César Abraham Vallejo Mendoza (1892-1938), uno de los poetas más influyentes de la literatura hispanoamericana del siglo XX, representa un punto de inflexión en la vanguardia poética latinoamericana. Nacido en Santiago de Chuco, Perú, en el seno de una familia mestiza con raíces indígenas y españolas, Vallejo experimentó tempranamente las tensiones sociales y culturales de su época: la migración del campo a la ciudad, la pobreza, la injusticia laboral y el exilio político. Su obra poética, marcada por un profundo humanismo y una experimentación lingüística radical, incluye títulos emblemáticos como Los heraldos negros (1918), Trilce (1922), Poemas humanos (1939, póstumo) y España, aparta de mí este cáliz (1939, póstumo). Entre estos, Trilce destaca por su hermetismo, su ruptura con las convenciones poéticas tradicionales y su invención de un idiolecto que desafía las normas del español estándar.

Publicada en octubre de 1922 en Lima, en los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría, Trilce consta de 77 poemas numerados con romanos, sin títulos individuales, lo que acentúa su carácter enigmático y fragmentario. El libro surgió en un contexto biográfico turbulento: Vallejo acababa de salir de prisión tras 112 días de encierro injusto por un supuesto incendio en su pueblo natal (1920-1921), había roto con su amante Otilia Villanueva y enfrentaba la muerte de su madre (1918) y otros mentores. Este trasfondo de orfandad, pérdida y alienación impregna la obra, convirtiéndola en un testimonio de la crisis existencial del sujeto moderno. Según críticos como Antenor Orrego, quien prologó la primera edición, Trilce marca «una superación estética en la gesta mental de América», exigiendo del lector un conocimiento profundo y un amor incondicional para su comprensión.

El título mismo, «Trilce», es un neologismo inventado por Vallejo, un término que no existe en el diccionario y que ha generado décadas de especulaciones etimológicas y hermenéuticas. Vallejo afirmó en una entrevista con César González Ruano en 1931 que «Trilce no quiere decir nada. No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título y entonces la inventé: Trilce». Sin embargo, esta declaración no cierra el debate; al contrario, invita a explorar sus posibles raíces fonéticas, semánticas y simbólicas.

Origen y etimología de «Trilce»: Hipótesis y especulaciones

La invención de «Trilce» responde a la necesidad de Vallejo de romper con la tradición literaria y crear un lenguaje propio, alineado con las vanguardias europeas como el dadaísmo y el ultraísmo, pero anclado en la realidad latinoamericana. Según Enrique Foffani, el título tapa un «vacío» textual, desconociendo el «nombre del padre» y simbolizando una orfandad genealógica que permea toda la obra. Posibles títulos previos, como Féretros o Cráneos de bronce, fueron descartados, sugiriendo que «Trilce» emerge de una crisis nominativa, un acto de nominación que es, a la vez, des-nominación.

Las hipótesis etimológicas son variadas y reflejan la riqueza interpretativa del término. Una de las más tempranas, propuesta por críticos como Juan Castañón (1963), Amado Nervo Ferro (1964) y Jean Franco (1967), lo deriva de la fusión de «triste» y «dulce», evocando la ambivalencia emocional de los poemas: el dolor existencial mitigado por un anhelo de ternura. Esta interpretación se alinea con el tono melancólico de piezas como el poema XXIII, donde la nostalgia por la madre se entreteje con imágenes de dulzura hogareña. Eduardo Neale-Silva (1975) amplía esta idea, vinculándola a la «fase trílcica» de Vallejo, donde el lenguaje se deforma para capturar la dualidad de la vida.

Otras lecturas son más concretas y biográficas. Se ha sugerido que «Trilce» alude a «tres libras», el costo de impresión del libro en la penitenciaría, o a «Trujillo y Lima cárcel estuve», acrónimo de las experiencias carcelarias y migratorias del poeta. Gustavo Goloboff (1988) propone un anagrama de fragmentos de «Trujillo» (ciudad peruana) y «César», simbolizando la desterritorialización andina. Francisco Bravo (2000) ofrece una perspectiva numerológica y cabalística: las letras de «Trilce» suman 77 en el alfabeto español (T=19, R=17, I=9, L=11, C=3, E=5; total 64, pero ajustado a gematría), coincidiendo con el número de poemas y evocando la escritura sagrada. En 2020, Bravo añade una raíz filológica del latín trilicem, relacionado con «tejido de tres hilos», aludiendo al quipu andino como sistema de registro prehispánico, lo que integra el mestizaje cultural en la poética vallejiana.

Una hipótesis innovadora, propuesta por José Antonio Mazzotti (2022), interpreta «Trilce» como anagrama incompleto de «Otilia» (T-I-L) y «César» (R-C-E), representando al hijo nonato de la relación con Otilia Villanueva (1918), posiblemente abortado. La «O» ausente simboliza el cero o la nulidad (la vagina en el parto frustrado), mientras que las seis letras evocan una doble trinidad, deformada por la pérdida. Esta lectura se sustenta en cartas de Vallejo a Orrego, donde describe el libro como «criatura en el trance de su alumbramiento», y en poemas como Trilce LVI, que aluden a un niño no nacido perdido por el amor de los padres. Temas de nacimiento frustrado aparecen en V, VIII, X, XVI, XXXI, XXXIII, XL y XLI, según análisis de Ricardo Altamirano (1999) y Patricia Arroyo Paredes (2014). Así, «Trilce» no es arbitrario, sino un significante que condensa la frustración erótica, la orfandad triple (madre, hermana, esposa) y el nacimiento verbal como compensación.

Estas hipótesis, aunque especulativas, subrayan la polisemia del término: fonéticamente, evoca «tres» (trinidad, tres etapas vitales) y «lice» (del latín licere, permitir, o «liceo» como espacio educativo); semánticamente, apunta a la hibridez cultural peruana, fusionando español, quechua y elementos populares.

El significado de «Trilce» en el contexto de la obra poética

En el marco de Trilce, la palabra titular funciona como umbral hermenéutico, invitando a una lectura que desestabiliza las expectativas del lector. El poemario se divide temáticamente en amorosos (35 poemas), existenciales (23), hogareños (7), carcelarios (6) y reflexivos estéticos (6), según Ricardo González Vigil (2009). «Trilce» encapsula esta diversidad: su ambigüedad refleja el hermetismo léxico, la introspección estética y el vehículo musical de la obra, como señala Clodoaldo Espinoza Bravo al prever un «vallejismo» personal e inconfundible.

Poéticamente, «Trilce» representa la ruptura con el racionalismo comunicativo. Vallejo deconstruye el lenguaje: neologismos (como «desestrelar» en poema I), dislocamientos sintácticos y juegos fonéticos crean un idiolecto que, según Patricia Arroyo Paredes (2011), recupera el habla infantil, esquizoide y coloquial para una «nueva sensibilidad». Peruanismos (70 en su poesía, per Ángeles Caballero, 1958) y quechuismos (Ítalo Rojas, 2013-2016) integran lo popular: palabras como «guano», «chirota» o «concha» (como órgano sexual) evocan el cuerpo y la tierra andina. En poema II, la cárcel se metaforiza como tiempo detenido («las paredes suman cuatro en punto»), simbolizando la alienación temporal que «Trilce» nombra.

El significado erótico-sexual, propuesto por Roberto González Vigil (2022), ve en «Trilce» una «cumbre poética de la actividad sexual»: el polvo como coito en LVI, o la nostalgia corporal en XXIII, vinculan el título a la frustración reproductiva. Biográficamente, la ruptura con Otilia (30 poemas dedicados) y la influencia anarquista (José María González Prada) infunden un compromiso social: la explotación en haciendas y minas (como Quiruvilca) se filtra en imágenes de animalidad y guano como materia prima vanguardista, per Foffani (2014).

En suma, «Trilce» es un significante flotante que condensa la migrancia (de Andes a costa, Perú a Europa), la nostalgia andina (huaynos, burro peruano) y la transgresión verbal, como un quipu moderno que teje hilos de dolor, deseo y rebelión.

Interpretaciones críticas y vigencia contemporánea

La tradición exegética de Trilce ha generado tipologías de «vallejistas» y «trílcicos», clasificadas por Max Silva Tuesta (1994) en pioneros (Orrego, Mariátegui), vallejólogos (Núñez, Monguió) y otros. Orrego (1922) enfatiza el conocimiento y amor: «Bien quisiera yo… tenue vibración del torbellino musical». Mariátegui ve en Vallejo el «orto» de la literatura peruana, aunque no analiza Trilce directamente. Luis Monguió (1994) interpreta «Esperanza plañe entra algodones» como gemido entre algodones médicos, ligado a la virtud teologal.

Críticos extranjeros como Michelle Clayton (2011) sitúan Trilce en la modernidad lírica, mientras Daniel Saldívar (1988) lo «devela» como enigma vital. La recepción inicial fue lenta en Perú debido a la dictadura de Leguía (1919-1930), pero creció postmortem, con ediciones críticas de González Vigil (2012), quien lo llama «nuevo Evangelio» por su lenguaje «cristal» (letras de «Cristo»). Hoy, su vigencia radica en su apertura a lecturas poscoloniales, feministas y ecológicas, influyendo en poetas contemporáneos.

«Trilce» trasciende su aparente vacuidad para convertirse en emblema de la poética vallejiana: un neologismo que nombra lo innombrable, fusionando tristeza y dulzura, pérdida y creación. A través de hipótesis etimológicas y análisis críticos, se revela como síntesis de la orfandad existencial y la resistencia lingüística. En un mundo fragmentado, Trilce invita a repensar el lenguaje como acto de nacimiento, perpetuando la vigencia de Vallejo en la literatura universal.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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