¿Cuánto vale el miedo? Depende de la forma que adopte. El día de Halloween pudo comprarse en todas sus manifestaciones, colores y sabores. Para celebrar una fiesta tan escalofriante, el Espai Jove La Fontana del distrito barcelonés de Gracia cedió una de sus salas a un grupo de jóvenes para la organización de un mercadillo de terror, el Horror Market. Todo aquel que quisiera podía entrar, darse una vuelta por el recinto y salir con los accesorios perfectos para asustar, así como con la cara maquillada al más puro estilo “zombi recién salido de la tumba”. Con unas cuantas bolsas llenas de miedo.

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Los complementos y la posibilidad de convertirse en monstruo no eran los únicos atractivos del mercadillo. El terror también podía consumirse, literalmente. Eran muchos los puestecitos que ofrecían su cara más dulce, hecha pastel. Bizcochos coronados por golosinas en forma de dedo, gusano o colmillos de vampiro. Bollos con cuerpo de murciélago, calabaza, calavera o fantasma, con sangre de chocolate fundido. Era amplio y variado el surtido de placeres de azúcar. Cómo también el de puestos que vendían películas sanguinarias, entre las que se encontraba Campamento sangriento 4, del director James J. Wilson, que había acudido al evento.

Las películas fueron una pieza clave del mercado, pues no sólo se vendían sino que también podían verse, en otra sala del local. A lo largo del día, se proyectaron tres, además de diversos cortometrajes. El miedo traspasaba la gran pantalla, pero también podía sentirse a través de la lectura. Eran bastantes los puestos que ofrecían novelas y cómics de terror. Por otro lado, aunque algunos de ellos no trataban esta temática eran igualmente apetecibles, como los de Mr. Jau. Cómo ligar o Cómo dibujar tías buenas eran algunos de los títulos de sus cómics, en muchos de los cuales aparecía el personaje Super Porc, “un cerdo que lucha contra las fábricas de carne y los McDonalds”, en palabras de su creador.

Pasear entre ofertas inquietantes, escuchar buena música, hacerse con algún muñeco diabólico de trapo, acudir de vez en cuando a la barra del bar o al puesto de perritos calientes The dog is hot, y comparar disfraz con los compañeros de espacio. Eran muchas las posibilidades que ofrecía el Horror Market en ese siniestro domingo de Halloween. Por eso, fueron muchos los que a lo largo del día se acercaron al local, bajo la apariencia de brujas verrugosas o diablos enfurecidos, con un único objetivo: pasárselo de muerte.

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