En el panteón de iconos del cine de terror, pocos nombres evocan tanto misterio y fascinación como Bela Lugosi. El actor húngaro, inmortalizado por su interpretación de Drácula en la película de 1931 dirigida por Tod Browning, se convirtió en sinónimo de la figura del vampiro transilvano. Sin embargo, su vida real fue un drama mucho más trágico que cualquier guion hollywoodense: marcado por la adicción, la ruina financiera y el olvido de la industria que lo encumbró. Su muerte en 1956, a los 73 años, culminó con un detalle macabro que ha alimentado su leyenda: fue enterrado con su capa de Drácula. Pero, ¿quién pagó por su funeral? La creencia popular apunta a Frank Sinatra, pero las fuentes fiables desmienten este mito, revelando una historia de generosidad limitada y familia resiliente.

Los orígenes de una estrella: De Hungría a Hollywood

Béla Ferenc Dezső Blaskó, conocido artísticamente como Bela Lugosi, nació el 20 de octubre de 1882 en Lugos, Hungría (actual Lugoj, Rumania). Hijo de un banquero, Lugosi desafió las expectativas familiares al perseguir una carrera en el teatro. Tras estudiar en la Academia de Artes Teatrales de Budapest, debutó en el escenario en 1901 y pronto incursionó en el cine mudo húngaro bajo el seudónimo de Arisztid Olt. Su vida cambió drásticamente con la Primera Guerra Mundial: sirvió en el ejército austrohúngaro, alcanzando el rango de capitán y sufriendo heridas que le causarían dolor crónico de por vida, específicamente ciática neurítica.

La agitación política postbélica lo obligó a exiliarse. En 1919, tras participar en la efímera República Soviética Húngara como organizador de un sindicato de actores, huyó a Alemania y luego a Estados Unidos en 1921. En Nueva York, Lugosi se unió a la comunidad teatral húngara y eventualmente triunfó en Broadway con la adaptación de Dracula en 1927. Su acento marcado y presencia imponente lo hicieron perfecto para el rol, que interpretó en más de 200 funciones antes de llevarlo a Los Ángeles.

Hollywood lo llamó. Universal Pictures, buscando capitalizar el éxito teatral, lo contrató para la versión cinematográfica de Dracula (1931). La película fue un éxito rotundo, catapultando a Lugosi a la fama mundial. Su interpretación, con frases icónicas como «I am Dracula» pronunciadas con un acento seductor y siniestro, definió al vampiro para generaciones. Siguió una serie de éxitos en el género de terror: White Zombie (1932), The Black Cat (1934) junto a Boris Karloff, y Mark of the Vampire (1935). En su apogeo, Lugosi era una estrella, casado cinco veces (su tercer matrimonio con Lillian Arch le dio un hijo, Bela Jr., en 1938) y viviendo un estilo de vida lujoso.

El declive: Typecasting, adicción y olvido

Sin embargo, el éxito fue efímero. Lugosi quedó encasillado en roles de villano exótico, limitando sus oportunidades. La salida de los Laemmle de Universal en 1936, junto con una prohibición temporal de películas de terror en Gran Bretaña (su mayor mercado), hundió su carrera. Para finales de los años 30, sus problemas de salud empeoraron: el dolor crónico lo llevó a depender de opiáceos como morfina y metadona, prescritos inicialmente por médicos. Esta adicción, combinada con alcoholismo, afectó su profesionalismo y reputación. En 1937, tuvo que retirarse de un papel principal en The Secret of Treasure Island debido al dolor.

Financieramente, Lugosi era un derrochador. A pesar de ganar miles en su pico, acumuló deudas. En 1938, pidió prestado al Fondo de Actores para cubrir facturas hospitalarias de su hijo. Su carrera se redujo a papeles secundarios en películas B y apariciones teatrales. Colaboró con Boris Karloff en Son of Frankenstein (1939) y The Ghost of Frankenstein (1942), pero su interpretación del Monstruo en Frankenstein Meets the Wolf Man (1943) fue criticada por su uso de dobles y edición deficiente. Su último film «A» fue Abbott and Costello Meet Frankenstein (1948), donde volvió a ser Drácula, pero los productores inicialmente creyeron que había muerto debido a su aislamiento.

En los 50, Lugosi cayó en la pobreza. Apareció en televisión temprana, como en Texaco Star Theatre (1949), y toured con espectáculos de «spook show». En Inglaterra, filmó la comedia de bajo presupuesto, Mother Riley Meets the Vampire (1952). Su asociación con Edward D. Wood Jr., el «peor director de la historia», marcó su nadir: narró Glen or Glenda (1953), protagonizó Bride of the Monster (1955) y dejó metraje póstumo para Plan 9 from Outer Space (1957). En 1955, se internó voluntariamente en un hospital para tratar su adicción, declarando públicamente: «Soy el monstruo de Frankenstein creado por mis propias manos». La premiere de Bride of the Monster se organizó para recaudar fondos para sus gastos médicos, pero rindió poco.

Hollywood lo olvidó. Lugosi vivía en un apartamento modesto, dependiente de roles menores y apariciones personales. Su quinta esposa, Hope Lininger, una fan 37 años menor, lo conoció escribiéndole cartas durante su rehabilitación y se casaron en 1955. Pero la adicción persistió, y su salud se deterioró.

La muerte y el entierro macabro

El 16 de agosto de 1956, Lugosi murió de un ataque al corazón mientras dormía en su apartamento de Los Ángeles. Hope lo encontró al regresar del trabajo. Tenía 73 años, y su obituario en el Los Angeles Times fue breve, enfocándose en su adicción más que en su legado. Su testamento, escrito en 1954, dejaba solo $1,000 en efectivo (equivalente a unos $11,565 actuales) y propiedades baratas a su hijo, compartidas con Hope. No encontró $3,000 que Hope sospechaba había escondido, posiblemente gastados en alcohol.

El funeral se celebró el 18 de agosto en la capilla Utter-McKinley en Hollywood. Asistieron familiares, amigos como Ed Wood (quien fue portador del féretro) y figuras del terror como Tor Johnson. Lugosi fue enterrado en el Cementerio Holy Cross de Culver City, con una lápida simple: «Bela Lugosi, Beloved Father, 1882-1956».

El detalle macabro: fue sepultado en su traje completo de Drácula, incluyendo la capa y el anillo. Contrario al mito, no fue su deseo moribundo; la decisión la tomaron su hijo Bela Jr. y ex-esposa Lillian, creyendo que era lo que habría querido. Hope afirmó lo contrario en la prensa, pero fuentes como la biografía de Gary D. Rhodes confirman que fue una elección familiar para honrar su rol icónico. Este acto cementó su leyenda como el vampiro eterno, atrayendo fans a su tumba hasta hoy.

El mito de Frank Sinatra: Generosidad y malentendidos

La narrativa popular sostiene que Frank Sinatra pagó el funeral de Lugosi, incrementando la aura trágica. Sin embargo, esto es un mito persistente desmentido por múltiples fuentes. Sinatra, admirador de Lugosi, lo visitó en el hospital durante su rehabilitación en 1955 y le dio un cheque de $1,000, un gesto generoso considerando que no se conocían. Lugosi recordó el encuentro con asombro: «Nunca lo había conocido antes».

Pero el funeral fue financiado por la familia: Lillian pagó el lote y la lápida, mientras Hope cubrió el ataúd y el servicio. El rumor sobre Sinatra probablemente surgió de su ayuda previa y se amplificó en biografías no verificadas, como trivia en IMDb o anécdotas de Rat Pack. Libros autorizados, como Bela Lugosi: Dreams and Nightmares de Gary D. Rhodes y The Immortal Count de Arthur Lennig, confirman que Sinatra no intervino en el entierro.

Este malentendido añade capas a la leyenda de Lugosi: un hombre olvidado por Hollywood, salvo por gestos aislados de estrellas como Sinatra. Irónicamente, el mito realza su imagen de vampiro trágico, un alma errante en la eternidad financiera y emocional.

Legado: El vampiro que trasciende la muerte

Bela Lugosi murió pobre, con menos de $2,000 en su cuenta, tras 20 años de adicción y aislamiento. Hollywood lo descartó, pero su Drácula influyó en incontables adaptaciones, desde Christopher Lee hasta Gary Oldman. Su tumba, con la capa debajo, simboliza la fusión entre actor y personaje, un macabro recordatorio de cómo el arte consume al artista.

En una era de remakes y revivals de terror, Lugosi permanece inmortal. Su historia advierte sobre los peligros del typecasting y la adicción en la industria. Como dijo en una entrevista de 1955: «Soy un monstruo, pero un monstruo humano». Su entierro no fue pagado por Sinatra, pero su leyenda sí fue enriquecida por mitos que lo mantienen vivo en la cultura pop.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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