Eduardo Haro Ibars (1948-1988), hijo de una familia de intelectuales antifranquistas, se erigió en un referente de la contracultura durante la Transición, fusionando poesía surrealista con ensayos provocadores sobre rock, drogas y sexualidad disidente. Su obra, marcada por un erotismo crudo y una crítica social implacable, lo posiciona como un precursor de la Movida Madrileña y un «poeta maldito» –o «maldecido», como él prefería autodenominarse– cuya vida y creación desafiaron los tabúes del posfranquismo.
Haro Ibars no fue solo un escritor; fue un catalizador cultural que conectó la herencia beatnik con el punk ibérico, influyendo en músicos, artistas y activistas. Su trayectoria, truncada por el SIDA a los 40 años, refleja las tensiones de una generación perdida entre la represión franquista y la efervescencia democrática. Como señala J. Benito Fernández en su exhaustiva biografía Eduardo Haro Ibars: los pasos del caído (2005), Haro Ibars representó «los avatares de la ‘generación perdida’ española», un grupo de intelectuales marginados por su adhesión a estilos de vida transgresores.
Tánger: Los Orígenes de la Rebeldía
Eduardo Haro Ibars nació el 30 de abril de 1948 en Madrid, en el seno de una familia marcada por el periodismo y la disidencia política. Hijo del célebre periodista Eduardo Haro Tecglen –conocido por su columna en El País y su militancia izquierdista– y de Pilar Yvars, también periodista, Haro Ibars creció en un ambiente intelectual que lo expuso tempranamente a las ideas progresistas. Su abuelo, Eduardo Haro Delage, fue un comediógrafo y periodista represaliado durante la Guerra Civil, lo que imprimió en la familia un legado de resistencia cultural. Tenía un hermano menor, Eugenio Haro Ibars, quien más tarde se involucraría en la escena musical de la Movida como miembro de bandas como Glutamato Ye-Yé.
Sin embargo, el periodo formativo clave de Haro Ibars transcurrió en Tánger, Marruecos, donde su familia se trasladó a finales de los años 60. Allí, su padre dirigió el diario España, el último bastión de la prensa española en la zona internacional. Tánger, con su atmósfera cosmopolita y bohemia, fue un crisol de influencias para el joven Eduardo. En esta ciudad, conoció a exponentes de la Generación Beat como William S. Burroughs, Paul y Jane Bowles, y el pintor Francis Bacon, figuras que lo introdujeron en el surrealismo, el dadaísmo y la experimentación con drogas y sexualidad. Como recuerda su amigo Luis Antonio de Villena, Haro Ibars guardaba un «recuerdo mítico» de Tánger, donde aprendió «ritos de paso» como el sexo con chicos, las drogas y la vida callejera, en un entorno de gran cultura internacional.
Esta etapa moldeó su identidad bisexual y su adhesión a una homosexualidad como forma de rebelión, opuesta a la normalización burguesa. Haro Ibars se autodenominó «homosexual, drogadicto y delincuente», una declaración que encapsulaba su rechazo al conformismo social. En 1968, de regreso en España, fue arrestado en Zamora por consumo de cannabis, compartiendo celda con el poeta Leopoldo María Panero. Aunque esta experiencia los unió inicialmente, Haro Ibars evitó comparaciones con Panero, a quien consideraba caótico, mientras él se veía como lúcido y clarividente.
Inicios Literarios y la Vanguardia Poética
Los primeros pasos literarios de Haro Ibars datan de los años 70, cuando publicó poemas surrealistas en revistas como Papeles de Son Armadans (1972). Su debut ensayístico, Gay Rock (1975), editado por Ediciones Júcar gracias a la mediación de Mariano Antolín Rato, fue un hito en la difusión de la cultura glam y punk en España. El libro homenajeaba a figuras como David Bowie y The Velvet Underground, conectando música con estética queer y underground. Este ensayo inspiró directamente a artistas de la Movida, como Alaska, quien, influida por él, compró Space Oddity de Bowie y expresó su deseo de «ser un chico para poder ser queer».
Su poesía, de carácter vanguardista y surrealista, exploraba temas como el erotismo homosexual, la muerte y las drogas. Pérdidas blancas (1978), galardonado con el Premio de Poesía Puente Cultural, es un volumen semibiográfico y erótico que fusiona lirismo con elementos punk. Le siguieron Empalador (1980), influido por el vampirismo anglosajón y que indaga en el erotismo y la muerte; Sex Fiction (1981), con toques de ciencia ficción; y En rojo (1985), que subvierte lo político a través de experiencias con heroína. La edición completa Obra poética (2001), con prólogo de Francisco Nieva, recopila estos trabajos, destacando su experimentación formal y su rechazo a escuelas literarias convencionales.
En narrativa, Haro Ibars incursionó en la ciencia ficción con El polvo azul: Cuentos del nuevo mundo eléctrico (1985), inaugurando una colección en Ediciones Libertarias, y El libro de los héroes (1985). Póstumamente, se publicó Intersecciones (1991), con prólogos de sus padres. Su ensayo De qué van las drogas (1978) desmitifica el consumo de sustancias, mientras Cultura y memoria «a la contra» (2016) recopila artículos de Triunfo y Tiempo de Historia, donde abogaba por la contracultura. Como traductor, adaptó El sepulcro de H.P. Lovecraft (1974), mostrando su afinidad por lo fantástico.
Expertos como Villena destacan que Haro Ibars escribía en «resacas matutinas con raptos de lirismo», produciendo poemas excelentes aunque descuidados. Su prosa narrativa intentaba emular el «texto» de la revista Tel Quel, pero no siempre alcanzó la novedad estilística deseada.
De la Clandestinidad al Activismo
Durante el tardofranquismo, Haro Ibars fue un representante clave de la juventud antifranquista. Colaboró con el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR, 1976-1977), precursor del movimiento de liberación gay en Madrid, que se integró en el FLHOC. Mantuvo afinidades libertarias y militó en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). Sus artículos, como «Punks y punkettes, salid de vuestras alcantarillas» en Triunfo (1979), promovían la rebelión juvenil y queer contra el régimen.
El uso de heroína y otras drogas fue central en su vida, granjeándole la etiqueta de poeta maldito. Escribió sobre condiciones carcelarias y fallos en organizaciones progresistas, foregroundando las vidas de marginados. Su bisexualidad lo posicionó como pionero en la literatura gay española, oponiéndose al matrimonio homosexual y alineándose con autores como Jean Genet.
Vida Personal: Marginalidad y Relaciones
Haro Ibars asumió una marginalidad voluntaria, experimentando con alcohol y drogas. Fumaba incesantemente, bebía excesivamente y, en sus últimos años, se maquillaba para ocultar el los estragos del SIDA. Su relación con Panero fue tensa; lo evitaba, llamándolo «plasta». Con Villena compartió noches felices en los 70, junto a su hermano Eugenio. Actuó en performances poéticas bajo el nombre Gelatina Dura.
Contrajo el SIDA por uso de jeringuillas compartidas, muriendo en 1988. Su obituario, escrito por Villena en ABC, y un homenaje en el Palacio Longoria, con participantes como Jesús Ordovás, marcaron su partida.
Influencia en la Movida y la Literatura Contemporánea
Haro Ibars influyó decisivamente en la Movida Madrileña, con sus versos musicados por Orquesta Mondragón (Muñeca hinchable, 1979), Azul y Negro, y Gabinete Caligari («Pecados más dulces que un zapato de raso»). Como «poeta de la movida», promovió el punk y new wave, inspirando a una generación de rebeldes queer.
Su legado persiste en estudios sobre la contracultura transicional. La biografía de Fernández (2005) lo retrata como emblema de la generación maldita, mientras obras como Madrid ha muerto (1999) y Malditos (2010) de Villena lo inmortalizan. En la literatura actual, Haro Ibars representa la fusión de arte y activismo, un recordatorio de que la poesía puede ser un acto de insumisión.
Eduardo Haro Ibars encarna la esencia de una literatura que desafía fronteras: entre lo poético y lo político, lo erótico y lo marginal. Su breve, pero intensa trayectoria, truncada por las epidemias de su época, deja un corpus que invita a repensar la Transición no solo como liberación, sino como espacio de pérdidas y resistencias. Para una revista especializada, su figura urge una relectura crítica, reconociendo su rol en la modernización de la poesía española y su eco en la cultura queer contemporánea. Haro Ibars no fue solo un caído; fue un precursor que iluminó los pasos de muchos.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.





