En un movimiento que subraya las complejidades de las inversiones extranjeras y las campañas anticorrupción transfronterizas, el Estado argelino ha adquirido recientemente el control del Hotel Palace de Barcelona, el establecimiento de lujo más antiguo de la ciudad. Esta transacción, formalizada el 1 de agosto de 2025 mediante una dación en pago, representa no solo un cambio de propiedad, sino un capítulo clave en la recuperación de activos supuestamente adquiridos con fondos ilícitos durante la era de Abdelaziz Bouteflika en Argelia. Para una economía como la catalana, fuertemente dependiente del turismo de alto standing, esta adquisición plantea interrogantes sobre la estabilidad de las inversiones extranjeras, el impacto en el sector hotelero y las dinámicas geopolíticas entre España y Argelia.

El Palace, inaugurado en 1919 bajo el nombre de Ritz por el empresario suizo César Ritz, ha sido testigo de más de un siglo de historia barcelonesa. Ubicado en la Gran Vía de les Corts Catalanes, números 664-668, este hotel de cinco estrellas gran lujo ha alojado a figuras icónicas como Salvador Dalí, quien residió en su suite real durante años, o estrellas internacionales como Woody Allen y Mick Jagger. Con 120 habitaciones, suites opulentas y servicios premium como spas y restaurantes Michelin, el Palace genera ingresos anuales estimados en decenas de millones de euros, contribuyendo significativamente al PIB turístico de Barcelona, que representa alrededor del 12% de la economía local según datos del Ayuntamiento. Su valor actual se estima en unos 100 millones de euros, aunque la tasación hipotecaria en 2011 lo situaba en 53 millones.

La historia reciente del hotel se entrelaza con la figura de Ali Haddad, un magnate argelino que emergió como uno de los empresarios más influyentes durante el régimen de Bouteflika. Nacido en 1965, Haddad fundó en 1988 la Empresa de Trabajos de Carreteras, Hidráulicos y Edificios (ETRHB), que se convirtió en la principal constructora privada de Argelia. Su proximidad al poder le permitió obtener contratos millonarios, incluyendo alianzas con firmas españolas como FCC para proyectos ferroviarios y estadios de fútbol. En 2014, fue elegido presidente del Foro de Jefes de Empresa (FCE), la principal patronal argelina, consolidando su estatus como oligarca. Forbes lo catalogaba como uno de los hombres más ricos de Argelia, con una fortuna construida sobre influencias políticas.

En diciembre de 2011, Haddad adquirió el Palace a través de su sociedad española Aginyo Inversiones y Gestiones Inmobiliarias S.L., pagando 80 millones de euros al Grupo Husa de Joan Gaspart, expresidente del FC Barcelona. Según declaraciones de Haddad en su juicio, el monto real fue de 54 millones, complementados con créditos bancarios y un préstamo personal. La operación incluyó una hipoteca de 26 millones de euros con Banco Santander, ampliada en 2020 y 2021 con periodos de carencia debido a la pandemia. Inicialmente, Husa mantuvo la gestión mediante arrendamiento, pero en 2014, ante dificultades financieras, Haddad asumió el control directo a través de Royal Blue Bird S.L., administrada por Radia Bouziane Allaoui, una argelina naturalizada española. Esta adquisición formaba parte de una expansión internacional de Haddad, que incluyó otros hoteles en Barcelona como el Gran Hotel La Florida y el Miramar en 2016.

Sin embargo, la fortuna de Haddad se derrumbó con el movimiento Hirak en 2019, que forzó la dimisión de Bouteflika tras 20 años en el poder. El 31 de marzo de 2019, Haddad fue detenido en la frontera con Túnez mientras intentaba huir con tres pasaportes ilegales y divisas no declaradas. Acusado de corrupción, malversación, abuso de poder y obtención ilícita de contratos públicos, fue condenado inicialmente a 18 años de prisión, reducidos a 12 en apelación en noviembre de 2020. Las investigaciones revelaron que había recibido préstamos bancarios por 16.000 millones de dólares para proyectos adjudicados sin licitación, gracias a su influencia en el círculo de Bouteflika. Sus cuatro hermanos también fueron condenados a cuatro años, y se ordenó la confiscación de bienes familiares.

La justicia argelina, bajo el nuevo presidente Abdelmadjid Tebboune, inició una campaña agresiva para recuperar activos desviados por la «issaba» (banda), el término usado para los oligarcas del antiguo régimen. En un discurso del 10 de octubre de 2025 ante la cúpula militar, Tebboune anunció la recuperación de bienes por valor de 30.000 millones de dólares, incluyendo «un hotel de cinco estrellas en España adquirido ilícitamente». El Palace era un objetivo prioritario, considerado comprado con fondos malversados. En 2022, Argelia envió cartas rogatorias a varios países, incluyendo España, solicitando la restitución de propiedades. Estas fueron canalizadas por la embajada argelina en Madrid, aunque requirieron correcciones formales.

Pese a las tensiones bilaterales –exacerbadas en 2022 por el apoyo español a la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, lo que llevó a la suspensión del tratado de amistad y un boicot comercial–, las reclamaciones continuaron. Fuentes diplomáticas españolas confirmaron que el proceso seguía en curso, y una reciente visita del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a Argel en octubre de 2025, junto con reuniones de seguridad, incluyó discusiones sobre restituciones. Una delegación argelina mencionó demandas por varios hoteles, aunque no especificó el Palace.

La adquisición no se resolvió judicialmente, sino mediante un acuerdo privado con Haddad. Según el Registro de la Propiedad de Barcelona, se inscribió una «dación en pago de deuda», un mecanismo legal español que permite transferir un bien para saldar una obligación, evitando embargos judiciales. El Fondo Nacional de Inversión (FNI), dependiente directamente del primer ministro argelino, asumió la propiedad plena el 1 de agosto de 2025. El FNI se comprometió a pagar la deuda pendiente de Haddad con Banco Santander, cuya hipoteca ascendía a 26 millones de euros. Aunque la inscripción está pendiente —calificada negativamente el 20 de octubre por defectos formales—, la transmisión es efectiva desde la firma notarial.

Desde una perspectiva económica, esta transacción destaca la vulnerabilidad de las inversiones extranjeras en activos inmobiliarios de lujo. Barcelona, con un mercado hotelero que atrajo 4.500 millones de euros en inversiones en 2024, según datos de CBRE, depende de capitales internacionales para mantener su estatus como hub turístico. La entrada de un fondo estatal argelino podría estabilizar el Palace, asegurando su operación a largo plazo —Argelia promete gestionarlo por 30 años—, pero también introduce riesgos geopolíticos. En un contexto de inflación energética y tensiones en el suministro de gas argelino a España (que representa el 40% del consumo nacional), esta adquisición podría usarse como palanca diplomática.

Además, el caso ilustra los desafíos de la recuperación de activos en economías emergentes. Argelia ha repatriado 30.000 millones de dólares en bienes, pero el Palace es un ejemplo de cómo las negociaciones privadas evitan litigios prolongados. Haddad, único oligarca dispuesto a negociar en 2022 vía intermediarios, vio frustradas sus ofertas, ya que Tebboune rechaza tratos con «mafiosos», según el periodista argelino Farid Alilat. Sin embargo, el acuerdo final sugiere pragmatismo: el FNI asume deudas para adquirir un activo valorado en 100 millones de euros, fortaleciendo su portafolio de inversiones internacionales.

Para la economía catalana, el impacto podría ser mixto. El Palace emplea a unos 130 trabajadores y genera flujos turísticos de élite, contribuyendo al 15% del PIB regional derivado del turismo. Bajo gestión estatal argelina, podría beneficiarse de sinergias con aerolíneas como Air Algérie, potenciando llegadas desde el norte de África. No obstante, analistas como los de Deloitte advierten que la propiedad estatal podría disuadir inversores privados, en un mercado donde el 60% de hoteles de lujo son de capital extranjero. Además, el caso resalta la necesidad de mayor escrutinio en due diligence para prevenir lavado de dinero, alineándose con directivas europeas como la AMLD5.

En el horizonte, el futuro del Palace bajo el FNI plantea oportunidades de expansión. Argelia, con un PIB de 200.000 millones de dólares impulsado por hidrocarburos, busca diversificar inversiones en turismo. Podría invertir en renovaciones, estimadas en 20-30 millones de euros, para mantener su estatus, potenciando la competitividad de Barcelona frente a rivales como París o Madrid. Sin embargo, tensiones bilaterales persistentes —como el boicot comercial de 2022, que costó a España 2.000 millones en exportaciones— podrían complicar operaciones.

En conclusión, la adquisición del Palace por Argelia no es solo una victoria anticorrupción, sino un recordatorio de cómo la geopolítica influye en la economía globalizada. Para Barcelona, representa una transición hacia inversiones más estables, pero con matices estatales, urgiendo políticas que equilibren atracción de capital con soberanía económica. Mientras Tebboune celebra la recuperación, el sector hotelero catalán observa con cautela este nuevo capítulo en la historia de un icono centenario.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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