En el otoño de 1944, mientras Europa se convulsionaba con los estertores de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de exiliados españoles, curtidos en la lucha contra el nazismo en Francia, decidió lanzar un audaz golpe contra la dictadura de Francisco Franco. Conocida como la Operación Reconquista de España, esta incursión en el Valle de Arán representó el último intento militar organizado por las fuerzas republicanas para derrocar al régimen franquista. Promovida por la Unión Nacional Española (UNE), una organización antifranquista impulsada principalmente por el Partido Comunista de España (PCE), la invasión buscaba conquistar un territorio estratégico entre los ríos Cinca y Segre, establecer un gobierno provisional de la República y desencadenar un levantamiento popular generalizado. Sin embargo, las expectativas de los maquis –las milicias antifascistas formadas por guerrilleros españoles– chocaron con la realidad de un país exhausto y un contexto internacional que no favoreció sus ambiciones.

Del Exilio a la Resistencia

La guerra civil española (1936-1939) dejó un saldo de destrucción y división que perduraría décadas. La victoria de Franco en abril de 1939 forzó a cientos de miles de republicanos a exiliarse, principalmente en Francia. Allí, muchos se unieron a la Resistencia francesa contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Estos combatientes, conocidos como maquis (del francés «maquisard«, refiriéndose a los guerrilleros que operaban en el monte), acumularon experiencia en sabotajes, emboscadas y combates irregulares. La Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE), integrada por unos 9.000 hombres, jugó un papel crucial en la liberación del sur de Francia en 1944, incluyendo la toma de ciudades como Toulouse y Foix.

El avance aliado tras el Desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944 avivó las esperanzas de los exiliados. París fue liberada en agosto, y unidades como la 2ª División Blindada del general Leclerc, con fuerte presencia española, simbolizaban el triunfo sobre el fascismo. En este clima de euforia, líderes como Jesús Monzón, delegado del PCE en Francia, vieron una oportunidad para extender la lucha a España. Monzón, quien había reorganizado la resistencia republicana en el exilio, creía que el país estaba en una «etapa prerrevolucionaria» y que un impulso externo bastaría para provocar una insurrección popular y la deserción de aliados de Franco hacia la UNE. La UNE, creada en 1942, no era solo comunista; unía a socialistas, republicanos y anarquistas dispersos por la guerra, formando una «gran alianza» contra el nazismo y el franquismo, según la historiadora Geneviève Dreyfus-Armand.

Los maquis confiaban en el descontento popular contra Franco, agravado por la posguerra, el hambre y la represión. Además, esperaban intervención aliada: con los nazis en retirada, creían que Estados Unidos y Gran Bretaña, aliados contra Hitler, no tolerarían un régimen fascista en España. Proclamas desde Radio Toulouse, controlada por la UNE, y discursos de figuras como el general José Riquelme alimentaban esta ilusión. Sin embargo, informes internos advertían de la improbabilidad de un alzamiento masivo, y algunos líderes comunistas se oponían al plan por su precipitación.

El Plan: Operación Reconquista de España

La operación se gestó en Toulouse y Foix, donde se concentraron unos 13.000 veteranos españoles. De ellos, entre 4.000 y 7.000 voluntarios se seleccionaron para la invasión principal, organizada en «brigadas» y «divisiones» –términos propagandísticos para unidades de unos pocos cientos de hombres cada una. El mando militar recayó en el coronel Vicente López Tovar, un veterano del Ejército Popular Republicano y héroe de la Resistencia francesa, condecorado por sus acciones en la liberación de Royan.

El objetivo era conquistar el Valle de Arán, en los Pirineos catalanes, un enclave estratégico por su aislamiento: conectado con España solo por el puerto de La Bonaigua y fácilmente accesible desde Francia. El plan consistía en entrar por la frontera francesa el 19 de octubre de 1944, tomar el territorio entre los ríos Cinca y Segre, y proclamar un gobierno provisional republicano en Viella, la capital del valle. Desde allí, se esperaba que el invierno aislara el área de refuerzos franquistas, permitiendo consolidar la posición y desencadenar revueltas en otras regiones. Incursiones secundarias a lo largo de la frontera pirenaica distraerían a las fuerzas de Franco.

El armamento era limitado: fusiles, ametralladoras y morteros capturados a los alemanes, pero insuficiente frente a un ejército regular. La estrategia apostaba por la sorpresa y el apoyo popular, asumiendo que el «supuesto descontento» contra Franco llevaría a alzamientos en ciudades como Barcelona o Madrid. Además, se contaba con el respaldo aliado, creyendo que la presencia de un gobierno republicano en suelo español forzaría una intervención similar a la de Italia o Grecia.

El Desarrollo de la Invasión

La fase preparatoria comenzó el 3 de octubre con incursiones menores en Navarra y el País Vasco. La 45ª o 153ª Brigada (250-400 hombres) entró por Roncesvalles, chocando con la Guardia Civil y causando bajas limitadas antes de retirarse. Otras brigadas, como la 54ª en el valle de Roncal y la 10ª en el País Vasco, enfrentaron resistencia y falta de apoyo civil, sufriendo pérdidas significativas –la 10ª perdió 21 hombres y a su comandante, Francisco Cavero.

El asalto principal se lanzó el 19 de octubre a las 6 de la mañana. La 204ª División de Guerrilleros, al mando de López Tovar, avanzó en tres columnas: la principal hacia Viella con brigadas como la 7ª, 9ª, 11ª y 551ª; la segunda por el valle del Gállego con la 21ª y 468ª; y la tercera por el Port Vell de Lérida con la 3ª y 402ª. El progreso inicial fue rápido: ocuparon pueblos como Bausén, Caneján, Les, Bossòst y Salardú, estableciendo un cuartel en Bossòst el 20 de octubre. La 11ª Brigada bloqueó refuerzos en el Hospital de Viella, capturando puestos de la Guardia Civil y tomando prisioneros.

Sin embargo, los combates se intensificaron. En Salardú y Las Bordas, la 9ª Brigada luchó con dureza, pero no pudo avanzar. La resistencia franquista, bajo el general José Moscardó, se organizó rápidamente: Franco movilizó hasta 50.000 hombres, incluyendo tropas de élite como la Legión y divisiones marroquíes, apoyadas por artillería pesada. El puerto de La Bonaigua se convirtió en un cuello de botella impenetrable, donde los maquis fueron bombardeados sin poder progresar hacia las tierras bajas.

Retirada

Para el 24 de octubre, el avance se estancó. No hubo levantamientos populares: la población local, temerosa de represalias, no se unió, y el descontento contra Franco no se tradujo en acción armada. Los aliados, ocupados en Alemania, ignoraron las súplicas; Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt priorizaban la estabilidad en Europa occidental, y Franco había roto lazos con Hitler para aparentar neutralidad.

López Tovar ordenó la retirada el 28 de octubre, tras solo nueve días de ocupación parcial. Los maquis se replegaron a Francia por el Puente del Rey, dejando atrás equipo y heridos. Las bajas fueron elevadas: fuentes estiman 129 a 588 muertos entre los guerrilleros, con 800 capturados; las fuerzas franquistas perdieron alrededor de 248-300 hombres. El fracaso se atribuye a varios factores: subestimación de la lealtad del ejército franquista, falta de armamento pesado, ausencia de apoyo aéreo y, sobre todo, la ilusión de un levantamiento espontáneo.

La invasión marcó el fin de las grandes operaciones de invasión por parte del PCE. Monzón fue purgado por el partido, acusado de «aventurismo», y el foco se desplazó a la guerrilla interna en España, que persistió hasta los años 50 pero con menor intensidad. Franco utilizó el episodio para reforzar su represión, ejecutando a prisioneros y propagandizando la «invasión comunista» para justificar su régimen.

Históricamente, la Operación Reconquista de España simboliza la tenacidad de los exiliados republicanos y el aislamiento de España en la posguerra. Como señala el historiador Hartmut Heine, fue un «intento desesperado» en un momento de transición global. Hoy, monumentos en Bossòst y Viella recuerdan a los caídos, y documentales como «Valle de Arán, octubre del 44» reviven esta «última bala de la República».

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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