Edificios en obras junto a edificios acabados, pero aún vacíos. En muchos, el cartel de oficinas para alquilar. El paisaje que se ve en buena parte de las calles del 22@ revela una dicotomía: se construye mucho, pero se instalan poco.
Dos décadas después, la apuesta del Ayuntamiento de Barcelona por convertir el barrio del Poblenou en el polo de empresas del sector tecnológico está en entredicho.
Un estudio realizado por el Observatorio de Barrios del Poblenou asegura que un 42% de las oficinas ya construidas están desocupadas.
«Un modelo de fracaso»
Uno de los miembros del colectivo, Albert Valencia, asegura en TV3 que, 23 años después, «el 22@ es un modelo de fracaso» y alerta: «Solo se ha construido un 30%, pero todavía queda muchísimo más por construir».
Valencia denuncia que para sacar adelante la transformación del distrito se ha tenido que pagar un precio muy alto y ahora, considera, no está dando los réditos que se esperaban: «Lo que hemos visto en los últimos años es el derribo de medio barrio, la expulsión de familias, de gente afectada y también gente que ha tenido que marcharse por los precios del alquiler. Todo ello, para construir oficinas que han quedado vacías».
Exceso de oferta
Desde el Observatorio atribuyen la situación a un exceso de oferta y a que la construcción de nuevos bloques de oficinas responde a «la voluntad de obtener activos financieros y no necesariamente a la demanda real»: «El negocio ya no es tanto el de obtener rentas del alquiler de las oficinas, sino que a los fondos de inversión les interesa fijar capital en forma de activos inmobiliarios».
Con una parte del barrio aún en construcción y, en algunos casos, con las obras paradas, consideran que todavía hay margen para replantear el modelo del 22@: «Proponemos un modelo donde principalmente haya vivienda pública, equipamientos, zonas verdes y economía productiva industrial, que también se está haciendo fuera».
Valencia asegura que se ha perdido buena parte de la riqueza que tenía el distrito: «De pequeña producción, de pequeños talleres, que no hacían daño a nadie y que, al mismo tiempo, también generaban tejido industrial y económico y daban trabajo a gente que vivía en el barrio».
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.