En el cosmos profundo, donde las estrellas nacen y mueren en ciclos eternos, ocasionalmente un visitante inesperado irrumpe en nuestro sistema solar. El 2 de julio de 2025, astrónomos confirmaron el descubrimiento de 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar detectado en la historia humana, tras 1I/’Oumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Descubierto por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-Impact Last Alert System), una red de telescopios robóticos en Hawái, Chile y Sudáfrica, este objeto viaja a una velocidad asombrosa de 210.000 kilómetros por hora, lo que lo clasifica inequívocamente como un intruso de más allá de nuestro sistema solar. Su trayectoria hiperbólica, con una excentricidad de 6,2, confirma que no orbita alrededor del Sol, sino que proviene de las profundidades interestelares y se aleja para siempre después de su paso.

3I/ATLAS, oficialmente un cometa interestelar, se acerca al Sol y alcanzará su perihelio (punto más cercano) alrededor del 30 de octubre de 2025, a aproximadamente 1,4 unidades astronómicas (UA), o unos 210 millones de kilómetros. Su paso más cercano a la Tierra se espera entre el 21 de noviembre y el 5 de diciembre de 2025, a una distancia segura, pero observable, lo que ha generado un frenesí científico y mediático. Estimado en un tamaño de entre 20 y 24 kilómetros de diámetro —mucho mayor que Oumuamua—, este objeto no solo representa una ventana al material primigenio de otros sistemas estelares, sino que también ha avivado debates sobre su verdadera naturaleza. ¿Es un simple cometa errante, o algo más exótico, como sugiere el controvertido astrónomo Avi Loeb de la Universidad de Harvard?

Lo Que Sabemos Hasta Ahora

Desde su detección, telescopios como el Hubble han capturado imágenes detalladas de 3I/ATLAS. En julio de 2025, el Hubble reveló un objeto activo a 3,8 UA del Sol, con emisión de polvo desde su lado facing al Sol, pero sin la cola típica de los cometas. Su curva de luz es notablemente plana, con variaciones mínimas en brillo, lo que difiere de los cometas solares que rotan y muestran fluctuaciones dramáticas. Además, espectroscopia no ha detectado gases cometares comunes, como cianógeno o dióxido de carbono, aunque sí un enrojecimiento superficial que podría indicar material orgánico o exposición a radiación cósmica.

La Agencia Espacial Europea (ESA) y la NASA lo rastrean de cerca, confirmando su origen interestelar por su velocidad relativa y trayectoria. A diferencia de ‘Oumuamua, que era rocoso y carecía de actividad cometa, y Borisov, que sí mostró una coma gaseosa, 3I/ATLAS combina rasgos de ambos: actividad polvorienta pero sin gases evidentes. Su brillo inusual, que parece aumentar de manera anómala a medida que se acerca al Sol, ha llevado a especulaciones sobre si refleja luz solar o… genera la suya propia.

Hipótesis Naturales: Un Cometa Interestelar con Rasgos Inusuales

La mayoría de la comunidad astronómica coincide en que 3I/ATLAS es un objeto natural, probablemente un cometa expulsado de su sistema estelar natal por interacciones gravitatorias. Su hiperbolicidad extrema sugiere que proviene de una región lejana, posiblemente el disco disperso de otra estrella, similar a cómo nuestro sistema solar expulsa objetos del Cinturón de Kuiper.

Una hipótesis clave es que tiene un núcleo pequeño (entre 0,32 y 5,6 kilómetros) rodeado por una coma extensa de polvo, lo que explica su brillo sin necesidad de gases visibles. Esto podría deberse a sublimación de hielos volátiles, aunque la ausencia de cola indica que el polvo es fino y no se dispersa como en cometas típicos. Comparado con ‘Oumuamua, que mostró aceleración no gravitacional (posiblemente por desgasificación invisible), 3I/ATLAS podría tener una composición rica en hidrógeno o helio, elementos raros en cometas solares pero posibles en objetos formados en nubes moleculares frías.

Otra explicación natural es que sea un fragmento de un planeta destruido o un asteroide interestelar con actividad inducida por el calor solar. Estudios preliminares, como el de arXiv en julio de 2025, sugieren que su trayectoria no es anómala para un objeto expulsado de un sistema binario estelar. Críticos como Jason Wright de Penn State argumentan que no hay evidencia objetiva de artificialidad; las anomalías se explican por mecanismos naturales no observados antes debido a la rareza de estos objetos. Un paper en EarthArXiv refuta claims de Loeb, atribuyendo el tamaño y camino a variabilidad cometa normal.

La Teoría de Avi Loeb: ¿Un Artefacto Artificial Generando Luz Propia?

Sin embargo, el astrónomo Avi Loeb, conocido por su libro «Extraterrestre» sobre Oumuamua, ha elevado el debate al proponer que 3I/ATLAS podría ser un artefacto tecnológico alienígena. En un artículo publicado en Medium el 17 de agosto de 2025, Loeb analiza imágenes del Hubble del 21 de julio, mostrando un resplandor al Sol sin cola, sugiriendo que el objeto genera luz propia, posiblemente de una fuente interna de ~10 gigavatios. Esto desafía la reflexión solar típica de cometas, ya que el brillo no disminuye como se esperaría en un objeto rotante.

Loeb hipotetiza que podría ser una nave espacial impulsada por energía nuclear, donde el polvo observado es residuo interestelar acumulado durante eones, liberado al calentarse cerca del Sol. En un informe con Adam Hibberd y Adam Crowl (arXiv, julio 2025), explora si su trayectoria permite desplegar sondas en zonas habitables como la Tierra, evocando la «hipótesis del bosque oscuro» —donde civilizaciones alienígenas podrían ser hostiles. Calcula una probabilidad bajísima (0,005%) de origen natural basada en su tamaño, velocidad y falta de rasgos cometares, aunque admite que es especulativo y «pedagógico».

Loeb compara 3I/ATLAS con Oumuamua, que él cree podría ser una vela solar alienígena por su aceleración sin desgasificación visible. Para 3I/ATLAS, el «resplandor propio» podría indicar bioluminiscencia tecnológica o un reactor, haciendo de este objeto un «test de Turing» para la humanidad: ¿reaccionamos con curiosidad científica o miedo? Propone interceptarlo con misiones como la sugerida por la NASA, o incluso enviar mensajes láser para comunicarnos. En entrevistas, como en YouTube, Loeb estima un 40% de chance de artificialidad, aunque enfatiza que lo más probable es natural.

Esta teoría ha generado controversia. Mientras algunos ven valor en explorar lo improbable, otros la tachan de sensacionalista, recordando cómo Loeb ha sido criticado por alertar prematuroamente sobre ‘Oumuamua. No obstante, impulsa discusiones sobre SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) y la preparación para visitantes interestelares.

Críticas y Perspectivas Alternas: Equilibrio Científico

Astrónomos como los del NOIRLab y Gemini North insisten en que 3I/ATLAS es un cometa con núcleo pequeño y coma grande, explicando el brillo por albedo inusual o polvo fino. Un estudio en arXiv concluye que no hay evidencia de hostilidad o tecnología; las anomalías son consistentes con objetos interestelares raros. Wright, en su blog AstroWright, califica las ideas de Loeb como «reputación por sugerir naves alienígenas sin razón objetiva».

En redes como X (anteriormente Twitter), el debate es polarizado: posts sensacionalistas hablan de «luz artificial» y «nave nuclear», mientras otros desmienten con datos. Fuentes equilibradas, como ScienceAlert, destacan que, aunque intrigante, no hay prueba de artificialidad.

Implicaciones y el Futuro: Observaciones en noviembre

Si 3I/ATLAS es natural, enriquecerá nuestro entendimiento de la formación planetaria en otros sistemas. Si artificial, revolucionaría la astrobiología y SETI, probando que no estamos solos. Loeb propone mejorar telescopios como el Vera Rubin para imágenes resueltas de futuros objetos.

En noviembre, con su paso cercano, telescopios globales lo escrutarán. Podría desintegrarse como Borisov o revelar más anomalías. Misiones de intercepción, aunque improbables a corto plazo, se discuten.

En conclusión, 3I/ATLAS encarna la frontera de la astronomía: un recordatorio de que el universo es vasto y misterioso. Mientras la mayoría apuesta por lo natural, teorías como la de Loeb nos invitan a soñar con lo extraordinario, manteniendo viva la curiosidad humana. Como dice Loeb, «la ciencia se nutre de lo inesperado».

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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