El lunes por la tarde, el cielo sobre Vielha e Mijaran, en el corazón del Valle de Arán, se oscureció con nubes cargadas de furia. Una tormenta eléctrica acompañada de granizo azotó la región, un fenómeno no del todo inusual en esta zona montañosa de los Pirineos catalanes. Sin embargo, lo que ocurrió cerca de la boca sur del túnel de Vielha, en el Camí del Port de Vielha, convirtió un evento climático en una tragedia de proporciones devastadoras: un rayo impactó en un rebaño, matando instantáneamente a más de 200 ovejas que pastaban en la zona. Este suceso no solo ha conmocionado a los ganaderos locales, sino que también ha puesto en relieve los desafíos que enfrentan quienes viven de la ganadería en un entorno tan impredecible como el pirenaico.
El escenario: un paisaje idílico convertido en tragedia
El Valle de Arán, conocido por su belleza natural, sus estaciones de esquí y su rica tradición ganadera, es un lugar donde la vida transcurre al ritmo de las estaciones. Durante los meses de verano, los rebaños de ovejas y vacas son una vista común en los pastos de alta montaña, especialmente en rutas como el Camí del Port de Vielha, que conecta el valle con la Alta Ribagorça a través de la boca sur del túnel de Vielha. Este sendero, parte del GR®211-5 y de la red de “Caminos Vivos”, es frecuentado por excursionistas durante el verano, atraídos por las vistas panorámicas de los Pirineos y la tranquilidad de la zona.
El túnel de Vielha, un hito en la región, es más que una vía de comunicación. Desde su inauguración en 1948 (el túnel Alfonso XIII) y su modernización con el túnel Juan Carlos I en 2007, ha sido un símbolo de la superación del aislamiento histórico del Valle de Arán. La boca sur, situada a 1.593 metros de altitud en el barranco de Mulleres, es un punto estratégico para los ganaderos que trasladan sus rebaños en la práctica tradicional de la trashumancia.
El lunes, sin embargo, este paisaje idílico se transformó en un escenario de devastación. Según los informes, un rayo impactó directamente en un rebaño de ovejas que pastaba cerca del Camí del Port de Vielha. La descarga eléctrica, amplificada por el terreno húmedo debido a la tormenta, mató a más de 200 animales al instante. La imagen de los cadáveres esparcidos por el camino, descrita por los ganaderos y los profesionales del Conselh Generau d’Aran que acudieron al lugar, fue desoladora.
La respuesta inmediata: solidaridad y acción
La reacción de las autoridades locales y los ganaderos fue inmediata. Profesionales del Conselh Generau d’Aran, junto con los propios ganaderos afectados, trabajaron arduamente para retirar los cadáveres del camino, una tarea dolorosa pero necesaria para evitar riesgos sanitarios y facilitar el paso de los excursionistas. A pesar de estos esfuerzos, algunos puntos del sendero quedaron afectados, lo que obligó a las autoridades a modificar ligeramente el trazado del Camí del Port de Vielha y señalizar una ruta alternativa temporal para evitar la zona con mayor acumulación de animales muertos. También se recomendó a los excursionistas evitar el tramo más cercano al valle de Molières durante las primeras semanas posteriores al incidente.
El gobierno del Valle de Arán expresó su apoyo incondicional a los ganaderos afectados, reconociendo el impacto emocional y económico de la pérdida. “Estamos con los ganaderos en este momento difícil. La ganadería es una parte esencial de nuestra identidad y economía, y haremos todo lo posible para apoyarlos”, afirmó un portavoz del Conselh Generau. Esta respuesta refleja la importancia de la ganadería en la región, donde la trashumancia sigue siendo una práctica viva, como lo demuestran los miles de ovejas que cruzan cada año municipios como Vilaller en su ruta hacia los pastos de alta montaña.
El impacto económico y emocional
La muerte de más de 200 ovejas representa un golpe devastador para los ganaderos afectados. En un contexto donde la ganadería extensiva ya enfrenta desafíos como los bajos precios de la lana y la carne, la competencia con productos industriales y los crecientes costos de mantenimiento, un evento de esta magnitud puede poner en riesgo la viabilidad de una explotación. Cada oveja representa no solo un valor económico inmediato (estimado entre 50 y 100 euros por animal, dependiendo de la edad y la raza), sino también una inversión a largo plazo en términos de reproducción y producción de leche o carne. La pérdida de 200 ovejas podría traducirse en decenas de miles de euros en daños, sin contar la producción futura de corderos, que un ganadero de Valdelinares estimó en unos 10.000-12.000 euros por 164 ovejas en un caso similar en 2013.
Más allá de las cifras, el impacto emocional es igualmente profundo. Para muchos ganaderos, el rebaño no es solo una fuente de ingresos, sino una forma de vida arraigada en la tradición. “Es como perder una parte de la familia”, comentó un ganadero local que prefirió no ser identificado. La relación entre los pastores y sus animales es cercana, forjada a través de largas jornadas en el monte y el cuidado diario. Este vínculo se ve reflejado en casos como el de Feliciano Juan, un pastor de Ludiente que, en 2013, perdió 164 corderos por un rayo y describió el suceso como “visto y no visto”, un evento que lo dejó conmocionado.
Un fenómeno no tan raro: los rayos y el ganado
Aunque el incidente de Vielha ha captado la atención por su magnitud, no es un caso aislado. Los rayos son una amenaza conocida para el ganado en regiones montañosas y abiertas, donde los animales suelen pastar en terrenos expuestos. En 2013, un rayo mató a 164 ovejas en Valdelinares, Teruel, mientras pastaban en un pinar. En 2020, 32 ovejas y una vaca murieron en Sorogain, Navarra, tras ser alcanzadas por un rayo mientras se refugiaban bajo un árbol. Más recientemente, en mayo de 2025, 22 vacas perecieron en Rodeiro, Pontevedra, cuando un rayo impactó en un transformador y la corriente se propagó a través de un camino inundado. En todos estos casos, el terreno húmedo o la proximidad a objetos conductores, como árboles o estructuras metálicas, amplificó el efecto de la descarga.
La ciencia explica por qué los rayos pueden ser tan letales para el ganado. Una descarga eléctrica de un rayo puede alcanzar tensiones superiores a los 100 millones de voltios y temperaturas de hasta 30.000 grados centígrados. Cuando impacta en el suelo o en un objeto conductor, la corriente se propaga rápidamente, especialmente en terrenos húmedos, que actúan como conductores eficientes. Los animales, con sus cuatro patas separadas en contacto con el suelo, son particularmente vulnerables, ya que la corriente puede atravesar sus cuerpos, causando paros cardíacos o daños neurológicos irreversibles. En el caso de Vielha, la tormenta con granizo probablemente dejó el terreno saturado de agua, lo que facilitó la propagación de la electricidad.
Los desafíos de la ganadería en el siglo XXI
El incidente de Vielha pone de manifiesto los retos a los que se enfrentan los ganaderos en un contexto de cambio climático y condiciones meteorológicas extremas. Las tormentas eléctricas, cada vez más frecuentes e intensas en los Pirineos, representan un riesgo creciente para las actividades al aire libre, especialmente en verano, cuando los rebaños están en los pastos de montaña. A esto se suman otros peligros, como los ataques de depredadores (en 2017, 156 ovejas murieron despeñadas cerca del túnel de Vielha tras el ataque de un oso) y la presión económica sobre un sector que lucha por mantenerse competitivo.
Además, la ganadería extensiva desempeña un papel crucial en el mantenimiento de los paisajes de montaña, previniendo incendios forestales al controlar la vegetación y preservando la biodiversidad. Sin embargo, la falta de apoyos suficientes y los riesgos naturales dificultan la continuidad de esta actividad. Los seguros agrarios cubren fenómenos atmosféricos como los rayos, pero los ganaderos a menudo señalan que las indemnizaciones no compensan plenamente las pérdidas, especialmente en términos de producción futura y el impacto emocional.
La tragedia de Vielha ha generado un debate sobre cómo proteger a los ganaderos de eventos climáticos extremos. Algunas propuestas incluyen la instalación de pararrayos en zonas de pastoreo, la mejora de los sistemas de alerta meteorológica y el fortalecimiento de los seguros agrarios. Sin embargo, estas medidas requieren inversión y coordinación entre las autoridades, los ganaderos y los expertos en climatología.
Mientras tanto, el Valle de Arán se recupera lentamente del impacto. El Camí del Port de Vielha, ahora con un trazado alternativo, sigue siendo un recordatorio de la fragilidad de la vida en la montaña. Los ganaderos, con el apoyo de la comunidad, enfrentan el desafío de reconstruir sus rebaños y su sustento, demostrando una resiliencia que ha caracterizado a esta región durante siglos.
En un mundo donde los fenómenos climáticos extremos son cada vez más comunes, la tragedia de Vielha no es solo una noticia local, sino un llamado a reflexionar sobre la sostenibilidad de la ganadería tradicional y la necesidad de proteger a quienes mantienen viva una forma de vida esencial para los Pirineos. Como dijo un ganadero de Rodeiro tras perder 22 vacas por un rayo: “Habrá que seguir; es lo que sé hacer y llevo así toda la vida”.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





