El edificio Venus, ubicado en el barrio de La Mina en Sant Adrià del Besòs, es mucho más que una estructura de hormigón de diez plantas y 244 viviendas. Es un símbolo de las promesas incumplidas, la lucha vecinal y la resistencia en uno de los barrios más estigmatizados de Cataluña. Durante más de dos décadas, los residentes de este bloque han vivido en condiciones de extrema precariedad, esperando un derribo y realojo que se han postergado repetidamente.
Orígenes del Edificio Venus: Un Barrio Nacido de la Marginación
El barrio de La Mina, construido en la década de 1970, fue concebido como un «polígono de absorción» para reubicar a la población de las barracas del Somorrostro, La Perona y el Camp de la Bóta, mayoritariamente de etnia gitana. El edificio Venus, una mole de 244 viviendas distribuidas en seis escaleras, se erigió como parte de este proyecto urbanístico tardofranquista, diseñado con poco esmero para alojar a familias vulnerables. Sin embargo, lo que debía ser una solución habitacional se convirtió rápidamente en un foco de marginalidad, pobreza y degradación.
Desde sus inicios, el edificio sufrió problemas estructurales y de mantenimiento. Las tuberías se rompían con frecuencia, los ascensores fallaban constantemente, y los espacios comunes, como los patios y las azoteas, se convirtieron en basureros improvisados. En 2002, el Consorcio de La Mina —formado por la Generalitat, los ayuntamientos de Sant Adrià del Besòs y Barcelona, y la Diputación de Barcelona— aprobó el Plan Especial de Reordenación y Mejora (PERM), que incluía el derribo del Venus y el realojo de sus habitantes en nuevas viviendas de protección oficial. Este plan, sin embargo, quedó en papel durante casi dos décadas debido a desacuerdos sobre las tasaciones de los pisos y la incapacidad de muchas familias para asumir los costos asociados al realojo, que oscilaban entre 30.000 y 40.000 euros por vivienda.
Una Década de Promesas Rotas y Degradación
A lo largo de los años, las condiciones en el edificio Venus se deterioraron aún más. Los vecinos denuncian cortes de luz frecuentes, ascensores averiados, tuberías rotas, plagas de ratas y la proliferación de «narcopisos» controlados por clanes familiares dedicados al tráfico de drogas. Las azoteas, cerradas con candados por los propios residentes para evitar que se convirtieran en puntos de consumo de drogas, estaban llenas de jeringuillas y basura. “Es raro el día que no se rompen los bajantes, las tuberías de la sala de contadores están igual, las barandillas de las escaleras y los buzones están rotos,” relata Paqui Jiménez, vecina y portavoz del colectivo de afectados, en una entrevista de 2019.
Paco Hernández, un vecino de 75 años que lleva 43 viviendo en el Venus, describe la situación con resignación: “Vivimos en unas condiciones muy precarias. Siempre pasa lo mismo: se va la luz, no hay ascensor, y no funciona nada.”. A sus 80 años, Joaquina, otra residente, cuenta cómo debe bajar las escaleras con su andador debido a los constantes fallos del ascensor: “No funciona nada en este bloque. Llegué joven a Venus y me he hecho mayor aquí”.
El impacto psicológico de estas condiciones no es menor. Los vecinos describen un ambiente de miedo constante, con portales oscuros, basura acumulada y la presencia de toxicómanos en las escaleras. “Las porterías dan miedo, sufrimos cortes de luz, tenemos campamentos llenos de basura en los tejados, falta de calefacción en invierno… son situaciones psicológicamente muy malas,” explica Paqui Jiménez.
La Lucha Vecinal: Una Batalla Judicial y Social
Frustrados por los retrasos, los vecinos del Venus han llevado su lucha a los tribunales. En 2016, iniciaron una demanda contra el Consorcio de La Mina por inactividad administrativa, exigiendo el cumplimiento del PERM. En 2020, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) dio la razón a los vecinos, calificando la inactividad del Consorcio como “patente” y ordenando reactivar el plan de expropiación. Sin embargo, esta victoria no se tradujo en avances inmediatos, y muchas familias denunciaron que las administraciones seguían sin cumplir los plazos.
Además, los vecinos han exigido indemnizaciones por los años de sufrimiento en un edificio en condiciones insalubres. En 2023, un centenar de familias reclamaron 12,5 millones de euros, a razón de 10.000 euros por año desde 2009, por los daños y perjuicios sufridos. El Consorcio ofreció 5.000 euros por demandante, una cifra que los vecinos consideran insuficiente. “Reclamamos que todo el mundo se pueda acoger por igual al plan de expropiaciones y que un juez decida la indemnización por tantos años de sufrimiento,” afirma Paqui Jiménez.
Otro punto de conflicto ha sido el decreto HAUS (Vivienda para Afectados Urbanísticos), que los vecinos exigen que se aplique para garantizar realojos sin coste adicional. La administración inicialmente desestimó esta petición, exigiendo pagos de hasta 40.000 euros por las nuevas viviendas, una cantidad inasumible para la mayoría de las familias, muchas de las cuales viven bajo el umbral de la pobreza. En respuesta, los vecinos han organizado asambleas, campañas de micromecenazgo y movilizaciones para visibilizar su situación, contando con el apoyo de colectivos como el Colectivo Ronda y entidades locales como Salesians Sant Jordi.
El Futuro del Edificio Venus: Un Horizonte Incierto
Tras años de retrasos, en abril de 2024, el Consorcio de La Mina aprobó un nuevo plan de expropiaciones que prevé el derribo del edificio Venus para 2030, dos años más tarde de lo anunciado inicialmente en 2028. Este plan, con un presupuesto de 30,8 millones de euros, incluye el realojo de 105 familias que cumplen los requisitos, indemnizaciones para propietarios y alquileres sociales para los inquilinos vulnerables. El importe total de valoración de los bienes y derechos asciende a 19 millones de euros, con indemnizaciones mejoradas respecto al plan de 2009: 97.450 euros para pisos de tres habitaciones y 121.514 euros para los de cuatro, además de 1.500 euros por gastos de traslado y entre 6.846 y 8.529 euros por pérdida de posesión para no propietarios.
El Institut Català del Sòl (Incasòl) ha adjudicado el proyecto de un nuevo edificio de 66 viviendas de protección oficial, diseñado por el arquitecto Josep Ferrando Bramona, que se construirá en un solar cercano a la biblioteca de La Mina. Estas viviendas, de 61,80 metros cuadrados para igualar las dimensiones de los pisos del Venus, están pensadas para minimizar conflictos, con espacios comunitarios que evitan rincones y accesos inapropiados. Además, se planea un segundo edificio de vivienda dotacional en la calle Ramon Llull para los últimos realojos, cuya construcción está prevista para finales de 2029 o principios de 2030.
El plan “La Mina amb futur” también contempla la transformación integral del barrio, con la construcción de un complejo administrativo de la Generalitat, una guardería, un centro de día para personas mayores y la remodelación del Casal Cívic de La Mina. Sin embargo, los vecinos se muestran escépticos. “Dijeron septiembre, luego octubre, ahora febrero… Todos los plazos van con retraso y así no pueden cumplir religiosamente,” lamenta Paqui Jiménez. José Amaya, de 85 años, expresa su preocupación: “Me han propuesto un séptimo piso, pero soy mayor y necesito un piso bajo. En Venus, vivo en un tercero y puedo bajar descansando, pero en un séptimo no me veo capaz”.
Un Barrio en Transformación, Pero a Fuego Lento
A pesar de los avances, el proceso de desalojo avanza lentamente. Hasta agosto de 2024, solo siete familias habían abandonado sus pisos, y 15 viviendas habían sido tapiadas para evitar ocupaciones ilegales. El Consorcio espera que al menos 47 pisos estén deshabitados antes del verano de 2025, pero los litigios judiciales en curso, con 78 recursos de reposición y 103 de disconformidad por las indemnizaciones, complican el proceso. Algunos vecinos denuncian que se les presiona para retirar las demandas judiciales a cambio de un realojo inmediato, lo que consideran un “chantaje”.
Isabel, otra vecina, resume la frustración de muchos: “Me llamaron hace dos meses para arreglar el tema de la propiedad, pero no me han vuelto a contactar. Llegué joven a Venus y me he hecho mayor aquí, esperando”. Este sentimiento de abandono resuena en las redes sociales, donde usuarios como @MRSHL0 expresan empatía: “Intento ponerme en la piel de los vecinos honrados de Venus que han malvivido todos estos años. Pobre gente que ha tenido que vivir lo que vive”.
El edificio Venus es un testimonio vivo de las desigualdades sociales y las promesas incumplidas en La Mina. Su historia refleja la resiliencia de un vecindario que, a pesar de la marginalidad y el estigma, ha sabido organizarse para exigir dignidad. Aunque el horizonte de 2030 ofrece esperanza, los vecinos temen que los retrasos persistan. Como dice Paqui Jiménez, “queremos un futuro digno, no más promesas vacías.” La transformación de La Mina no solo depende del derribo de un edificio, sino de un compromiso real para garantizar que sus habitantes puedan, por fin, escapar de Venus.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





