representan la infancia perdida, un símbolo de los juegos y la inocencia que los protagonistas deben abandonar para sobrevivir. Este simbolismo, aunque efectivo, no se explora con la profundidad que podría haber tenido, y algunos críticos han señalado que la película no aporta nuevas reflexiones al género del cine sobre el Holocausto. A pesar de esto, el filme destaca por su mensaje optimista y humanista, mostrando actos de bondad de personajes secundarios, como sacerdotes católicos que ayudan a los hermanos falsificando documentos, lo que subraya la importancia de la solidaridad en tiempos de crisis.

La película también reflexiona sobre el racismo y la discriminación, temas que resuenan en la actualidad. Sin embargo, su enfoque didáctico, descrito por algunos como «dialéctica histórica para adolescentes», puede sentirse simplista para audiencias más exigentes. Los personajes nazis, por ejemplo, son retratados de manera unidimensional, lo que limita la complejidad moral de la narrativa.

Comparación con otras obras

Una bolsa de canicas se inscribe en una larga tradición de películas sobre el Holocausto contadas desde la perspectiva de los niños, como La vida es bella (1997) de Roberto Benigni o Adiós, muchachos (1987) de Louis Malle. Al igual que estas obras, utiliza la inocencia infantil para contrastar con la brutalidad de la guerra, pero carece de la profundidad filosófica de la primera o la sutileza introspectiva de la segunda. Comparada con la adaptación de 1975 de Jacques Doillon, la versión de Duguay es menos cruda y más accesible, lo que la hace adecuada para un público más amplio, pero también menos arriesgada en términos artísticos.

La película también se alinea con una tendencia del cine francés reciente, iniciada por filmes como Los chicos del coro (2004), que combina drama histórico con un tono emocionalmente accesible y un fuerte componente humanista. Sin embargo, esta fórmula, aunque efectiva, puede resultar predecible, y Una bolsa de canicas no escapa a críticas de ser «repetitiva» o «poco innovadora» en su planteamiento.

Recepción y premios

La película fue bien recibida en Francia, donde atrajo a un millón de espectadores, probablemente debido a la popularidad de la novela de Joffo. Ganó el Premio del Público a la Mejor Narrativa en el Festival de Cine Judío de Filadelfia y compitió por el premio del jurado en el Festival de Cine Judío de Atlanta. Críticos como Hannah Brown de The Jerusalem Post la elogiaron como «una de las mejores películas contadas sobre el Holocausto desde el punto de vista de un niño», mientras que otros, como los de El País, la consideraron un trabajo correcto pero sin trascendencia significativa.

En términos de críticas, algunos han alabado su capacidad para equilibrar la emoción sin caer en el exceso de sentimentalismo, mientras que otros han señalado su falta de originalidad y su dependencia de clichés narrativos, como secuencias de suspense predecibles o subtramas románticas que no aportan mucho a la historia. En general, la película es vista como un drama familiar efectivo, especialmente para audiencias jóvenes o poco familiarizadas con el contexto histórico.

Una bolsa de canicas es un drama histórico que cumple con su propósito de conmover y educar, ofreciendo una mirada accesible a las atrocidades del Holocausto a través de los ojos de dos niños valientes. Las actuaciones de Dorian Le Clech y Batyste Fleurial, junto con la dirección competente de Christian Duguay y la fotografía evocadora de Christophe Graillot, hacen de la película una experiencia emocionalmente resonante. Sin embargo, su enfoque convencional, su tendencia al melodrama y su falta de innovación narrativa la sitúan un escalón por debajo de los grandes clásicos del género.

Recomendada para quienes buscan una historia de supervivencia con un mensaje esperanzador, Una bolsa de canicas brilla por su humanidad y su fidelidad al texto de Joffo, pero no logra trascender los límites de su propio nicho. Es una película que, como las canicas de su título, rueda con gracia pero sin desviarse de los caminos ya trazados. Ideal para un público adolescente o familiar, esta obra es un recordatorio conmovedor de la resiliencia humana, aunque no aporte nuevas perspectivas al vasto canon del cine sobre el Holocausto.

Puntuación: ★★★½ (sobre 5)

Redacción en  | Web |  Otros artículos del autor

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

Comparte: