En las bulliciosas calles de Barcelona, un nuevo fenómeno está captando la atención de turistas y locales por igual: las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), conocidas por su audacia y oportunismo, se han convertido en las protagonistas de una peculiar batalla urbana. Estas aves, que alguna vez estuvieron confinadas a las costas y los acantilados, han encontrado en la ciudad un entorno ideal para prosperar, adaptándose con una rapidez sorprendente a la vida urbana. En particular, en lugares como la plaza de la Gardunya, detrás del emblemático mercado de la Boqueria, las gaviotas han perfeccionado el arte de robar comida a los turistas, con un gusto especial por el marisco y las paellas. Este artículo explora las razones detrás de este comportamiento, sus implicaciones para la ciudad y las medidas que se están tomando para abordar el problema.

Una Adaptación Urbana Sorprendente

Las gaviotas patiamarillas, nativas de las costas mediterráneas y atlánticas, han experimentado un cambio drástico en su comportamiento en las últimas décadas. Tradicionalmente asociadas con entornos marinos, estas aves han colonizado las ciudades europeas, y Barcelona no es una excepción. Según Joan Navarro, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona, la presencia de estas aves en la ciudad ha aumentado significativamente, con nidos ahora ubicados en azoteas y tejados en lugar de acantilados. Este cambio se debe a la abundancia de recursos alimenticios en el entorno urbano, desde desperdicios en papeleras hasta las bandejas de comida de los turistas desprevenidos.

Un estudio realizado en 2018 por el proyecto BCN-Gulls, liderado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB), reveló que las gaviotas patiamarillas son depredadores oportunistas que se han adaptado a los ecosistemas urbanos con una facilidad asombrosa. Los datos recopilados mediante el uso de GPS y análisis de dieta muestran que estas aves han diversificado sus fuentes de alimento, pasando de los descartes de barcos pesqueros a los desechos humanos, incluyendo comida rápida y platos elaborados como la paella.

En la plaza de la Gardunya, por ejemplo, las gaviotas han aprendido a identificar a los turistas que salen del mercado de la Boqueria con bandejas de comida para llevar. Como describe un comerciante local, «las gaviotas saben a qué hora venir. Se esperan en la puerta del mercado, y cuando los turistas salen con sus bandejitas, vuelan bajo y les roban la comida». Este comportamiento no solo demuestra su inteligencia, sino también su capacidad para adaptarse a patrones humanos predecibles.

El Modus Operandi de las Gaviotas

Las escenas en la plaza de la Gardunya son casi cinematográficas. Una gaviota, apostada en una cornisa o en una farola, observa pacientemente a un turista que disfruta de una ración de paella bajo los árboles. De repente, el ave se lanza en picado, arrebatando un gambón o un mejillón con una precisión quirúrgica. En algunos casos, el susto provoca que el turista deje caer su comida, momento en el que otras gaviotas, siempre alerta, se abalanzan sobre los restos esparcidos por el suelo. Estas imágenes, capturadas por fotógrafos como Mane Espinosa, han sido comparadas con secuencias dignas de un premio National Geographic.

Los barrenderos y trabajadores del mercado confirman que estos «robos» son cada vez más frecuentes. «Son muy astutas», señala un barrendero de la plaza. «Aunque las papeleras son antigaviotas, esperan a que se llenen para poder picotear los desperdicios. También roban a los indigentes y atacan a las palomas en pareja». Este comportamiento refleja no solo su adaptabilidad, sino también su agresividad cuando se trata de conseguir alimento.

Joan Carles Senar, investigador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, explica que las gaviotas patiamarillas tienen un cerebro grande y una capacidad notable para aprender y transmitir comportamientos. «Lo que aprende un ejemplar, lo imita rápidamente el resto», señala. Este aprendizaje social explica por qué los robos de comida se han convertido en una práctica generalizada entre las gaviotas de la ciudad.

Un Ecosistema Urbano Desequilibrado

La proliferación de gaviotas en Barcelona no solo es un problema de molestias para los turistas. Su adaptación al entorno urbano ha generado un ecosistema desequilibrado con consecuencias tanto ecológicas como sanitarias. En su hábitat natural, como las islas Medes, las gaviotas controlan su población mediante comportamientos como el infanticidio, limitado por la falta de espacio para anidar. Sin embargo, en la ciudad, los tejados ofrecen un espacio abundante, lo que ha permitido un aumento exponencial de su población.

Además, las gaviotas patiamarillas representan un riesgo sanitario. Un estudio de 2017 encontró que estas aves excretan un alto porcentaje de bacterias E. coli resistentes a los antibióticos, lo que contribuye a la propagación de patógenos entre la vida silvestre y los humanos. Sus excrementos, que a menudo caen sobre los visitantes en lugares como los cementerios de Montjuïc y Poblenou, también pueden transmitir enfermedades.

Por otro lado, las gaviotas no solo roban comida a los humanos. En las calles de Barcelona, se han documentado casos de gaviotas atacando a palomas y, en algunos casos, a ratas, devorándolas en plena vía pública. Estos comportamientos, aunque naturales para un depredador oportunista, han generado alarma entre los ciudadanos, quienes comparan las escenas con la película Los Pájaros de Alfred Hitchcock.

Medidas de Control y Respuesta Municipal

El Ayuntamiento de Barcelona, consciente del problema, ha implementado varias medidas para controlar la población de gaviotas y reducir las interacciones con los humanos. En 2024, se instalaron en la plaza de la Gardunya 17 papeleras diseñadas específicamente para impedir que las gaviotas accedan a los desperdicios. Sin embargo, las aves rápidamente adaptaron su estrategia, centrando su atención en los turistas en lugar de las papeleras.

El Programa de Vigilancia de la Gaviota Patiamarilla, gestionado por el Servicio de Vigilancia y Control de Plagas Urbanas (SVIPLA) de la ASPB, registra unas 300 incidencias al año relacionadas con estas aves, especialmente durante la temporada de reproducción de abril a julio. Entre las medidas preventivas, se recomienda evitar alimentar a las gaviotas, ya que esto fomenta su comportamiento agresivo. Además, se llevan a cabo acciones de control activo, como la retirada de nidos en azoteas, para limitar su proliferación.

En lugares como el campus de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) en la Ciutadella, donde las gaviotas también roban comida a los estudiantes, se han colocado carteles alertando del peligro. Los trabajadores de la cafetería del campus han aprendido a retirar rápidamente las bandejas con restos de comida para evitar atraer a las aves. Sin embargo, los estudiantes relatan experiencias de acoso constante: «Cada día tengo que correr si no quiero que me roben el bocadillo», cuenta una estudiante.

Perspectivas y Soluciones a Largo Plazo

Aunque las gaviotas patiamarillas no suelen causar daño físico directo, su comportamiento agresivo puede generar situaciones incómodas o incluso peligrosas. En un caso documentado, una turista recibió un picotazo al intentar proteger su comida, lo que requirió atención médica. En otro incidente, en el cementerio de Montjuïc, un visitante fue herido en la cabeza por una gaviota que protegía su nido.

Los expertos coinciden en que la solución no pasa por erradicar a las gaviotas, sino por gestionar su presencia de manera sostenible. Joan Navarro subraya que, aunque las gaviotas pueden parecer agresivas, no ven a los humanos como depredadores, sino como una fuente de alimento. Por ello, reducir la disponibilidad de comida en espacios públicos es clave. Esto incluye no solo papeleras antigaviotas, sino también campañas de concienciación para que los turistas eviten dejar restos de comida al alcance de las aves.

Otra estrategia es el control de la población mediante la gestión de nidos. En lugares como los cementerios, donde las gaviotas anidan en grandes cantidades, se han propuesto medidas como la instalación de redes o la retirada de huevos para limitar el crecimiento de la población. Sin embargo, estas acciones deben equilibrarse con el respeto a la biodiversidad urbana, ya que las gaviotas son parte del ecosistema de la ciudad.

Las gaviotas patiamarillas de Barcelona son un ejemplo fascinante de adaptación al entorno urbano, pero también un recordatorio de los desafíos que plantea la coexistencia entre humanos y vida silvestre. Su capacidad para aprender, su audacia y su oportunismo las han convertido en una presencia constante en la ciudad, para deleite de algunos y frustración de otros. Mientras los turistas en la plaza de la Gardunya luchan por proteger sus paellas y los estudiantes de la UPF corren para salvar sus bocadillos, Barcelona enfrenta el reto de equilibrar la presencia de estas aves con la comodidad y seguridad de sus habitantes y visitantes.

A medida que la ciudad continúa creciendo y atrayendo a millones de turistas cada año, es probable que las gaviotas sigan perfeccionando sus tácticas de «robo». La solución no radica en demonizar a estas aves, sino en entender su comportamiento y tomar medidas que permitan una convivencia más armoniosa. Con una combinación de educación pública, infraestructura adecuada y gestión ecológica, Barcelona puede seguir siendo un hogar para las gaviotas patiamarillas sin que estas se conviertan en las «ratas del aire» que algunos temen.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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