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Josep Fornes

Josep Fornés: “La selección que se ha hecho durante muchos años del patrimonio dejaba a un lado los objetos que utilizaban las mujeres”.

Hablamos sobre el papel de los museos en el siglo XXI y la cultura con un experto en primera línea en estos ámbitos. Josep Fornés, licenciado en Antropología social y cultural, director del museo Etnológico y de las culturas del mundo de Barcelona des de 2008. También es miembro de diferentes consejos y comisiones culturales oficiales de Barcelona como la Comisión del Patrimonio Etnológico de Cataluña del Gobierno de la Generalitat de Cataluña o del consejo de Cultura de la ciudad de Barcelona.

 ¿Cómo describiría el museo Etnológico para alguien que no sabe nada de él?

Un museo es un espacio de confianza para mantener conversaciones complejas, difíciles y comprometidas, todo lo demás no es un museo. Un museo ha de ser un espacio que cuando sea visitado por un ciudadano este se sienta cómodo, confiado para compartir experiencias. A mí no me interesan esos museos oscuros donde no puedes ni tocar las obras, yo quiero museos luminosos y diáfanos. En el Museo Etnológico de Montjuic a partir de la ciudad como modelo hablamos del país, de Europa o del mundo, pero sobretodo hablamos de la gente. Un museo como este sería una perfecta terapia para una persona con alzhéimer porqué reconocería esos objetos, los abuelos serian excelentes guías de este museo. Un museo ha de estar vivo y tener sentido, todo lo demás solo es un almacén de objetos sin sentido alguno.

¿Qué diferencia hay entre los museos de toda la vida y este nuevo modelo que se aplica aquí en el Etnológico?

Nosotros asumimos el riesgo de la experimentación, des de la ICOM (International Council of Museums) se dictamina lo que tiene que ser un museo en el siglo XXI, se tiene que comprometer con su sociedad, eso implica a toda la población de una ciudad, los inmigrantes también. Todos tenemos que sentirnos diversos porque somos una sociedad plural. Somos un museo que tenemos visitantes que han nacido lejos, lo visitan inmigrantes porque los tenemos en cuenta, tenemos al cónsul del Ecuador que está encantado y quiere colaborar con nosotros, también hemos tenido buenas relaciones con los consolados colombianos, mejicanos, venezolano… porque nos relacionamos con sus asociaciones. Nosotros no los vemos como una fuerza de trabajo, sino como depositarios de una cultura, se trata básicamente de una relación de respeto. Queremos ser un museo social, algo que cuesta hacer entender a los burócratas. Somos un museo antiguo que se renueva día a día, proponemos cosas, removemos conciencias.

¿Cómo se hace la selección de exposiciones?

Hacemos una lluvia de ideas des del equipo del museo sobre qué podemos hacer y partir de aquí desarrollamos unas ideas que pueden acabar en exposición, yo siempre impongo que tiene que haber alguien de la casa implicado en la exposición y alguien de fuera que se vincule. Que siempre haya gente de nuestro equipo garantiza el aprender, madurar, no tenemos que limitarnos a llevar las exposiciones de fuera aquí. El talento de la gente que trabaja en los museos ha de crecer, no podemos ser unos simples tramitadores, la clave está en aprender de nuestros éxitos y nuestros fracasos. Trabajamos con los equipos de investigación de las universidades próximas como la UB, UAB, UOC, UPF, la Ramon Llull, la Universidad de Girona y la Universidad de Tarragona.

¿Hay un mayor interés por los museos ahora que hace unos diez años?

No, para nada. Lo que aumentaría las visitas en los museos sería un cambio en los horarios laborales, si la gente saliera del trabajo más temprano y tuviera más tiempo para realizar prácticas culturales estoy seguro de que la gente iría mucho más al teatro, a los museos y al cine. La gente visita los museos el primer domingo de mes y la noche de los museos. La democracia cultural de este país brilla por su ausencia. Los museos se visitan poco y la gente que lo hace lo hace con calma, se pasa un par de horas tranquilamente para visitar bien el museo, un turista que visita el museo lo hace con prisa. Barcelona no es una ciudad de ver museos sino de ver las calles, sus edificios, su gente, el ambiente que desprende.

¿Cómo se seleccionan los objetos que pasan a ser considerados patrimonio?

La selección de estos objetos siempre es intencionada ya sea por motivos ideológicos, religiosos, políticos, sociológicos… A veces se utiliza la línea del tiempo para clasificar los objetos. Todo es cuestionable, ¿una cocina económica es patrimonio? ¿El delantal de una ama de casa para no mancharse de aceite es patrimonio? ¿Dónde ponemos la frontera? Naturalmente la selección es ideológica, de clase, cultural, religiosa, política…. Hay formas más conservadoras  y progresistas de hacer esta selección. Para este  museo los objetos tienen la función no de mostrarse al público sino de ofrecer significados, una cocina económica puede mostrar el patrimonio de la clase trabajadora y admitir que existe una clase trabajadora. La selección que ha hecho durante muchos años del patrimonio dejaba a un lado los objetos que utilizaban las mujeres, en cambio los objetos de la nobleza de ostentación de clase formaban parte del imaginario que había de entrar en un museo.

Y vosotros intentáis romper con eso imagino.

Por supuesto, y tenemos problemas reales con eso, auténticas resistencias, hay quien domina los parámetros administrativos y de conservación patrimonial de los museos y los protocoles de adquisición de material que chocan con los criterios que un museo social debe aplicar. La gestión de almacenes es complicada porque vale dinero y evidentemente a cualquier administración democrática le molesta conservar elementos patrimoniales.  Los almacenes están llenos y eso nos obliga a ser más selectivos, y aquí está el peligro de no excluir materiales susceptibles de hacer entender por ejemplo una cultura de clase trabajadora.  El patrimonio modesto es molesto, el patrimonio de la clase trabajadora molesta en el concepto clásico de museo y de patrimonio.

Entonces des de las instituciones se considera los museos como un espacio de ostentación, este museo es bueno porque tiene una pieza carísima que se ha llevado des de París. ¿Correcto?

Por desgracia si, se valora comprar una pieza en el extranjero que haya costado una pasta. Es como un muestrario de joyas, se utilizan expresiones como los tesoros del museo como si fuéramos piratas, si un museo se valora en base a sus piezas caras significa que no hemos entendido nada, quiere decir que estamos aún en los museos del siglo XIX. ¿Por qué volvemos a esta tontería de volver a este tipo de museos? Porque es más fácil, no se necesitan estudios para ver que una pieza es cara y bonita, parecemos Indiana Jones buscando el Santo Grial o el Arca Perdida. Insistió una vez más, los museos han de mostrar significados, una persona que entra en un museo ha de entrar pensado una cosa y salir pensando otra o por lo menos cuestionándose su pensamiento.

¿Cómo se puede dar más vida a los museos?

Lo que hay que hacer es dejar la gestión de los museos en manos de los profesionales, los expertos con formación académica en ámbitos culturales, confiar más en esta gente, tenemos mucha gente con un gran talento y sin embargo se chocan contra la pared de la burocracia que nos impide trabajar. Cada vez vamos a peor, es más difícil porque por un lado hay más gente joven con conocimientos pero a la vez hay más trabas debido a las prioridades económicas.

La quema del museo de Rio de Janeiro dolió por la pérdida de los idiomas indígenas que no estaban digitalizados y se perdieron para siempre. ¿En España podría pasar algo similar?

¡Claro que podría pasar! Pero aquí el patrimonio no se quema por accidente, históricamente lo hemos quemado nosotros en revueltas populares o guerras civiles. Aparte de eso tenemos otro problema, las humedades, no hay museo que no tenga goteras y la verdad es que los depósitos digitales cuestan mucho.

¿Des de las instituciones hay alguna diferencia entre la manera de trata el patrimonio en Cataluña y España?

Si, lo sé porque tengo la suerte de haber trabajado con personas que han trabajo en Burgos, Madrid, Valencia… por esta gente sé que en el Ministerio de Cultura las cosas se hacen de otra manera, el patrimonio se valora de otra forma, los planos museológicos se hacen teniendo en cuenta los profesionales de los museos. El museo valenciano de etnología dirigido por Joan Seguí tuvo un concepto muy renovador en lo que refiere a la selección de materiales, utilizando unos parámetros muy transgresores y la cosa funcionó bien. En Barcelona estamos en horas bajas aproximadamente des de los años noventa.

¿Puede perdurar un pueblo sin su patrimonio cultural y sin sus tradiciones?

El concepto de nosotros que tenemos ahora es muy complejo y plural. Ser anarquista ahora no es lo mismo que ser anarquista en los años treinta. Ser un pueblo es absolutamente mutable, si una cosa es inmutable en una ciudad es el cambio. La cultura y el patrimonio de un pueblo no se pierde nunca, simplemente cambia. Los símbolos se llevan en la mentalidad no son materiales. Es muy difícil exterminar una cultura entera al cien por cien, eso no lo ha enseñado la historia, si algo no ha caracterizado a los humanos es al capacidad para recibir golpes muy duros, superarlos y perdurar. Somos humanos porque en muchos momentos lo hemos pasado realmente mal.

¿Cómo le gustaría que fueran los museos de aquí un par de siglos?

Sería maravilloso que de aquí un par de siglos no hicieran falta museos, que la gente fuese suficientemente respetuosa con la cultura y el patrimonio, que la gente tuviera a casa una colección patrimonial que pasase de padres a hijos o a la asociación del barrio…  que el patrimonio se gestionara correctamente de manera comunitaria. Imagino museos sociales que no se parecieran en nada a los actuales. Deseo que la gente en el futuro conserve su patrimonio, que se creen unos museos comunitarios donde cada comunidad tenga su patrimonio allí. Cuando se centraliza en una elite el conocimiento y la gestión de ese conocimiento se corre el riesgo de que sean pocos los elegidos y depositarios del conocimiento, a la que se sociabiliza el conocimiento la institucionalización del patrimonio se hace prescindible. Si todo va bien de aquí a doscientos años no harán falta ni los museos ni muchas otras cosas.

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